Nos ponemos en #modoanuario para repasar interesantes
entrevistas que tuvieron lugar durante el año en Babilonia Literaria. En esta
oportunidad, te recomendamos los diálogos con los cordobeses Eugenia Almeida y
Martín Cristal, la italiana Rosa Ventrella y la argentina radicada en Francia,
Laura Alcoba.
Eugenia Almeida sobre “Desarmadero”
La autora cordobesa presentó en mayo su nueva novela “Desarmadero” (Edhasa), una rotunda historia donde Almeida retoma uno de sus grandes preocupaciones que atraviesan -a la vez- sus anteriores libros: el cruce entre las historias personales y el destino dentro de una sociedad desequilibrada en lo social y económico.
Así empieza la entrevista con Almeida.
La trama de “Desarmadero” es cruzada, compleja aunque perfectamente reconocible en todos sus caminos y atajos, donde el lector se mueve de manera instintiva, casi como sus personajes que entran y salen de escena de la mano de un narrador que se acerca y se aleja dependiendo del momento y la situación.
El foco está puesto en Durruti, el dueño de un taller mecánico que funciona también como mercado de autopartes. Durruti es un tipo duro e implacable, que opera desde la informalidad en su barrio, aunque articula también con el poder institucional. Él sabe que pagando la policía no molesta. Durruti está en el medio y, a su vez, presenta bordes que se desdibujan por momentos. Como su entorno. Vive, según vamos descubriendo mientras avanzamos en el relato, en un barrio popular y marginal donde nadie parece tener un futuro prometedor, salvo él que tiene la sartén por el mango. Sin embargo, Durruti es y no es el protagonista, porque de a poco y cada uno a su manera los personajes empiezan a aparecer en una trama que comienza a abrirse como abanico mostrando otros hombres (también feroces en sus tratos) y mujeres (atravesadas por el dolor) que terminarán influyendo en su vida y sus cosas. Durruti cree tener el poder y estar sobre todo y todos, y ese será su primer error.
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Martín Cristal habla sobre “Los incendios”
En octubre, otro cordobés, referente de la literatura contemporánea de nuestro país, presentó su nueva novela, que cierra la tetralogía “Mudanzas a ninguna parte”, iniciada en 2011, que incluye “Las ostras”, “Mil surcos” y “Las alegrías”. Con personajes que provienen de estas historias pasadas y otros que se suman, el relato (que coquetea con lo distópico) narra lo que ocurrirá en una cabaña de las sierras de Córdoba –en un futuro próximo donde los incendios y el calor sofocante se han hecho naturales- cuando coincidan en tiempo y lugar un puñado personajes. Cuatro cabañas, cuatro realidades, cuatro nudos a resolver en una trama coral que nunca pierde el equilibrio de sus voces personales.
Mi plan para esta tetralogía era que cada novela amoldara su poética a un elemento distinto: agua, tierra, aire y fuego. De ahí la idea temprana de enmarcar su cierre en los incendios serranos de Córdoba (que no son nuevos). En 2010 vacacioné en un complejito uruguayo de cabañas que me dio el modelo para el escenario. Aún no sospechaba que los incendios cordobeses aumentarían de magnitud y frecuencia año a año. Cuando llegó el momento de escribir esta cuarta novela —a la que, además, le correspondía el futuro como momento para la acción—, me pareció apropiado extrapolar cierto acostumbramiento social respecto de esta tragedia ecológica recurrente. Por eso la situé en un futuro donde la gente ya ha naturalizado el fuego y, a pesar de su amenaza constante, sale de vacaciones lo mismo. Lo pone en un segundo plano mental y sigue con su vida cotidiana.
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Rosa Ventrella desde Italia cuenta sobre “Bendito sea el padre”
Oriunda del sur de su país, Ventrella se ha convertido en los últimos años en una de las escritoras más vendidas de Europa. En agosto llegó a Argentina “Bendito sea el padre”, novela que cuenta la vida de Rosa (el nombre no es casual), una mujer que regresa a Bari, la ciudad donde nació (tampoco es casual), porque su madre está enferma. Allí se encontrará con su familia, y en particular con su padre, figura a la que le debe no sólo el alejamiento de su entorno, sino un pasado plagado de recuerdos violentos y desolación.
Punzante pero a la vez delicada, profunda y absolutamente interpelante, la narrativa de Ventrella nos invita a observar de cerca de la vida de mujeres que casi en el ocaso de su vida se detienen a reflexionar sobre los mandatos culturales de género que les hicieron perder mucho más que sus deseos de juventud.
Desde Italia y vía mail, hablamos con la autora, quien nos contó cosas como éstas: “Mirar a nuestro pasado nos permite entender mejor quienes somos, o sea en qué nos hemos convertido y -sobretodo- qué camino queremos emprender. Con frecuencia en mis novelas es protagonista la infancia y la adolescencia, pero el objetivo final de la narración es, en todo caso, mirar el mundo adulto de los protagonistas, su evolución como personaje, partiendo de las raíces que son, en todo caso, un fuerte vínculo”.
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Laura Alcoba desarma la trilogía de “La casa de los conejos”
Nacida en La Plata pero radicada en Francia desde fines de los ´70, Laura Alcoba sobrevuela los cielos de la literatura basada en biografías personales, ya que la novela que da título a una posterior trilogía, «La casa de los conejos”, es un regreso poético y literario a su infancia clandestina cuando vivió junto a su madre en una casa operativa de Montoneros, donde se publicaba una revista del partido.
La voz que narra los tres libros –luego se publicará “El azul de las abejas” y “La danza de la araña” todas por Edhasa- es la de una niña que escarbando en su memoria tenderá la mesa de un pasado desolador, desdibujado por momentos, pero siempre iluminado por el deseo de contar una experiencia única. “Nunca quise hacer un libro panfletario”, dirá Alcoba en esta nota, porque por supuesto su literatura se cruzará con la historia de un país que todavía debe sanar heridas por sus años más violentos.
Creo que la experiencia que está en el centro de La Casa de los Conejos es muy particular. Había una especie de mandato de silencio del que me costó mucho tiempo salir. Creo que el hecho de que yo no estuviera en el origen de la militancia o en esa decisión que me puso en esa situación, me hacía difícil hablar. ¿Desde qué lugar, qué decir…? Tardé mucho, primero en decidirme a escribir y luego en decidir… ¿qué cuento… qué legitimidad…? Estuve dando vueltas con eso, tardé muchos años en escribir “La Casa” por esas trabas que tenía, hasta que acepté esa voz infantil que era la que me parecía legítima.
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