La escritora llega a nuestra ciudad para presentar “Almas en pena”, una novela que nuevamente tiene como protagonista a Samuel Redhead. Con las invasiones inglesas como marco, con nuevos misterios por resolver y con un recorrido por la Córdoba colonial, Giuffré despliega un relato colmado de intrigas, romance y aventuras.
Foto gentileza: Alejandro Meter
Ya lo advierte la propia Giuffré en el anteprólogo de su nueva novela: “… volvamos a la misiva, porque a partir de ella comenzará esta historia particular”. Así, como si se tratara de una voz ancestral que se dispone a narrar al calor de un fogón y ante la mirada y el oído atento de su audiencia, ella despliega su arte de contar y bucear con precisión en el siglo XIX.
El contexto: las invasiones inglesas. El escenario: ya no solo esa Buenos Aires que describe maravillosamente en sus títulos anteriores, sino también nuestra Córdoba a la que mira con ojos de quien sabe ver y con la lucidez de quien sabe hacer las preguntas correctas.
Obviamente, el popular médico pelirrojo -que además bien desempeña su rol de detective- es una vez más el gran protagonista de “Almas en pena”. También vuelven Clara Ocampo (su prometida), Elisa (su hermana) y Francisco Alvarado (su cuñado). Los lectores de Giuffré conocen muy bien a cada uno de ellos. Otras criaturas ficcionales emergen en estas páginas, así como personalidades de la Historia, entre éstas el Marqués de Sobremonte que tantas miradas contrapuestas ha generado y sigue generando. En medio de todo eso, la pluma de Giuffré va trazando este policial histórico que el martes presentará en la ciudad de Córdoba acompañada por Cristina Bajo.
-¿Cuáles son los hechos históricos que atraviesan la trama de esta nueva novela?
-“Almas en Pena” retoma el personaje principal de Samuel Redhead, médico y detective pelirrojo e hijo de madre española y padre británico que aparece en las anteriores novelas de la serie. Se puede leer de manera unitaria, sin haber leído las otras, como en cualquier serie policial. También aparecen en ella personajes del entorno familiar del protagonista y algunos secundarios que son históricos. La trama transcurre tanto en los meses previos como durante la segunda invasión inglesa.
Redhead viaja a Córdoba para auxiliar a su hermanastro, Willie, uno de los prisioneros británicos que por orden de Santiago de Liniers y las autoridades de Buenos Aires han sido enviados a distintos puntos del virreinato. El muchacho está confinado en la estancia de Alta Gracia en la que han sucedido algunos acontecimientos extraños y de la que se han llevado por la fuerza a su superior, el capitán Murray.
Durante la estadía de Redhead en la ciudad de Córdoba, se forja el plan para la rebelión de los prisioneros que es real pero que quedó casi soslayado por el discurso historiográfico. Me interesó contar la segunda invasión inglesa y esta rebelión desde el corazón del territorio y no desde la mirada porteña que construyó una buena parte de dicho discurso.
-En la novela aparece Sobremonte, figura que genera miradas contrapuestas. ¿Cómo fue el proceso de investigación a partir de las diferentes visiones que hay sobre él y a qué conclusiones llegaste?
-Precisamente, en Buenos Aires se suele tener una visión de este personaje histórico que no coincide con la de Córdoba. A mí me interesaba ir más allá de la opinión popular, ir a las fuentes y entender por qué esto es así. Traté de escuchar las dos campanas en torno del hecho puntual de su actuación durante la primera invasión. Quise reflejar ambas visiones en la novela y mostrar de ese modo la complejidad de las relaciones humanas y del entramado con que se construye la memoria. Trabajé con documentos de la época, tanto porteños como cordobeses, cartas del propio virrey y de los otros personajes históricos, diarios de soldados y de personas que vivieron en ese entonces. También me sirvió de mucho el libro del padre jesuita Ludovico García de Loidy, El virrey marqués de Sobre Monte, su actuación durante las invasiones inglesas, publicado en 1930, porque tiene muchos documentos en anexos que son difíciles de conseguir por otra vía. Me pasó con este libro lo mismo que con los del padre Grenón, también jesuita, que escribió el tratado más exhaustivo y documentado sobre los prisioneros ingleses y su suerte. Costó mucho encontrarlos porque no han sido reeditados, pero entre las bibliotecas, la Academia y las librerías de anticuarios, que son mi rutina y el espacio donde me siento a gusto, todo fue apareciendo.
El de Sobremonte es un tema complejo para resumir en pocas líneas. Creo que fue un gran administrador y gobernante en Córdoba, pero la invasión a Buenos Aires lo superó y lo encontró en un momento en que ya estaban en germen los movimientos pre-revolucionarios. En rigor, él siguió el protocolo y lo que el rey había estipulado en caso de una invasión extranjera (poner a resguardo el tesoro, que no era sólo el oro que acabó en poder de Beresford sino las cartas y documentos con el sello real que no podían caer en manos enemigas y entiendo que no lo hicieron). La orden era sacar eso de Buenos Aires, replegarse a Córdoba, formar un ejército y regresar para combatir al invasor. Todo eso lo hizo Sobremonte. Pero por protección, porque llevaba consigo el tesoro, se llevó también a todos los hombres del regimiento de Fijo que dejaban a sus esposas y a sus hijos a merced de los invasores mientras que al virrey lo acompañaba su familia. Estos hombres eran buena parte de la defensa que tenía la ciudad y se le rebelaron en el camino porque querían regresar a pelear. Sobremonte dejó el tesoro en Luján con la última escolta que lo siguió hasta allá y continuó camino a Córdoba, sin dilación, para formar el ejército mencionado. Pero el hecho ya lo había indispuesto con el pueblo raso de la capital. A eso se sumó la ambición de Álzaga y de otros comerciantes españoles por desplazarlo.
Ahora bien, como novelista puedo ponerme en los dos lugares, el de Córdoba que lo ve llegar abandonado y víctima de insubordinación, y el de Buenos Aires que lo ve partir con su familia pero dejándola indefensa, y puedo entender cómo se gesta la visión contrapuesta de su persona. Además, Córdoba lo conocía de antes como gobernador y le tenía gratitud por la obra que había hecho y que se veía en pueblos fundados, en escuelas, en protección de las poblaciones urbanas ante los ataques de malones, etc. Buenos Aires no tenía esa visión. Así, la figura del virrey cayó en desgracia y el Cabildo de esta ciudad lo destituyó con la anuencia de la Real Audiencia, en un primer acto de rebelión sin igual, que podemos leer como un antecedente de la Revolución de Mayo. Cisneros, el último virrey después del interinato de Liniers, no corrió mejor suerte. La mentalidad había cambiado y la colonia tenía contados los minutos.
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-Justamente otro aspecto interesante es que la novela tiene como escenario a la Córdoba virreinal. ¿Qué diferencias había en esa época entre Córdoba y Buenos Aires?
– Córdoba era una ciudad con todas las letras, con una universidad y una presencia de siglos importante en la región. Buenos Aires había sido una aldea bastante descuidada por España que con la creación del Virreinato del Río de la Plata, en 1776, se convirtió de golpe en la capital y tuvo que modernizarse a como pudo. Lo más importante para ella era el puerto, por donde entraban los productos del contrabando y a cuyos muelles los barcos no podían acercarse debido a un enorme banco de arena donde corrían el riesgo de encallar, así que todo se bajaba en botes. El primer virrey, indignado ante la pobreza edilicia del lugar, mandó construir un teatro que se incendió unos años después y dio lugar a la construcción del Coliseo Provisional, que aparece en las primeras novelas de Redhead. En Buenos Aires abundaban las iglesias, cuyas cúpulas describen los viajeros extranjeros como algo que impactaba desde el río. La más antigua era la de San Ignacio, construida por los jesuitas entre 1662 y 1675, en su primera etapa (luego fue refaccionada). También tenían sus iglesias y conventos los dominicos, los franciscanos y los mercedarios, además de otros dos conventos de monjas. En la manzana que albergaba a San Ignacio funcionó el colegio más importante que ya en tiempos de mis novelas era el Real de San Carlos, donde estudió, entre otros, Manuel Belgrano (y que es hoy el Colegio Nacional de Buenos Aires). Había pocas calles empedradas, recién desde fines del siglo XVIII, cuando Álzaga fue alcalde de primer voto, se construyeron, y de un empedrado tosco que trabajaban los presos con piedras que se traían de la isla Martín García. El resto de las calles era de tierra y cuando llovía se convertían en barro. La ciudad tenía dos hospitales, pulperías y varios cafés, además de un hotel dirigido por una inglesa llamada Clara, que era una convicta de ese país. Había también otros alojamientos más modestos, además de la Fonda de Los Tres Reyes que aparece en mis novelas. Las casas de las familias pudientes, que eran las de los mercaderes como los Álzaga, contaban con tres patios, huerta y barracas para los esclavos, y tenían los techos de teja y las paredes de adobe blanqueadas con cal, así como el suelo de ladrillos. Pero casi no había casas con una planta superior (los altos), a excepción de la de la familia Riglos, cuyo balcón se alquilaba para las fiestas en la Plaza Mayor. La plaza, en la que funcionaba a diario el mercado, estaba cruzada por una Recova que se demolió para el Centenario de la Revolución de Mayo, en 1910, cuando Buenos Aires se convirtió en una ciudad moderna y pujante, émula de las metrópolis europeas. Pero en la época de Redhead, la situación era bien distinta. Apenas había entre 10 y 15 carruajes en toda la ciudad, dos de los cuales pertenecían al protomédico. Y sólo la casa de Mariquita Sánchez y su esposo Martín Thompson, así como la fonda de los Tres Reyes contaban con bañeras o tinas, que se compraban en el extranjero. La gente se bañaba en el río (cuando se bañaba). En suma, en materia edilicia y en cuanto a la situación económica y demás, el contraste con Córdoba debe haber sido notorio. En especial para un europeo como Redhead.
-En cuanto a la trama: ¿en qué consisten los nuevos casos y problemas que debe afrontar Redhead en esta cuarta novela?
-Hay dos líneas de investigación. Una en Córdoba, llevada por el propio Redhead con ayuda del liberto Malik y del policía Eusebio Laddaga, y la otra en Buenos Aires, llevada por su hermana Elisa y su prometida, Clara Ocampo, ayudadas por la tía Rosaura y don Francisco Alvarado, que para quienes hayan leído las novelas anteriores son personajes familiares. Esas dos líneas en un determinado momento se tocan y tienen que ver con el pasado de Redhead. Pero lo más divertido para mí a la hora de escribir la novela es lo que atañe a los irlandeses desertores del ejército de Beresford, que tienen un rol muy particular en la historia pero del que no puedo hablar mucho para no arruinar la lectura a quienes recién se acercan a la obra. Me he encariñado mucho con uno de ellos y, si los lectores me acompañan y este sueño de publicar lo que escribo sigue su curso, tengo ganas de que aparezca en otra serie ambientada en la Guerra de Independencia.
-A la hora de escribir, ¿cuáles son los mayores desafíos de trabajar el género policial con el siglo XIX como escenario?
-El policial al que he adherido en mis novelas, en algunas más y en otras menos, es el que se entronca con la línea clásica. Pero no con el juego matemático o el frío ejercicio del Detection Club; sí en cambio con el policial inglés al estilo de Conan Doyle, donde el detective, además de ser cerebral, se desplaza por la ciudad, viaja, se disfraza, lucha y pone el cuerpo. Eso es lo que me divierte escribir y lo que me formó como lectora en la niñez y la adolescencia, mucho antes de entrar en la facultad de Letras y leer otras cosas. A eso vuelvo, en un constante ejercicio de buscar las raíces. Como bien dijo Baudelaire: la patria es la infancia. Y mi infancia es Dickens, es Conan Doyle, es la colección Robin Hood y las historias de corsarios y de espadachines. También es mi abuelo, del que Samuel Redhead toma muchos elementos. El desafío es no anquilosarme en la fórmula, no escribir siempre la misma novela. Por eso en ésta hay elementos sobrenaturales, más aventura, más gestos amorosos entre Redhead y Clara, y un final inesperado. Creo que lo estrictamente policial se está diluyendo en una mezcla de géneros más enriquecedora. Aunque la próxima novela, la que cierra la serie con bombos y platillos, volverá a las fuentes. Queda prometido.
Presentaciones en Córdoba y en el interior
Mercedes Giuffré estará la semana que viene en Córdoba haciendo una gira promocional de su nueva novela “Almas en pena”.
La primera presentación se llevará a cabo el martes 17 de octubre a las 19.30 en el Anfiteatro del Colegio Nacional de Monserrat (Ob. Trejo 294). La autora dialogará con Cristina Bajo.
El jueves estará -también junto a la escritora cordobesa- compartiendo una charla en la Casa de la Cultura de Alta Gracia, a partir de las 19. Las acompañará la escritora y periodista Fernanda Pérez de Babilonia Literaria.
Por último, el viernes a las 20 Bajo y Giuffré ofrecerán una charla en el Centro Cultural Cabildo.
Todas las actividades son con entrada libre y gratuita.