El suspenso histórico de Caleb Carr fue adaptado a la televisión en diez episodios disponibles en streaming por Netflix. La serie no tiene la misma profundidad del libro, pero seduce por su magnificencia escenográfica. Pensado para quienes gustan de las investigaciones policiales más sombrías.
Nueva York, 1896: una ciudad llena de matices y contradicciones. La opulencia representada por las 400 personas más influyentes de la metrópoli en aquella época vs. la pobreza y la enfermedad esparcidas por sus barrios periféricos llenos de inmigrantes. La élite que transitaba por los bailes de gala y la ópera de La Gran Manzana también componía los nombres que «bancaban» su prostitución y corrupción. Es este el escenario de “El alienista”, el thriller de ficción histórica de Caleb Carr publicado por primera vez en 1994 y que retrata una serie de asesinatos brutales de niños “que se vestían de mujeres”.
Luego de muchas vueltas burocráticas, la obra literaria fue finalmente adaptada a la televisión por el canal norteamericano TNT y estrenó en Netflix mundialmente el pasado 19 de abril. Su fortaleza viene exactamente de la recreación de aquél mundo, donde el gris de la urbe refleja las diferentes fases y la hondura que se quiere brindar a sus personajes, entre el negro y el blanco, pero que se queda algunas veces en el intento.
El Dr. Lazlo Kreizler es el alienista que quiere trazar un perfil psicológico del asesino, descubrir sus motivaciones para anticiparse a él y detener las masacres. El protagonista de la historia es interpretado por Daniel Brühl, que se hizo famoso mundialmente por el excelente ¡Adiós Lenin! en 2003 sobre la caída del muro de Berlín. El actor – que es hijo de padre alemán y madre española – presenta una interpretación sólida como es su habitual, pero el personaje genera poca empatía y es la mayor falla de la trama. Kreizler tiene dificultad en traspasar sus emociones y sentimientos hacia aquellos que lo rodean. El doctor que trata a los enfermos mentales -considerados alienados de su propia naturaleza y que, por esta razón, eran aislados de la sociedad- se vuelve él mismo el más excluido. Si bien se revelan las causas de su frialdad e indiferencia, eso se muestra en episodios tardíos lo que engendra falta de identificación por los espectadores.
Los detalles del pasado con su padre y la relación misteriosa con su empleada y ex paciente Mary – Q’orianka Kilcher, la belleza impactante por detrás de la Pocahontas de la película Nuevo Mundo de 2005 – deberían haberse distribuido de manera más pareja en el desarrollo. El resultado es de antipatía, producida por la posición de superioridad en que él se coloca, hiriendo hasta mismo sus amigos más cercanos.
Uno de ellos es el caso de John Moore, un ilustrador del diario New York Times que tiene problemas con la bebida y las relaciones amorosas. Luke Evans es quien lo representa en la pantalla y trae más liviandad a la serie, equilibrando la falta de conmoción del Dr. Kreizler. Además de ser el galán de “El alienista” –y en muchos de sus roles anteriores, como el arquero de la trilogía El Hobbit o el villano Gastón de la Bella y la Bestia– el dibujante demuestra las reacciones más identificables al confrontarse con las mutilaciones de lxs niñxs. Es el único que no puede contenerse y que se horroriza en diferentes escenas, y quizás por eso sea el personaje más creíble. El carisma de Evans -aquel tipo de brillo cautivador inexplicable que tienen algunos- también juega mucho en hacer con que la audiencia quiera a Moore.
Lo que no se puede criticar en “El alienista” es la escenografía y su cuidado estético. Cada episodio, según la revista Variety, tuvo un presupuesto de cinco millones de dólares. La reconstrucción de la Nueva York de finales del siglo XIX, con sus divisiones de clases, fue realizada en Budapest, Hungría. La burguesía se divertía en casas, cafés y teatros decorados al agotamiento con lámparas de araña y arabescos. La ropa, los muebles y la prolijidad de todos los pormenores son reproducidos con maestría para la televisión. Sin embargo, eso no la hace una serie bella todo el tiempo, de hecho, y en contraposición, también están retratadas con igual perfección la inmundicia y la falta de higiene de los barrios más humildes de la ciudad donde transcurren los crímenes.
Muchas herramientas de cine utilizadas para la producción de “El alienista” también suman al relato. Los ángulos cenitales – tomas desde arriba – permiten mirar los lugares en extensión y generan en el público una sensación de omnipresencia de la mano del asesino serial a quien le gustan las alturas y observa todo desde allí. Otro recurso muy explotado son las simetrías, perfección que además de belleza, pone el foco en lo que se desarrolla en el centro de la escena y puede provocar intranquilidad, lo que agranda el suspenso.
Hay que destacar la presencia de un fuerte rol femenino en la historia. Sara Howard, acá Dakota Fanning – sí, ella no es más la chiquita de “Mi nombre es Sam” con Sean Penn – es la primera mujer a trabajar en la policía de Nueva York, bajo el comando de Theodore Roosevelt que vendría a ser el presidente de los EEUU años más tarde. Howard no se amedranta frente a los chistes o acoso sexuales de sus colegas de trabajo. No es una doncella indefensa como cree Moore y rompe con las imposiciones de la sociedad patriarcal de aquella época en dónde ni mismo el sufragio les estaba contemplado. Muchas de estas “obligaciones” se mantienen en la actualidad, como la presión ejercida sobre la mujer para casarse y componer una familia por sobre sus ambiciones laborales. El último episodio será determinante para la consolidación de ese personaje. Sin embargo, así como le pasa a Kreizler, Howard construye una barrera que esconde sus emociones. La distancia es necesaria para desenvolverse entre los hombres que la circundan, pero compromete su vínculo con la audiencia.
Los hermanos Isaacson – Douglas Smith y Matthew Shear – cierran el equipo de investigación de “El alienista”, sin mucho alarde. Son judíos, y así como las mujeres, los enfermos mentales y lxs niñxs víctimas del homicida, componían los marginados de aquél momento. Aún con los avances en relación a los derechos de minorías y en las temáticas de género, los alienados sociales de 1896 no distan tanto de aquellos que luchan por avances en los días de hoy.
“El alienista” tiene diez episodios y consigue mantener la tensión durante la mayor parte de la saga, con un giro inesperado en la sexta entrega, que produce complejidad y prende la atención hasta su desenlace final. Si bien no logra desarrollar la profundidad que requieren muchos de sus personajes, en especial su protagonista – el Dr. Kreizler – no aburre y gana por su atracción audiovisual. Los delitos y la ambientación hacen recordar a “Jack, el destripador”, de la misma época, pero al hacer de los chicos sus víctimas agrega a su oscuridad. El morbo está presente en la forma de los asesinatos y puede ser difícil tragar algunas de sus imágenes sanguinarias – de hecho es sólo para un público al que le gusta un estilo más realista-. La serie podría mejorar si se explotasen más las fallas que componen la humanidad de los personajes para conseguir con que el público se conecte en otro nivel con ellos.
El libro
La serie “El alienista” es fiel a la obra y los personajes de Caleb Carr. El thriller novelado es una lectura larga, alrededor de 700 páginas, depende de la edición, pero su riqueza está en la precisa recomposición histórica que hace. La obra recrea el crecimiento y, al mismo tiempo, el deterioro de la Nueva York de 1896. Los delitos y muchos de sus personajes son ficticios, pero el entorno es verídico, con algunas personalidades reales de la historia norteamericana como Theodore Roosevelt – futuro presidente del país de 1901 hasta 1909. Carr también escribió “El ángel de la oscuridad”, la secuela de la trama del Dr., Kreizler, lo que hace preguntar si habrá una segunda temporada de la serie televisiva.
Los libros fueron publicados en castellano por editoriales españolas como “Zeta Bolsillo” o “Ediciones B” y se pueden conseguir en sitios web como Mercado Libre y Amazon en papel o Ebook.