En el Cultural de Babilonia inauguramos un espacio de comentarios y opiniones sobre series, programas, películas y obras de teatro. En esta primera entrega le toca el turno a «Un gallo para Esculapio», la serie producida por Sebastián Ortega que se puede ver semanalmente por Telefé, TNT e internet.
Hace rato que Sebastián Ortega se da con sus gustos en la televisión argentina, y por varias razones.
Dentro de un espacio por demás menospreciado a veces por su baja calidad en contenido, por su sobrecarga de programas chimenteros y dependencia del prime time, él se sigue despachando con ficciones originales que logran captar la atención de aquel ojo atento a lo diferente. Lo hizo allá y hace tiempo con historias como “Lalola”, “Graduados” o más acá, con “El marginal”
En tiempos donde los actores de larga trayectoria son puestos en segundo o tercer plano, él los pone en protagónicos para que se reinventen junto a las nuevas camadas, y al mismo tiempo descubre jóvenes talentos. Hugo Arana en “Los exitosos Pells”, Luis Machín en “Viudas” o Alejandro Awada en “Historia de un Clan” para los primeros, Carla Peterson con veintipico de año, el Chino Darín para los segundos, son apenas el botón de esta pequeña muestra.
Y en épocas donde es fácil encasillarse, él sigue produciendo, creando o dirigiendo tanto comedias como dramas.
Y sucede algo más con Ortega: parece importarle realmente poco lo que digan de él en la televisión argentina. Postura que le permite mirar hacia el costado y ver siempre un poco más allá, apostando a nuevas plataformas donde ubicarse. Y eso, para quienes buscamos nuevos contenidos, es lo más importante.
Por eso desde hace dos semanas, quienes comenzamos a ver “Un gallo para Esculapio” no dejamos de recomendarla a quienes gozan de lo bueno de la TV.
La serie fue escrita hace tiempo por Bruno Stagnaro (Okupas-Pizza,birra,faso) quien es también su director, en conjunto con Ariel Staltari. Y resulta que esta serie resume, justamente, lo que ha pasado con las producciones de Underground: es sólida en su relato, su elenco sostiene todos y cada uno de sus personajes y le habla a un público al que no le importa el prime time, porque está dispuesto a verla tanto en horario de programación abierta, en repeticiones de cable, o internet. Lo importante, en resumidas cuentas, es verla.
“Un gallo para Esculapio” hace foco en Nelson (quizás el mayor crecimiento de Peter Lanzani en su carrera como actor), un joven misionero que llega al corazón del conurbano bonaerense para encontrarse con su hermano Roque de quien ha perdido todo rastro. Sólo llega con un bolso y un gallo de pelea, que será tanto una excusa para narrar la historia, como el hilo conductor que irá hilvanando escenas determinantes. En su búsqueda desesperada y sórdida, los indicios lo llevan a toparse con Chelo Esculapio (interpretado por un genial y vigente Luis Brandoni), hombre dual que convive con una pelea interna entre ser jefe de una banda de piratas del asfalto y correcto padre de familia.
La frase que le da nombre a la serie, y según cuenta la historia de la Grecia Antigua, surgió de la última cena de Sócrates, y hasta hoy se hacen especulaciones sobre su real significado. Aquí, poco importa Sócrates y los gallos, ya que la idea es el disparador de una trama que se mete de lleno en la marginalidad argentina donde la riña entre animales no es más que una vidriera costumbrista de un submundo de miseria, violencia y muerte.
Desde que Nelson llega a La Tokio –lavadero de autos que es fachada legal de Chelo Esculapio-, un abanico de personajes salen a escena. Es que una banda de piratas del asfalto no opera de manera individual, y por eso necesita de matones, bestias, seres sin nada para perder a fin de cuentas y entre los que sobresale “Loquillo”, encarnado por el propio Staltari, que sigue creciendo de a poco en cada capítulo. «Un gallo» también tiene a sus mujeres, Andrea Rincón (amiga de la familia Ortega y ya habitué de sus producciones), Julieta Ortega y Eleonora Wexler, con otro personaje agazapado que recién el cuarto capítulo comienza a mostrar las garras.
A cuentagotas, “Un gallo para esculapio” nos va narrando quién es quién, y en ese camino, descubrimos también ese otro mundo que escapa a nuestra tranquila rutina, ese universo criminal que es fácil juzgar pero que nadie se anima a enfrentar cara a cara. Por suerte quedan tipos como Stagnaro, Staltari o como Ortega que saben cómo re-crear la realidad. Por suerte quedan valientes que se animan a mostrar otra cosa para ver en TV.