"Mujeres que compran flores": Micromundos femeninos envueltos en ramilletes

La novela de Vanessa Montfort es para mujeres, así sin vueltas. Reúne historias creíbles y actuales que se mixturan con algunos abordajes que, por momentos, tienen cierto tono a autoayuda. 

Aunque se extiende más de la cuenta, es un relato entretenido con personajes adorables y escenas que celebran la amistad como fuerza transformadora. 

 

 

 

 

 

 

Marina navega sola por primera vez en su vida. Conoce el destino, conoce también las causas que la han llevado a asumir semejante odisea. Sin embargo, esa sensación de peligro, de que todo depende de ella y de estar un poco a la deriva, la impulsa a descubrir el verdadero sentido de la libertad y de la autonomía.

 

Ella ha sido la “eterna copiloto”, la mujer que creció y se sostuvo al “lado de…”. Pero la muerte -que nada sabe de estabilidad y comodidades- le arrebata a su pareja dejándola sumida en un doble duelo: la pérdida de Oscar y la incapacidad de saber muy bien quién es ella y qué quiere de su vida.

 

Así, mientras busca respuesta y algo para hacer, termina en El Jardín del Ángel, una florería instalada en un barrio de literatos y artistas en Madrid. El sitio tiene algo de mística y encanto, pero su mayor encanto reside en Olivia, su dueña. Esa mujer -cuyo pasado es todo un misterio- se transforma en una verdadera fuente de inspiración tanto para Marina como para las otras mujeres que compran allí flores: Gala, Aurora, Casandra y Victoria.

 

Cada una carga con un síndrome de estos tiempos contemporáneos: está la que vive libremente su sexualidad pero siente un temor enfermizo a envejecer y a entregarse al amor; la que asegura no depender de nada ni nadie y ha construido una gran carrera profesional pero que quiere sentirse amada; la que se enrosca en relaciones tóxicas y enfermizas; la que hace todo bien y conjuga a la perfección la maternidad, su rol de esposa y el trabajo (aunque está desbordada y aburrida).

Ellas se conocen, se encuentran, y en una noche calurosa El Jardín del Ángel se transforma en el reducto donde empiezan a construir una amistad que se vuelve transformadora. 

 

Narrado en primera persona desde la voz de Marina, la novela va intercalando capítulos que narran su viaje hacia el Tánger  y ese duelo que va construyendo bajo el amparo de las flores, los consejos de Olivia y las ocurrencias de Gala, Casandra, Aurora y Victoria.

 

Situaciones reales y actuales reflejan el complejo mundo femenino de hoy. Mujeres marcadas por mandatos culturales, atormentadas por los miedos y las culpas, signadas presiones sociales y laborales, y con sueños y deseos postergados empiezan a marchitarse en esa cotidianeidad que las consume. Pero Olivia, que de eso sabe lo suficiente, es quizá «el ángel» que ha llegado para despertarlas y volverlas a la vida. 

 

Seguramente, en cada una de estas historia la lectora encontrará pequeños fragmentos de su propia vida. Así de empática es la construcción narrativa de Montfort, así de encantador ese submundo en el que todo huele a flores, así de fascinante el sitio en el que tal vez se hallan tal vez los huesos de Cervantes y de Lope de Vega. Allí todo es posible, incluso exorcizar los viejos demonios a fuerza de llantos y risas compartidas.

 

Un libro colorido, lleno de matices, donde aparecen incluso algunos personajes reales (Rosa Montero y la propia autora Vanesa Montfort) como clientas de El Jardín del Ángel.

 

Aunque se extiende más de lo debido, y por momentos parece un texto de autoayuda, la novela conmueve, atrapa y nos invita a reflexionar.

 

¡Lindo libro! De esos que se regalan entre amigas, entre hermanas, entre madres e hijas… En definitiva: de esos libros que se regalan entre mujeres.

 

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