Durante el año, opinamos sobre muchísimos libros. Quizás, algunos te los perdiste, y por eso hoy te recordamos tres que quedaron brillando durante meses por ser libros que vale la pena leer o poner en lista de espera: «Llámame por tu nombre», del norteamericano André Aciman, «Las aventuras de la China Iron», de Gabriela Cabezón Cámara y «Las palabras y los días», un clásico de Abelardo Castillo.
“Llámame por tu nombre” de André Aciman
Ambientada en algún lugar al norte de Italia en la década del `80, donde el calor lo embriaga todo y despierta los sentidos más ocultos de nuestro cuerpo, el relato comienza y termina en primera persona, contando acerca de Elio, un joven tímido, sumamente inteligente y con un universo personal superlativo, que vive en una atmósfera intelectual que los estimula continuamente a nuevos conocimientos y formas de entender el mundo. El día a día de Elio, su cotidiana rutina de transcribir música, textos, leer infinidad de historias y nadar en el mar o la pileta de su casa de verano, se verá alterada un buen día, cuando reciba como huésped a Oliver, un estudiante algo mayor que él, quien trabajará con su padre durante toda la temporada estival. Oliver, norteamericano con modos y vocabulario de “muvi star” –como lo llamará la madre de Elio-, no tarda en enamorar a todos en el lugar, inclusive al propio Elio, que caerá poco a poco como indefensa presa.
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“Las aventuras de China Iron” de Gabriela Cabezón Cámara
Mostrando un lado B de la literatura gauchesca, esa que se valió de varias herramientas para retratar el país naciente en el siglo XIX y se convirtió en movimiento artístico describiendo el habitante de las pampas y los montes alejados de la institucionalidad creciente, la autora elige como protagonista de su novela a la mujer del gaucho Fierro. Por supuesto que en el relato desplegado por Cabezón Cámara no es “la mujer” de alguien sino una fémina con todo el poder que guarda ese concepto. La épica del género, claro está, es femenina. Ella es la China Iron, quien ante la huida de su esposo -ese que se la ganó por vencer una partida de naipes y luego la desposó sin otro propósito que poseerla- se aleja de su casa, abandona a sus hijos y se marcha por el camino en la búsqueda de algo o alguien que pueda salvarla.
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«Las palabras y los días» de Abelardo Castillo
Abelardo Castillo fue novelista, cuentista, dramaturgo y también ensayista. “Las palabras y los días” es, ya lo dije, un libro de ensayos. Pero sería falso, descortés e incluso mezquino de mi parte referenciarlo sólo así. Los 23 textos que lo integran fueron parte de la vida del autor, escritos entre 1960 y 1999, y narran no sólo hechos ocurridos en ese período de tiempo sino que se cruzan directamente con sensaciones y sentires de su autor en aquel momento. Algo así como las Aguafuertes porteñas de Arlt, pero sin la urgencia de publicación que se desprende de ellas cuando salían cotidianamente en el diario El Mundo.
Por eso digo que son ensayos, y no lo son, porque Castillo habla de aquello que lo conmociona –como la ciudad de sus amores, el tango, Herman Hesse, el café con los muchachos, la muerte de Sartre o Cortázar- pero al mismo tiempo va conformando universos narrativos donde pareciera que estas personas o espacios reales son, extrañamente, personajes y espacios ficticios.
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