Comentario de “A Lupita le gustaba planchar”, de Laura Esquivel

 

 

Del México profundo vuelve a traernos Laura Esquivel una historia inolvidable. Pero a diferencia de “Como agua para el chocolate”, aquel emblemático relato ambientado en otros tiempos y costumbres, aquí la protagonista es una mujer moderna que se aferra como puede a los sufrimientos comtemporáneos.

 

Lupita se sabe vulgar, solitaria, altanera, alcohólica, prejuiciosa. Digamos que Lupita conoce sus miserias una por una. Y las conoce porque las ha padecido en todas las noches oscuras que le tocó vivir. Pero no sabe sólo eso. Lupita también sabe otras cosas, como los cabos que han quedado suelto después del asesinato de un delegado nacional al que le tocó escoltar siendo ella parte de la fuerza policial mexicana.

 

Publicado en 2014 y reeditado hace un par de meses atrás por Suma de Letras, “A Lupita le gustaba planchar” es un libro que comienza de manera contundente, con un hecho consumado que parece demasiado fuerte para las primeras páginas, pero que sin embargo es el punto donde se inicia otro relato, el de Lupita, haciendo  foco en esta mujer que a simple vista no tiene nada que perder.  Y es la propia Esquivel como narradora, quien nos lleva de la mano para descubrir qué hay detrás de esta antiheroína, que de casualidad es testigo de hechos que nadie quiere que salgan a la luz.

Es difícil identificarse con Lupita. Ella fue una madre irresponsable, es una amiga desleal y una amante peligrosa. Ella misma, lo confiesa, sabe que sus palabras y sus actos son muchas veces hojas caídas de los árboles que nadie ve. Ya nadie la quiere, ya nadie le cree. Por eso, entiende Lupita, a nadie le importará si ella vio algo que no debía ver.  Como vive siempre entre oscuridades, rodeadas por los fantasmas de ex pareja maltratadora, madre violenta, padrastro abusador e hijo muerto que supo conseguir en su vida, los asesinos pueden pensar que no hay de qué preocuparse. Sin embargo,  Lupita por primera vez quiere hacer las cosas bien.

 

A través de breves relatos, la autora mexicana nos va contando gustos cotidianos de la protagonista. Nos cuenta que a Lupita le gustaba planchar, lavar, chingar, coser y bordar, por ejemplo, y es en cada una de esas cualidades donde se abre la puerta para conocer un aspecto diferente de esta anónima que vive en una ciudad donde todos se juzgan por igual. Ciudad que a la vez es parte de un mundo triste y rotulado. Y es  también, en cada uno de esos relatos, donde Esquivel irrumpe su propia creación con la otra historia, aquella que llega desde épocas prehispánicas, donde su pueblo era otro y eran otros los valores.

 

Por momentos policial, por momentos historia novelada, con el correr de las páginas “A Lupita le gustaba planchar” se convierte en un relato donde conviven personajes y realidades tan disímiles que cuesta creer que fuesen reales, si no habláramos de la América colonizada. Con el puntual interés de retratar un México cruzado por políticos inescrupulosos, funcionarios corruptos y hombres comunes convertidos en narcos asesinos, Esquivel logra conformar una prosa donde cada elemento juega un rol particular y nada está librado al azar.

 

Lupita comienza siendo testigo de un asesinato y termina siendo parte de un milagro. En el medio, tanto ella como los demás, deberán entender no sólo que a la verdad se llega por un camino de espinas, sino también que el universo es un todo donde cada uno tiene una razón de ser.

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