babilonia logo

Jorge Monteagudo: “El comediante tiene un trabajo de posicionamiento político respecto al mundo”

El artista uruguayo que hizo carrera en Córdoba busca salir de lo tradicional en todo lo que se propone. En charla con Babilonia Literaria, divide su opinión y experiencias adquiridas en el humor. Lanza hoy su último taller de stand up en 220 Cultura Contemporánea.

 

 

Jorge Monteagudo es un artista versátil cuya vida profesional transita diversos intereses y búsquedas.

Actúa, canta, dirige, dibuja, escribe guiones y hace reír. Le gusta intercambiar experiencias, ya sea con los colegas o con el público. Actualmente, presenta “La muerte del Teatro Minúsculo” cada quince días en Alta Gracia Bar Comedia, así como la puesta “Excéntrico – Stand Up Trascendental”, en el mismo bar. Además empieza hoy su más nuevo ciclo, «GAG – Seminario de creatividad y humor», donde enseña a aplicar la comedia a diferentes disciplinas. El taller se realiza en 220 Cultura Contemporánea.   

 

Oriundo de Montevideo, el humorista dejó su país de origen y se asentó en Córdoba, donde ya tiene un vasto recorrido. Formó el grupo Bacalao en Uruguay, con el que empezó a actuar en la capital cordobesa en 1998, centrando su poética en la relación del actor con el objeto y su sonoridad. Actualmente compone y coordina los ciclos del colectivo de obras espontáneas Teatro Minúsculo, que trabaja en base a la improvisación y es además fundador del primer grupo del género stand up en La Docta, De Parado Stand Up Club.

 

Sobre el rol de humorista, Jorge afirma: “El trabajo del comediante es también ideológico. Son los puntos de vista de una persona con respecto a distintos sucesos, de los más banales a los más profundos”.

Así comienza su diálogo con Babilonia Literaria. 

 

– Contános un poco sobre tu experiencia en el Teatro Minúsculo…

– Surge como un ensayo abierto al público, en el cual se trabajan determinados tipos de disparadores. Normalmente, el proceso de creación teatral lleva muchísimo tiempo, pero nosotros lo concentramos y hacemos en una noche. Ese es el producto final que llega al público. Nace como un espacio experimental y se fue instalando como un espectáculo. Nosotros lo hacíamos en unos bares muy under de Córdoba el año 2001. Después fuimos cambiando de salas y se fue afianzando esa especie de formato en el cual nosotros proponemos las temáticas. A veces consultamos al público, vía redes o personalmente, pero este no participa activamente como en un proyecto de improvisación estándar, sino casi que energéticamente con lo que sucede esa noche. Nosotros tenemos un guión base, una historia con personajes, con vestuario y maquillaje que se configura, y arma determinada poética sobre la cual se desarrolla la obra. Obviamente, al ser improvisada se va trabajando con los elementos que van surgiendo. De pronto, cualquier suceso que haya en la sala, ya sea con el público o el elenco, es incluido dentro de la pieza. Tenemos un guión armado, pero pueden surgir elementos muy interesantes en el momento y descartamos lo que teníamos para conformar algo bien espontáneo y efervescente.

 

-¿Cuáles son los principales desafíos del teatro espontáneo?         

– No caer en lugares comunes. Por eso, el ciclo que hacemos este año lo llamamos de “La muerte del Teatro Minúsculo”. Tratamos de corrernos de los lugares habituales que siempre visitamos y de encontrar otros disparadores, que básicamente son internos. Llegar a otros lugares de poética teatral. Son consignas que nosotros nos ponemos y que funcionan como un sistema para esa pieza teatral. El público no necesariamente tiene que enterarse de cuáles son las condiciones que nos ponemos. Es más, al público a veces se le dice que es improvisado y a veces no se le dice. No es que la improvisación esté por delante, sino que está por detrás y es lo que sostiene el espectáculo. Tratamos de no basarnos tanto en la ocurrencia. A veces, los desafíos son justamente correrse de la ocurrencia verbal y dejar que el cuerpo vaya proponiendo cosas.

 

-¿Es difícil manejarse con tanta gente? Porque es un grupo relativamente grande…

– Nosotros somos 11 y a veces actúan todos y a veces no. La persona que siempre está es el músico Enrico Barbizi, que no hace simplemente la banda sonora, sino que participa activamente, es decir propone a partir de la música. Si la música es oscura, se trabaja esa oscuridad, si es brillante, se actúa ese brillante. Hay un diálogo permanente.

De repente, un actor puede empezar a cantar y él lo acompaña. Incluso hicimos un ciclo en lo cual el músico estaba solo en el escenario y los actores estaban debajo del escenario. Tratamos de cambiar de alguna forma esa dinámica para que siempre sea diferente. Que el público que suele ir a vernos siempre se encuentre con una sorpresa. Vamos armando subequipos, a veces actúan unos, a veces otros. Pero, aunque actúen solamente 3, todos participan del proceso de creación.

 

-¿Cómo es el proceso creativo de un stand up como “Excéntrico”?

– “Excéntrico” justamente se llama así porque yo le meto todo lo que me gusta hacer: cantar, dibujar – hago ilustraciones que se proyectan en una pantalla, – improvisar… Por eso, “Excéntrico”. El show va mutando. Tiene una estructura base, pero voy probando distintas cosas, como  habitualmente se hace en una rutina de stand up. Son pequeñas unidades que si funcionan forman parte del show y, si no, son descartadas, o pueden formar parte de otra cosa e irse transformando para ingresar en otro espectáculo. Hay un bloque en donde trabajo con una base musical sobre la cual voy desarrollando pequeños chistecitos de una sola línea. Como en el Twitter que tenés que meter una idea en 140 caracteres, hago una síntesis. Son de distinta índole, unos son juegos de palabras, otros son juegos con los sentidos. También meto bastante ideología política. Trato de que el show sea vivo. No está siempre igual. A uno en la vida le pasan un montón de cosas y a veces está bueno que esa energía pueda afectar el stand up. Por eso, es bien diferente a un monólogo humorístico porque te ves atravesado por tu cotidianidad y de alguna forma eso se transmite al espectador.

 

-¿Cómo se siente compartir tu experiencia en los talleres de Stand up Comedy?

– A mí me interesa mucho porque me obligan a pensar sobre la problemática del humor. Los talleres no son clases sino encuentros. Son encuentros entre ellos y yo. Esas personas que se me acercan me hacen pensar en cosas que yo no había pensado. Y comienza entonces un proceso de retroalimentación. El que viene de fuera tiene incluso, a veces, cosas más interesantes. Te puede hacer una pregunta en la que no habías pensado. Hay que encontrar una posible respuesta o trabajar sobre la pregunta. Me gusta la dinámica que se arma. Y, a parte, conocés la forma de pensar de un montón de gente. Fundamentalmente, uno está en contacto con su pensamiento y sus propias asociaciones. Entonces cuando encontrás con personas que vienen de otros lados y vienen hacer el taller por otra motivación, observás cómo piensan y te puede ayudar. Uno se convierte en una especie de vampiro (risas), “vampirizando” al otro y utilizando lo que sirve para su profesión. Disfruto mucho de los talleres y son muy demandantes. Se arman grupos humanos muy interesantes, variados y eclécticos. Muchos se convierten en amigos y se empieza a compartir otros espacios por fuera del laburo. Hay muchos que les interesa ser comediantes, otros que van porque se desestresan de su trabajo, otros porque van a ver qué es o hasta porque les manda el terapeuta (risas).   

 

-¿Y cuáles son los planes para seguir el 2018?

– Hay muchas cosas que se van dando solas y otras que yo las planifico. Los talleres, por ejemplo, los planifico. Sé que voy a dar determinado tipo de talleres a lo largo del año.  Ahora sumé un taller nuevo en el 220 Cultura Contemporánea que se bien tiene vínculos con el stand up, la improvisación, cosas que yo hago habitualmente. Trato de dar un enfoque un poco más aplicable a otro tipo de profesiones. De alguna forma va a estar pautado a la gente que se acerque al taller. En función de que yo vea que tipo de público llega, va a ser el enfoque que yo voy a dar. Entonces si yo tengo diseñadores, comunicadores, sociales, etc. que están interesados en utilizar esas herramientas para su profesión, voy a dar una pauta de cómo enfocar el trabajo. Para que no necesariamente esas personas que se acerquen vayan a terminar haciendo una rutina de stand up con la que yo habitualmente termino mis talleres, haciendo una muestra pública abierta. El trabajo final puede llegar a ser un trabajo gráfico, una campaña publicitaria, una disertación… Hay que ver cómo se puede operativizar eso y darle el espacio de la comedia a otros tipos de disciplinas o áreas en que se desarrollen las personas.   

   

 

        

 

 

Read Previous

Para chicos y no tan chicos

Read Next

"Mujeres que compran flores": Micromundos femeninos envueltos en ramilletes