Se viene un encuentro nacional que reunirá más de 300 directoras teatrales provincianas

Respetando los desafíos propios de cada zona y cada creadora, “Una escena propia” buscará construir puentes y desarmar paradigmas dominantes en el teatro, desde una perspectiva de género y desde una mirada político-territorial.   

El encuentro se realizará en la ciudad de Córdoba durante el mes de noviembre. 

 

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Foto: Mery Palacios

 

La iniciativa surgió a partir de un intercambio que compartieron las directoras sanjuaninas Tania Leyes y Guadalupe Suárez con la cordobesa Daniela Martín. La idea era generar un espacio de diálogo o producción creativa con referentes de distintos puntos del país. Sin embargo, a medida que el proyecto se fue socializando, otras teatreras instalaron la necesidad de aprovechar la propuesta para debatir sobre cuestiones “más urgentes” referidas al pensamiento crítico en relación al género y a las desigualdades políticas, materiales y simbólicas entre Buenos Aires y las provincias. Así nació “Una escena propia”, un encuentro nacional de directoras provincianas que se realizará entre el 17 y 19 de noviembre en la ciudad de Córdoba.  

 

Jazmín Sequeira, una de las impulsoras, remarca que las problemáticas de género al dirigir una obra dependen mucho de los contextos en que se está inserto. “Aún cuando hemos reconocido desafíos o problemáticas comunes, nos dimos cuenta que no sirve pensar ‘en general’ o elaborando respuestas universales o totalizantes. De hecho, esa manera de pensar es propia de un paradigma masculino que es parte del problema: la realidad de las prácticas escénicas y de las distintas ciudades del país son mucho más diversas y múltiples de lo que las generalizaciones que suelen hacerse desde los discursos legitimados provenientes de la Capital Federal y de las categorías totalizantes propias de la lógica masculina”, afirma. Jazmín explica que al juntarse con otras directoras se dieron cuenta que viven realidades muy distintas, marcadas por sus diversos recorridos, la posibilidad de acceso a instituciones de formación, los recursos autogestivos o del Estado, la idiosincrasia cultural del lugar de cada una o la tradición teatral, entre muchos otros aspectos que hacen a la heterogeneidad de prácticas dentro de un país territorialmente inmenso como lo es Argentina.

 

“Desde el inicio, la propuesta fue pensar nuestro oficio y profesión de directoras escénicas desde una perspectiva de género y político-territorial, cuestionando y preguntándonos cuáles son nuestras prácticas escénicas, de dónde provienen y a qué mandatos responden”, dice Gabriela Aguirre, que también conforma el equipo organizador del evento con otras 11 directoras. Juntas, vienen trabajando con ahínco divididas en comisiones. «El laburo se vuelve más ameno al repartirse las tareas, apoyarse y tomar las  decisiones en conjunto», agrega.

 

La propuesta de «Una escena propia» tuvo una adhesión bastante inmediata y masiva: esperan más de 300 directoras de diferentes provincias y localidades. Además, se suman al grupo 6 creadoras internacionales de Montevideo. En charla con Babilonia, Jazmín y Gabriela contaron un poco más sobre sus experiencias personales, la organización y los temas discutidos en torno a este Encuentro Nacional.

 

– ¿Cuáles son los principales objetivos del encuentro en noviembre? 

– Gabriela Aguirre: Reunirnos y repensarnos en nuestras prácticas, pero también tenemos objetivos específicos. El más importante tal vez es que necesitamos un censo o estado de situación de directoras de todo el país, lo más completo posible, para poder tejer redes, intercambiar materiales, experiencias, resolver problemáticas, crear juntas, contagiar. Considero que el encuentro es una potencia en sí misma. Ver cómo otras resuelven sus prácticas, piensan su oficio, postulan sus ideas o cómo gestionan es fuertemente inspirador y vitalizante. El encuentro tendrá instancias de plenario y conversatorios conjuntos, y también espacios de creación y ensayo de dirección. No tendrá foros ni conferencias, sino que apostamos al encuentro horizontal, a la construcción entre pares. Eso constituye en sí mismo el objetivo y la identidad de “Una escena propia”.

 

– ¿Qué problemáticas ya instalaron como grupo?

– G.A.: Te cito textualmente un fragmento de nuestra convocatoria: “Si históricamente el varón tuvo más derechos sobre la escena que la mujer, el rol de la dirección parece ser la quintaesencia del mandato del hombre: ligado a la figura del líder (quien señala una dirección para guiar a los demás), del político (quien sabe hablar al colectivo y representarlo), del intelectual (el que sabe más que los actores, las actrices y técnicos), del arquitecto o capataz (quien diseña el plan general y controla que se lleve a cabo). El rol de dirección ha sido construido histórica y culturalmente de manera funcional al paradigma verticalista de dominación de unxs (llamados a ser impares) sobre otrxs (el colectivo de comunes, o bien, la comunidad). La tradición nos dice que la dirección teatral es varón, de lo que se sigue que la dirección escénica es el rol de la detentación del poder y de la asimetría política. Asimismo, existen otros relatos y modos de dirigir que se fugan de esa lógica mayoritaria y nos proponen pensar nuestras prácticas desde nuevos ángulos para ser emancipadas.” Nos proponemos repensar y autorizar esas otras formas y modos de pensar y hacer nuestras prácticas, que constituye ni más ni menos que nuestra forma de entender el arte y posicionarnos ante la vida.

 

Foto: Mery Palacios

 

– Además de las premiaciones, ¿dónde más ven reflejado el machismo en el teatro?

– Jazmín Sequeira: En toda la historia. Desde la temprana prohibición a las mujeres de pisar el escenario y el tiempo que llevó a la mujer ocupar el rol de la dirección (quintaesencia del mandato masculino), pasando por cómo los personajes femeninos han sido escritos desde los ojos de los varones. La dramaturgia universal está plagada de mitos y representaciones que estigmatizan y estereotipan a la mujer de distintas maneras que significan la perdición del hombre y de la humanidad -como en la típica figura de la bruja-, o representan la debilidad, obediencia, inferioridad, las compañeras a la sombra, la infantilización y más… Hasta las sistemáticas invisibilizaciones que operan los aparatos discursivos sobre las directoras, que no permiten construir una memoria histórica de sus aportes. Pero también en las múltiples maneras en la que los dispositivos culturales operan silenciosamente socavando nuestra autonomía y empoderamiento para ocupar lugares que se suponen para los varones o, simplemente, para ocupar otros lugares que no sean los que diseñaron para nosotras.   

 

– Se supone por la consigna que consideran muy diferente la situación para mujeres directoras provincianas y la realidad de Capital Federal. 

-J.S.: Sí. Como también es diferente ser directora en la capital de Córdoba y serlo en Villa María o en Güemes, provincia de Salta. Las capitales concentran recursos materiales que, aunque no garantizan, sí facilitan la producción de bienes simbólicos y creación de mejores condiciones. El asunto crucial es cómo autogestionar redes cooperativas para hacer circular y distribuir más los recursos, pero también no confundir la carencia de recursos con imposibilidad. Podemos agenciarnos potencias creativas de cualquier lado, el asunto es reconocer que todos tenemos estas potencias, solo que son singulares y tenemos que encontrarlas por nosotros mismos, no pueden seguir ningún modelo. Por ejemplo, ¿qué sentido tiene hacer teatro como en la Capital (cualquiera sea) si mis condiciones, paisajes y recursos son diferentes? De hacerlo solo podría dar un paso en falso. Por eso es tan importante abrir la mirada sobre lo que puede llegar a ser el teatro, no autoimponernos modelos ni normativas, sino estar sensibles a dialogar con lo otro pero desde lo propio.  

 

– ¿Intentan trasladar la problemática de género al teatro? ¿Al contenido de sus obras?

-J.S.: Algunas directoras lo hacen. En lo personal me interesa más deconstruir los procedimientos que hacen a las formas de la desigualdad de género, los esencialismos y sentidos que nos hacen creer que son naturales e intentar llevar estas cuestiones a mi manera de hacer teatro. No directamente a los temas, aunque de alguna manera más tangencial y extraña se filtran algunas preocupaciones.

-G.A.: Entendiendo la diversidad, proponemos no centrarnos en el contenido de las obras cuando trabajamos en “Una escena propia”, sino que invitamos a mirar y deconstruir los procedimientos escénicos, es decir los modos de las distintas directoras de abordar la escena, de construirla, de sostenerla, bajo esta mirada de género y político-territorial.

 

– ¿Debe el teatro ser siempre político?

– J.S.: No creo que deba ser político porque no quisiera decir lo que el teatro “debe” ser. De hecho nuestra propuesta tiene que ver con tratar de no ponernos la gorra en ningún sentido, no caer en definiciones prescriptivas o normativas; sino intentar ampliar cada vez más lo que la escena puede llegar a ser. Según mi mirada particular, pienso que hay una dimensión política en cualquier tipo de teatro, solo que no puede entenderse según una idea preestablecida o general de lo que es lo político. Se deduce en cada caso de sus propias condiciones singulares, situadas, y tiene que ver con qué tipo de diálogo establece con su comunidad.

Por ejemplo, una obra que representa un personaje femenino que es una “histérica”, celosa, dependiente de la mirada de su marido… Según los estereotipos patriarcales que construye la “grandeza” de los varones sobre la representación de las mujeres como “locas, sensibleras y fanáticas del falo del hombre”, evidentemente es políticamente servicial y funcional al machismo generalizado y heteronormado. Pero también se dan machismos al interior del ensayo que están invisibilizados o naturalizados: cuando el director (o la directora) construye una lógica verticalista, ya sea totalitaria o paternalista, donde los integrantes del grupo se limitan a servir y engordar el capital simbólico del autor/a y/o director/a. Creo que se dan formas sutiles de dominación, que parecen inofensivas -y de alguna manera lo son frente a otros abusos-, pero están alimentando de a granitos el dispositivo de poder del macho-capitalista. Y al mismo tiempo, una misma se tiene que estar deconstruyendo permanentemente para no reproducir esas prácticas.  

 

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Foto: Mery Palacios

 

 

 

Para tener en cuenta 

 

Las inscripciones para el encuentro cerraron en septiembre al igual que la posibilidad de hacer un aporte económico para su realización, ya que se gestionó bajo la modalidad de financiamiento colectivo. 

 

 

 

 

 

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