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"La ilusión de los mamíferos" o aquello que creemos ser

 

La narrativa contemporánea juega al mismo tiempo a ser hoy y ser mañana. Busca, por así decirlo, reflejar aquello que marca las coordenadas sociales, políticas, económicas, culturales de nuestra cotidianeidad, y al mismo tiempo conseguir luego ser referente de un aquí y ahora que ya no es. La narrativa contemporánea argentina publicada desde hace tiempo por Penguin Random –donde se incluye también autores como Luciano Lamberti, Gabriela Cabezón Cámara, Samanta Schweblin o Claudia Piñeiro-, pone entonces en la vidriera a escritores/as que hablan de hombres y mujeres de hoy, pero haciendo referencia también a un pasado como país.

 

Julián López es parte de esta narrativa contemporánea. Necesaria, visceral, políticamente incorrecta. Necesaria porque, con los años, podremos entender qué nos decían sus escenas como fotografías de urbes, en este caso puntual de Buenos Aires,  que parece no observar a nadie en particular, a pesar de los anhelos de sus habitantes. Visceral, porque sale y llega directamente a las tripas. Y políticamente incorrecta porque hace foco en aquello que hoy recién comienza a salir, sin vergüenzas, a la superficie.

 

Julián López elige para esta novela tres protagonistas. Hombres, todos ellos. Narrada en primera persona, el texto comienza y termina con la narración de alguien que, en perspectiva, recuerda aquello que lo hizo feliz, aquello que fue y no fue al final de todo. Estamos hablando de amor, por supuesto, del amor de dos hombres que se dejan ser a medias, porque lo demás no permite otra cosa.

Son ellos  y los otros. El adentro y el afuera juega aquí, casi un papel protagónico también. Ellos son, pero se recluyen, aun en medio de una sociedad que ya ha permitido muchas cosas. Quien habla, entonces, recuerda.Y en cada pasaje de su memoria se van colando otras historias no menos importantes que los encuentros nacidos desde la pasión, pero que sirven para sostener eso que se convierte en un derrotero del desamor de dos hombres que vivían un paraíso puertas adentro y sólo una vez a la semana.

El tercer protagonista no es, como quizás imaginen, uno en discordia, o sí, tal vez. Es un ausente muy presente. Es el padre de quien relata, que aún confinado a hogares de día tiene (sostiene) todavía el poder del mandato.

La pluma de López es volátil, liviana y a la vez, cruda, material. Liviana para momentos de tensión, de profunda angustia, de insoportable soledad. El autor elige para escenas desgarradoras la poesía más bella, y al mismo tiempo, para momentos de extrema delicadeza y  sensualidad, un realismo sin filtros. Dulce con el hastío, exigente con el amor. No hay golpe en la oscuridad, pero sí dolor en la ternura. Este desdoble de palabras y sus formas, da como resultado entonces una trama que no deja de tomarnos por sorpresa en cada página, sosteniendo un dramatismo que combina perfecto con las problemáticas del siglo XXI.

 

Un hombre entre dos hombres. Un hombre entre interrogantes. Un hombre que se asume pero de todas formas continúa girando en falso por quedar encerrado en disyuntivas que no sabe cómo resolver. “Nadie puede tener una vida propia y además un padre que envejece”, dirá en un pasaje López, y no hay frase que permita anclar de mejor manera este relato que pendula entre un sentimiento de amor libertario y un amor filial que inmoviliza, retrae, suspende.

 

La invitación a “La ilusión de los mamíferos” es la invitación a una lectura compleja, que precisa de un tiempo preciso para entender por qué están (dis)puestos cada una de las palabras en las frases, para descubrir por qué hay un antes y un después en la aparición de sus personajes. La trama parece sencilla, pero guarda en sí una historia tan cotidiana como necesaria para entender por dónde pasan, o deberían pasar, las (de)construcciones sociales de las que tanto hablamos.   

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