En el material de lectura propuesto por Babilonia, hoy sumamos poesía de la mano de dos referentes del género: Susana Romano Sued y Soledad Ranzuglia.
De Romano Sued compartimos un un fragmento de su libro «Algo inaudito pasa», editado en 2014 por la Universidad Nacional del Litoral.
De Ranzuglia «Una mujer que solo era en Verano» de «Como la playa, el mar», publicado por Babel.
ALGO INAUDITO PASA
Algo inaudito pasa: es el soplo de Scardanelli al volver griego el germano
O Sófocles auditando a Hölderlin de oído
Oyentes y coros en pasarelas ausultan y percuten en el ritmo trocaico
Metacarpo contra la piel si es hueco se hace audible
Y el gran caracol ampara el reverbero de los huesos del esqueleto parlante
De la larga vida femenil
Por pasar a mejor vida: pasar por delante el juez
de largo. Pasar a pie sin oír, y obedecer
Pasar de vivo y por vivo y pasar sobre la barca
desde un lado y hacia el otro con la moneda y la marca
parca lengua hacia otra lengua
Pasar de manos las cartas
No pasar de voz a letra
Audición para enemigos
Traspasar rejas del habla
Pasajear rendidas cuentas
En Portbou de Benjamin
Pasar por esto y lo otro
Por aquél y por aquélla
Sin remedio y redimido
Pasar por alto la orden
Con la debida obediencia
Pasar por armas
conciencias
Pasar por santos y sin seña
Pasarte a paso en la estrofa
de una endecha o elegía
Pasar revista y al paso
Propasarse en el oído
Sobrepasarse en el pase
fronterizo entre fantasmas, entre símbolos e imágenes
Pasar de letra a la voz
Repasar la partitura entre las pausas de Cage
2
Diotima en Coloratura
Al pasado en letanía
Caracolas oidoras del pasar algo inaudito
Justeza de diapasón: algo maldito pasó
Y yo escucho y obedezco
Según concierne
Auditor.
Una mujer que solo era en Verano
La veía por las tardes azuladas de sombras frescas que
el sol dibujaba durante las mañanas… Se acercaba al
borde de la pileta llena de agua transparente, en la que
yo nadaba con mis siete u ocho años, contorneando las
olas de un mar que aparentaba guardar en sus espejos,
todo el cielo, incluido el pino de gran altura, la bici apoyada
en la orilla y hasta algún benteveo que siempre
solía visitarme a esa hora. De a poco me acostumbré a
ver la Vida desde ese movimiento, que junto con los
rayos de la luz mayor, encendían las presencias con la
danza de mis brazos agitando el aire y las gotas que
subrepticiamente iniciaban su descenso esperado…
hasta acomodarse. Con más tiempo comprendí, que esto
último era la Vida. Y también el misterio de una estación
que doraba todo a su paso y a mi vista.
Ella era hermosa en el verano, sus hombros redondeados,
trazaban la curva justa de su cabello manso y sedoso; su
figura de ave esbelta, insinuaba que ese día era feliz. La
veía caminar como si cantara en el silencio que se abre
en la grieta de los rojos geranios del patio, suavemente
perfumados, maquillándola de resplandores tenues y
constantes hasta el anochecer…Sí, la noche era su mejor
vestido de estrellas tímidas, a veces fulgurantes y sabía
lucirlas sin pedir nada, salvo la brisa cálida y una copa
helada de buen vino para reir o pensar, sin que la sonrisa
se ahuyentara de su rostro descansado ante la magia
y el hechizo nocturno que la sostenían.
Yo era una niña, sí, pero la veía como siempre lo haría hasta hoy
que profundizo en su relieve, su capa de libélula adornada
de luces, de colores sin escrúpulos, y su altivez triunfante
al dormirse plácida y salvaje como buena mujer que
es… Pero, sólo en el verano.
En las demás estaciones, no logro recordarla más que como
a una joven sin más función que la aprendida, resguardada en sus medias
tres cuarto marrones; también como una sombra fugitiva
escapando del aire frío que todo lo vuelve sólido,
apretado y sin gracia. O como esos pálidos días otoñales,
en los que siempre es martes, sin poder avanzar en
el semanal de aquellos almanaques donde parece
haberse olvidado los días de fiesta.A la luz invernal,
su cabello la cubría como sauce demorando el brote del
verde temblor de hojas largas, dispuestas a recorrer la
tierra y con su sonido, despertar las liebres de su
madriguera… Ahora que la miro en mis recuerdos,
sólo en primavera, algo se la veía brotar; tal vez, ya sus
zapatos comenzaban a ahondar su huella, a preparar
el caldo de oro espeso con que dorar el alba augurando
su real Presencia…Claro, por eso me gusta el verano,
porque esa mujer era mi madre, y ahora que lo
digo, descubro por qué me gustan las lluvias de la
tarde… Aquellas primeras gotas que batía con mis brazos
desde el agua por el aire, son mis notas, esas primeras
y únicas notas que acostumbro a derramar, sólo
en la cálida tibieza de los días estivales.
Sobre las autoras
Susana Romano Sued nació en Córdoba, Argentina. Es licenciada en Letras Modernas, y Licenciada en Psicología por la Universidad Nacional de Córdoba, y Doctora en Filosofía por las universidades de Heidelberg y Mannheim. Es profesora titular de Estética y Crítica Literaria Moderna, en la UNCor, e Investigadora principal del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Tecnológicas- CONICET.
Se ha desempeñando como profesora visitante en universidades de Europa, EEUU, Canadá, Sudamérica, y forma parte de cuerpos académicos y científicos de universidades de la Argentina, habiendo sido distinguida con numerosas becas y premios.
Ha llevado a cabo numerosos proyectos de investigación en Argentina y el extranjero, dirigiendo equipos reconocidos y subsidiados por instituciones y agencias internacionales y nacionales sobre las relaciones de la ciencia y la cultura con el pasado histórico, la importación de discursos y las intersecciones interdiscursivas de las disciplinas, así como sobre el papel de la memoria y sus registros en la literatura y en la teoría en Sudamérica y en países europeos, focalizando en los procesos de transformación de los registros de los acontecimientos de trauma social y su ingreso en las dimensiones de la ficción y la lírica.
María Soledad Ranzuglia nació el 5 de junio de 1969 en la ciudad Córdoba. Desde el año 1994 reside en La Cumbre donde ejerció su profesión de psicóloga. Tiempo después cedió el paso a su poesía, presente desde niña, dedicándose únicamente a su manifestación.
A la fecha dispone de siete libros publicados: “Vislumbres de Sol” (Editorial Fojas Cero- 2003), “Todos Somos Creadores” (Editorial Fojas Cero- 2004), “¿Dónde estás mi Vida?” (Editorial El Copista- 2007), “La Canción Olvidada” (Babel Editorial-2012 y segunda edición 2017), “Como la Playa, el Mar” (Babel Editorial-2013), “Pequeñas Victorias” (Babel Editorial-2015) y “Diario de una Mujer” (Babel Editorial- 2018).
A partir del libro “Todos Somos Creadores” surge la poesía “La Cumbre” que da lugar a la producción televisiva junto a Canal 11 local del programa “Poesías en Concierto”, un micro de poesías televisivo por ocho años, como así también en su versión radial, Fm Contacto 102.9 de La Cumbre.
Desde el año 2005, realiza Talleres de Escritura en La Cumbre, actualmente en La Urraca, y en el año 2008 su trabajo se extiende a Córdoba, Galileo Teatro Librería, actualmente en Chateau Village (ciudad de Córdoba).
En los año 2013 y 2016 fue designada como la primera Presidente de la Sociedad de Escritores de La Cumbre. Su propuesta en la gestión cultural apuesta a las obras de los escritores que la conforman y por ello organiza más de treinta presentaciones por distintos espacios culturales a través de entrevistas con el autor y el público.
También fue organizadora del ciclo “Mirada de Autor” para el encuentro profundo con escritores diversos revelando que lo que precede a la palabra, mirada capaz de enhebrarse al lenguaje sustancial, dando forma al libro.
Escritora participante del FILBA Nacional La Cumbre, 2018 con Relato “La Casa”.
En agosto del corriente año, crea y lleva adelante un nuevo ciclo “Libros Invisibles en La Cumbre” declarado de Interés Cultural, donde destaca la poética del relato oral.