"Mi negro pasado", ¿cuál debe ser el fin de una saga?

 La escritora mexicana publicó hace poco un nuevo capítulo de la historia de «Como agua para chocolate», ambientada esta vez en la actualidad, pero que lejos está del nivel de aquel best seller. Un relato demasiado veloz que sobrevuela personajes, emociones y escenas y que poco aporta a la (re)invención de una trama inolvidable.

 

¿Qué es lo que tienta a un escritor continuar una saga? ¿Cómo surge esa pulsión a comenzar a garabatear diálogos, personajes y escenas trayendo a la memoria lo ya escrito y aplaudido? ¿Tendrá que ver con la nostalgia, con la inseguridad, con el éxito o el fracaso? Las respuestas a estas preguntas pueden ser muchas, y supongo que alguna de ellas puede (debe) estar relacionada con aportar al lector algo nuevo sobre la historia, algo que todavía –y a pesar de los anteriores relatos que se conocen- no se ofreció dentro de lo publicado, al que que lo retroalimente.

 

Hablando de manera concreta, ¿qué habrá tentado a Laura Esquivel el continuar con la saga de Como agua para chocolate, acaso su mejor libro escrito en su trayectoria como escritora mexicana? No lo sabemos, pero lo que sí sabemos es que “Mi negro pasado” está lejos de contarnos algo nuevo sobre aquella bella historia, de ofrecernos personajes tan bien construidos como los que surgieron en la primera inventiva o (re)inventar episodios que guarda con nostalgia el lector.

Ambientada en la actualidad, la reciente novela publicada por Laura Esquivel y que se promociona en su tapa como una continuación de la saga del best seller “Como agua para chocolate”  tiene como protagonista a María, la hija de Luz María y nieta de Lucía, tatarasobrina de la querida Tita, cuando acaba de dar a luz un hijo negro y todos en su familia la hacen a un lado por sentir que de esta manera mancha la estirpe.

La historia comienza a desandarse justamente cuando María vuelve a encontrarse con su abuela Lucía después de muchos años y en ese (re)descubrimiento comienzan a aflorar muchas de las tristezas y emociones ocultadas por la joven madre, quien a raíz de parir un hijo negro no sólo sufrió la discriminación de su madre y hermanos, sino también el abandono de su propio marido. Y al ser cobijada por su abuela, al mudarse a su casa alejada de la ciudad y cercana a la naturaleza, abre la puerta de un vínculo con el mundo y con ella misma (sus cuerpos y emociones) que jamás había conocido.

 

Si bien “Mi negro pasado” se vende  y promociona como la continuación de “Como agua para chocolate”, no es necesario haber leído la novela para entenderla, ya que en varias ocasiones la autora se encarga de recordarnos la historia de Tita, Rosaura y Pedro y las demás mujeres De la Garza, y justamente es en esas pequeñas reminiscencias que uno se siente algo desahuciado. Lejos están los pasajes literarios que juegan con lo simbólico, las escenas construidas desde el realismo mágico, las tensiones –románticas,pasionales,coléricas- que se leyeron en la novela que da inicio a la saga, publicada hace casi 30 años. Sólo algunas pocas perlitas se disfrutan como un delicioso banquete, ya que es una historia que sucede demasiado ligera y casi que sobrevuela a los personajes y lo que les ocurre.

 

De hecho, y paradójicamente, “Mi negro pasado” se ancla en el pecado de inmediatez que cometemos las personajes en este mundo moderno, sin conectarnos realmente con lo que somos y el lugar donde vivimos, pero lo hace a través de una historia veloz, que no le permite nunca al lector llegar a la fibra más íntima.  

La nueva novela de Laura Esquivel parece estar escrita de un tirón y se lee de la misma manera, sintiendo que por momentos va demasiado rápido para narrar emociones, angustias, tristezas y pasiones vividas por María, Lucía, Roberto o Carolina. Muertes, nacimientos, olvidos, ira y amor sacuden la vida de estos personajes, pero no logran sacudirnos como lectores.

 

Por otra parte -y fiel a la raíz de la novela primogénita- “Mi negro pasado” sí sigue al pie de la letra la receta original de combinar letras con sabores tradicionales de la comida mexicana, y es quizás allí donde el lector se siente a gusto con la autora. En los pasajes donde los platos dicen mucho más que sus ingredientes, cuando sirven para descubrir emociones o conectar almas más allá del tiempo y la distancia, es cuando uno siente estar en presencia de la escritora amante de sus tierras aztecas, esa que sabe como nadie mixturar sabores, relatos de mujeres y secretos de cocinas.

 

Desde hace años Esquivel es una militante, por así decirlo, de todo aquello que nos permita una vida más sana. Basta escucharla en entrevistas y charlas para darnos cuenta con el ahínco que vive tratando de hacernos entender lo importante de aquello que comemos, cómo lo comemos  y en qué circunstancias. Bueno es saber que todo ese empeño está puesto en “Mi negro pasado” y a eso sí lo percibimos como lectores. En primer lugar su protagonista es producto de ese objetivo, puesto que todo el tiempo giraremos en torno a una mujer como María, que lucha contra un marcado sobrepeso y es autómata de la comida, una mujer que sólo logra conectarse con sus deseos más íntimos cuando comienza a tener una relación más orgánica con los sabores que la rodean.

Y en cuanto a los lectores, la autora nos invita a un trabajo igual de sensorial a través de la lectura, no sólo con los sabores que imaginamos al leer sus páginas, sino también con los sonidos que aparecen en algunos pasajes puntuales del relato, ya que  –y como punto a favor- de comienzo a fin Esquivel propone un laberinto de melodías que acompañan la trama, generando interesantes climas. De hecho, al final de la novela hay un playlist de “Mi negro pasado” que se puede descargar vía Spotify mientras se sigue el devenir del libro. Allí sí también aparece la creativa Esquivel.

 

Después de “El diario de Tita”, que sí tenía un original punto de vista, narrando de manera sumamente íntima el otro costado de la protagonista de “Como agua para chocolate”, “Mi negro pasado” sin dudas continúa la saga pero en ella Laura Esquivel no aporta demasiados puntos interesantes a la historia y hasta podría haber sido un relato independiente que narre los claroscuros de las mujeres modernas, como lo supo hacer de manera contundente en “A Lupita le gustaba planchar”, olvidando por un momento su capítulo como autora del best seller y reinventándose a la hora de escribir.

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