"El pensamiento metafórico está en el niño de manera natural"

El escritor, músico y poeta cordobés radicado en México Jorge Luján está de visita en su propia tierra para participar, entre otras actividades, de la presentación hoy en Buenos Aires de “¡Adiviname!”, su nuevo libro creado junto a Pablo Bernasconi. Desde Babilonia, le pedimos que nos cuente sobre este hermoso proyecto y, de paso, le propusimos hacer un repaso por su gran trabajo literario y su forma de ser dentro de las letras.

 

 

 

Hace apenas algunas semanas estuvo de paso por Córdoba participando de una actividad en Librería del Palacio de la mano de Comunicarte, y dentro de otras pocas semanas también volverá a La Docta para dar una charla en el marco de las Jornadas anuales en el Cedilij (Centro de Difusión e Investigación de la Literatura Infanto Juvenil).

“Tengo la suerte que este año puedo quedarme todo un mes”, comenta feliz Jorge desde el otro lado del teléfono en diálogo con Babilonia, por demás gustoso de ir y venir desde el río de la Plata al centro varias veces, recordando y a la vez re-encontrándose con amigos y conociendo, a cada paso, nuevos niñxs lectores.

 

Jorge Luján es cordobés pero desde hace más de 40 años está radicado en México, país que lo cobijó en pleno exilio argentino por el último Golpe de Estado de 1976, cuando él era parte del grupo Nacimiento junto a Claudia Christiansen y Liliana Felipe, aunque su trabajo como artista había comenzado antes, siendo fundador de “Los saltimbanquis” y Canto Popular. Arquitecto de primera profesión -luego se graduará en Letras en México-, Luján es una persona sumamente multidisciplinaria, poblada de talentos y curiosidades. Jorge Luján escribe (“Salando el río con una cucharita”, “Los gemelos del Popol Vuh”, “Esteban y el escarabajo”), canta y toca la guitarra (“Baúl de luna”, “Leer cantando”), cuenta (“Barco de papel”), recita (“Palabras manzana”, “El jardín de las formas”, “Como un juguete”, “Numeralia”, “Con el sol en los ojos”) y mantiene viva en su memoria todas y cada una de las experiencias vividas. De eso, dice, se nutren sus palabras.

 

Ahora en Buenos Aires, una de las actividades que lo tiene en boca de todos por estos días es la presentación que tendrá lugar esta tarde en el Centro Cultural Kirchner de Capital Federal, cuando presente “Adiviname”, su nuevo libro, realizado a dúo junto al ilustrador Pablo Bernasconi. Dibujos & poesías, adivinanzas & personajes son parte de esta bellísima propuesta editorial que reúne a dos referentes de la literatura infanto-juvenil de nuestro país.

A propósito de “Adiviname”, pero con ganas de charlar de muchas otras cosas, desde Babilonia hablamos con Jorge Luján, quien amablemente nos contó detalles del proceso de trabajo con Bernasconi –vínculo que surgió de casualidad en la Feria de Bologna en 2018-, y también recordó parte de su historia como escritor, su labor creativa en los talleres de poesía para niños y  de la mirada que tiene sobre el lenguaje.

 

– Con más de 30 libros editados, te has dado el lujo –y ellos contigo-, de publicar junto a referentes de la ilustración argentina. Esta vez, Adiviname presenta poemas tuyos con dibujos de Pablo Bernasconi, ¿cómo fue ese encuentro?

– Todo nació en la feria de Bologna del año pasado, donde nos encontramos por primera vez. Hasta allí, nunca habíamos trabajado juntos. Coincidimos en el stand de Argentina y en un momento él me dijo de hacer un libro junto. Así comenzó. Entonces empecé a enviarle poemas inéditos que son a la vez adivinanzas, porque es muy importante que sea el ilustrador quien escoja lo que quiere ilustrar, aquello con lo que pueda identificarse. Y creo que el espíritu travieso, inventivo de Pablo lo llevó a optar por Adiviname que fue algo diverso que hice para esta ocasión -nunca había hecho adivinanzas-, porque siempre busco hacer algo nuevo.

 

Desde México hasta Bariloche, ¿cómo fue escribir un libro a dúo?

– Durante un año estuvimos creando, él me iba enviando imágenes y yo poemas. Fue un ida y vuelta intenso porque es posible que yo, hasta el último momento,  cambie algo: una palabra, una coma, lo que sea, porque necesito estar seguro de que no se puede quitar ni agregar nada. El poema es así, mientras se pueda cambiar algo quiere decir que todavía no está listo.  

 

¿Qué aprendiste de un dibujante como Pablo?

– Para mí fue un descubrimiento gradual de su capacidad creativa y disfruté muchísimo a medida que lo hacíamos, proceso que nos sirvió también para ir encontrando un orden en el relato, que no estaba muy claro al inicio.  Y fue muy lindo también encontrar quién era el protagonista, porque podría haber sido un niño o una niña, pero terminó siendo una oveja, un personaje que se impone, pero que –paradójicamente- no hay ninguna adivinanza que habla de ella. De ahí  que cuando decidíamos cuál sería el hilo narrativo, cómicamente Pablo decía que esta vez sería la lana narrativa.

 

Justamente el humor es clave en las ilustraciones de Pablo Bernasconi, como si la comicidad fuera un ingrediente indispensable de su trabajo. ¿Fue desde ahí desde donde fue surgiendo ¿Adiviname?

– Absolutamente. Fue un trabajo muy lúdico, como un partido de ping-pong donde la chispa tenía que estar tanto en las palabras como las imágenes. Porque, finalmente, el humor es uno de los pensamientos más profundos que tenemos. El humor no es nada más que el chiste, sino algo que es capaz de subvertir los sentidos y permitirnos ir más lejos. Entonces algunos de estos poemas adivinanzas comenzaron siendo poemas y fueron decantando en adivinanzas, otras nacieron como tal  y se fueron cargando de los elementos poéticos como la sonoridad, el ritmo y las imágenes mentales.  

 

Hablás del humor como un pensamiento profundo, pero en tus relatos, poemas, o adivinanzas, como en este caso, la sencillez del lenguaje es clave, ¿cómo trabajás con eso tan paradigmático de las palabras?

Siempre aspiro a que lo que hago se sienta aparentemente sencillo, como si lo hubiera escrito sin ningún trabajo. Creo que eso ayuda a que el lector se abra. Que no sea una cosa recargada, que no se vean todos los hilos con los que los he tejido, que sea algo decantado, como una piedrita que el río la ha ido puliendo.

 

Palabras como magia

 

Tu bibliografía es vasta, diversa, heterogénea, ¿sos un buscador incansable en la literatura?

– Para mí es clave no repetirme, tanto para mi experiencia de escritura como de vida, me gusta que lo que respiro cada día sea un aire nuevo. Y ese disfrute radica, incluso, en probar nuevos géneros. Hace unos días con una amiga recordábamos mis libros, y me di cuenta que me he metido en, al menos, diez géneros diferentes: novelas, poemas, cuentos, comics, canciones, mitos, traducciones y todavía sigo buscando. Son como distintos universos donde la palabra mantiene la sonoridad pero puede agruparse de otra manera, y ese reagrupamiento es lo que me entusiasma, me hace sentir mi parte niño. Pienso: ¿qué va a pasar si me aventuro en esta dirección?

 

Es como descubrir nuevas alquimias…

– Tal cual. Es como sentir que es posible aspirar a que la agrupación de las palabras se vuelvan oro, que va a perdurar, que tienen un brillo. Y que, sobre todo, nos presenta un asombro. Porque creo que si uno se asombra y se entrega a una especie de energía yin a ninguna dirección, el resultado es algo compartible, como una bebida deliciosa.

 

Desde los `80 -el taller Nacimiento en México fue clave-, que te dedicas a encontrarte con los niños a través de la poesía.  Podríamos pensar que el lenguaje poético es en sí complejo para ellos, sin embargo, reproduces trabajos bellísimos desde entonces. ¿Son quizás los niños poetas sin saberlo?

– Absolutamente. Siempre pensé que hay una cosa quizás dramática en el crecimiento. El niño nace con un pensamiento analógico comparativo que le permite ir aprendiendo  el mundo a partir de las semejanzas. Esto es parecido a esto otro y aquello a esto. Eso es el corazón de la metáfora. El pensamiento metafórico está en el niño de manera natural. Lamentablemente cuando entramos a la escuela se provoca una limitación inmediata de ese pensamiento, y una especie de dogmatización de la mente para que rápidamente se vuelva lógica, cuando el pensamiento no tiene la plasticidad para hacerlo. En cierta forma, es truncar alas.  

Recuerdo, por ejemplo, una niña que en ese taller Nacimiento, escribió: “Niña es una flor con calzones. Y yo me los pongo”. Si uno lo piensa, flor como niña muchas veces se ha usado enpoesía, pero con calzones no, porque ningún adulto se atrevería a usarlo, le parecería ridículo. Y, acto seguido, ella introduce al narrador en primera persona diciendo: “Yo me los pongo”. Imagina la confianza en sí misma, todo lo que hay ahí. Por eso digo que esos16 niños durante cinco años, fueron ellos los maestros conmigo.

 

 

Jorge, el lector y maestro

 

En alguna oportunidad señalaste que “las leyes del azar que provocan encuentros insustituibles entre un lector y un libro, le han dado sentido a mi vida”, ¿qué encuentros azarosos con libros te han marcado?

– El encuentro con  Huckleberry Finn (clásico de Mark Twian) ha sido una cosa que no tiene fin. Ese personaje se cruzó en mi vida y no se fue más. Incluso recuerdo, cuando tenía 22 años, estudiando arquitectura en Córdoba me gané una beca a una universidad muy vanguardista, la Antioch College, donde era todo muy hippie pero también revolucionario, y era para mí entrar a un mundo en ebullición. Era el año 65, pronto vendría Wookstock y de pronto me di cuenta que ahí, en ese lugar, estaba vestido como él: pantalones sueltos, camisa a cuadros y sombrero amplio. Fue una empatía que sentí con ese niño aventurero que recorría el mundo y de alguna manera la vida quiso -y yo también- que recorriera el mundo como él.

 

En agosto vas a participar de las Jornadas del Cedilij, poniendo sobre la mesa los alcances y desafíos de la Literatura Infanto Juvenil. ¿Hay algo que sientas fundamental a la hora de crear en este género?

– Para mí es fundamental no tener nunca una actitud verticalista, del que sabe al que no sabe. Yo valoro tanto a los niños que el registro de temáticas, estilos y goces trato de que sea lo más amplio posible. Mi libro “Como si fuera un juguete”, que es muy vanguardista, con poemas epigramáticos, ya que son  muy complejos, fue una apuesta para mí.  Incluso maestros de algunas escuelas donde me invitaban, me señalaban que no lo entendían, y es obvio porque si uno se planta frente a la poesía sólo con el concepto de entender la vas a limitar muchísimo y te vas a bloquear.  El niño, en cambio, lo que hace es gozar de la construcción del léxico y la sintaxis.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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