Ana Mariani: “Fue la escritura más difícil de mi vida”

La periodista cordobesa editó este año «La Cuca», libro basado en entrevistas con Mirta Graciela Antón, la única mujer sentenciada a cadena perpetua por delitos de lesa humanidad. Después de trabajar durante décadas investigando sobre los años de plomo en nuestro país, tomando testimonios a víctimas de la violencia y la persecución política, la autora decidió ponerse frente a frente con una de sus mayores represoras.

 

 

Contradicción. Duda. Ansiedad. Temor. ¿Qué sucede cuando uno cruza la línea de aquello que era, hasta el momento, el límite? ¿Qué pasa cuando nos enfrentamos con lo que rechazamos? Las emociones que se cruzaron por la cabeza y el corazón de la periodista Ana Mariani cuando le dieron el sí para entrevistar a Graciela “La cuca” Antón fueron muchas. Desde hacía años había estado pensando la posibilidad de escribir un libro acerca de la primera y única mujer condenada a delitos de lesa humanidad en Argentina y América Latina, sin embargo, tener la certeza de poder dialogar con esa figura que tanto conocía por los testimonios de terceros hacía crecer en ella un vértigo indescriptible.

 

El objetivo fue, según lo explica la autora, reconocer en torturadores personas comunes. Su hipótesis, justamente, partía de entender que quienes fueron parte del aparato represor de la última dictadura militar en Argentina no eran seres de otro planeta y que así como agredían, sometían, mataban o desaparecían personas en horas de trabajo, eran capaces de volver a sus casas e interactuar con sus familias cariñosamente.

 

No fue tarea sencilla conseguir un contacto con ella. De hecho, se negó varias veces a ser entrevistada. Pero un día, la protagonista de este libro accedió al pedido de Mariani. Fue minutos después del día en que se declaró nuevamente inocente por todos los cargos que se le imputadaban, en la etapa final de la megacausa La Perla – La Ribera. Juicio donde recibió, días después, la pena de prisión perpetua por once homicidios doblemente calificados por alevosía, cinco desapariciones forzadas y imposiciones de tormento, entre otros delitos. En total, fueron cinco las oportunidades de diálogos entre Mariani y Antón, una pequeña e introductoria, dentro del Tribunal Federal y en el marco de la sentencia, y las demás en la Cárcel de Mujeres donde La Cuca cumple condena. Cada encuentro fue, según relata Mariani, una oportunidad para continuar investigando acerca de los hechos más dolorosos de nuestro país y al mismo tiempo un tiempo que calaría hondo en la autora por dejar huellas imborrables al estar frente al enemigo.

 

Ana Mariani tiene una importante trayectoria como periodista de investigación en derechos humanos y varios libros editados. De hecho “La Cuca” llega después de “La vida por delante. La tragedia de los chicos del colegio Manuel Belgrano”, “La Perla. Historia y testimonios de un campo de concentración” y “El horror está enterrado en San Vicente”..

En diálogo con Babilonia, Mariani contó las claves para descubrir el perfil de esta mujer policía que decenas de testigos del horror no pueden olvidar y recordó el proceso de escritura de este libro, difícil pero necesario, por ser un eslabón importantísimo dentro del periodismo y la literatura cordobesa, para seguir entendiendo y construyendo memoria sobre los años de plomo en nuestro país

 

– Desde hace años investigás sobre delitos de lesa humanidad cometidos durante la última dictadura y durante meses seguiste de cerca y observaste la megacausa La Perla-La Ribera, ¿cuándo y por qué te sentiste interesada/motivada/dispuesta a hablar con La Cuca Antón, alguien que debe haber despertado en vos tanto rechazo?

– Desde la primera audiencia de la megacausa La Perla-La Ribera-D2 y la vi sentada entre una cincuentena de represores, pensé en lo poco que se sabía de Mirta Graciela Antón, a pesar de que ya estaba cumpliendo una condena de siete años. En ese momento, yo ya contaba con testimonios de quienes habían sido sus víctimas; algunos eran conocidos, otros, no. Ese 4 de diciembre de 2012, comenzó a rondarme la idea de escribir sobre esa mujer. No obstante, tuve mis grandes contradicciones antes de tomar la decisión. Tanto es así que esperé hasta julio de 2016, pocos días antes de la sentencia, para solicitar a su abogado hablar con ella. Quiero aclarar que de no haber podido entrevistarla, no hubiera publicado el libro.

 

– ¿Qué pasó cuando te habilitaron el encuentro? ¿Cómo te preparaste intelectual y emocionalmente?

– En nuestro oficio, tenemos que prepararnos para dejar de lado la subjetividad cuando tenemos que enfrentarnos a personas que cometieron crímenes de lesa humanidad. Considero que para que lo que nos proponemos llegue a buen fin hay que realizar un gran esfuerzo, aunque a veces no logremos alejar del todo la subjetividad. En los tres años, ocho meses y veinte días que duró la megacausa traté de ahuyentar mis fantasmas todo lo que pude. Leí expedientes, escuché testimonios y tuve la contención de mi psicoanalista. Además de contar con Lucía Galará, mi mano derecha en la investigación.

 

-¿Hubo alguna variable que no tuviste en cuenta (interna o externa) que te sorprendió al hacer las diferentes entrevistas de ella como persona, policía o imputada?

– Más que encontrarme con sorpresas, pude comprobar mi hipótesis de que las represoras o los represores pueden llegar a ser mis vecinas o vecinos; personas “comunes”, que después de torturar pueden llegar a su casa como si nada y acariciar a sus hijos, a sus perros, hablar con sus plantas… Pueden venir de cometer la peor de las iniquidades como si llegaran de cualquier trabajo. En el caso de Mirta Graciela Antón, ser una buena abuela que quiere acunar a su última nieta -como ella misma lo dice en el libro- era su aspiración en esos días de cárcel. No son monstruos (aunque a veces se los califique así), son personas comunes y en esto coincido con la banalidad del mal que plantea Hannah Arendt. Y comparto con Ricardo Ragendorfer su idea: “No son monstruos, son personas ‘normales’. Y ese carácter de normalidad es lo que traza la monstruosidad de esas vidas”. Y me gustaría agregar algo: nunca fui con la idea de que Antón reconociera sus delitos, estaba muy claro que se había declarado inocente. Fui siempre pensando que en lo que ella dijera, desde lo más nimio hasta lo que pudiera silenciar, iba a caracterizarla. Y de esas entrevistas el lector tiene la posibilidad de sacar sus conclusiones ya que yo no opino ni la juzgo en el texto.

 

– Usaste como bibliografía para el libro, varios textos que analizan el nazismo, ¿desde qué punto te sirvieron a vos esos textos para abordar a la entrevistada?

– Antes de escribir, para mí es imprescindible leer toda la bibliografía posible, porque además de enriquecerme me interesa para contextualizar y comparar. Así es como en el libro aparecen otras mujeres que tienen muchas similitudes con Mirta Graciela Antón.

 

-¿Qué fue lo más difícil de enfrentar durante las entrevistas?

– Tratar de poner mi cabeza en blanco; disolverme en la mirada, escuchar y registrar lo que ella decía. No distraerme de mi objetivo, aunque a veces no fue fácil.

 

– ¿Fueron estos encuentros el mayor desafío tuyo como periodista y escritora?

– Sin duda. Además, fue la escritura más difícil de mi vida.

 

– ¿Qué cambió en vos a partir de esta experiencia tan movilizante?  

– Todos los libros me han dejado marcas. Asimismo, las dificultades que encontré en el camino, mientras los fui elaborando, me enriquecieron. Y compruebo que me valieron para enfrentar diferentes situaciones de mi vida. Son los pros y los contras de las marcas.

Babilonia Literaria

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