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“Susurros de belleza”, la historia de dos mujeres, de una familia, de un mundo

A través de un texto sólido, sincero y transparente, la escritora Rosa Ventrella nos invita a recorrer la vida de Teresa y Angelina y -en proyección- la de todo un pueblo al sur de Italia a mitad del siglo XX. Un relato profundamente humano que se despliega a partir de la mirada personal de una mujer, que en el ocaso de su existencia, se detiene a observar cómo las circunstancias políticas, sociales y económicas torcieron el destino de toda una familia.   

Narrar las miserias vividas, las penurias de la infancia y aquellos recuerdos oscuros que quedaron pegados a nuestra memoria como alquitrán sobre el asfalto no debe ser tarea sencilla. Volver a través de las palabras para pisar otra vez la tierra que nos vio llorar, callar y dejar escapar nuestros mejores sueños de juventud debe ser tan terrible como agotador.

Sin embargo, Rosa Ventrella logra –como dice Silvio Rodríguez- convertir en milagro el barro y hacer de un pasado atravesado por las carencias, el dolor y las dificultades, un relato bellísimo.

Ambientado en el sur de Italia, en el pueblo de Copertino precisamente, la novela de la autora italiana se ubica temporalmente a comienzos de la Segunda Guerra, para luego avanzar en el calendario llegando casi hasta la actualidad.

Escrito en primera persona, quien habla es Teresa, una mujer ya mayor, que regresa con su memoria y algunos pocos elementos más –fotos, vestimentas, objetos cotidianos- a su niñez y adolescencia con la intención de reconstruir la vida de toda su familia. El viaje en retrospectiva tiene un por qué: su hermana menor, Angelina, ha muerto, y ella no puede despedirla si antes no logra terminar de unir los puntos que han quedado sueltos y por los que se escaparon los sueños de su padre y su madre, y –por qué no-, de toda una sociedad.

“¿Qué se de nosotras?”

La niñez de Teresa y Angelina estuvo atravesada por la carencia de recursos, proyectos y ambiciones. Crecieron, por tanto, pensando que esa vida era la única que podían tener, esa casa la riqueza más grande que agradecer y un matrimonio, la mayor de las alegrías en obtener. Y como el pez que es incapaz de reconocer el agua que lo rodea, esa realidad solo se convirtió en visible (y asfixiante) cuando se hicieron algo mayores y lograron entender que lo que a ellas les faltaba se encontraba a raudales a unos cuantos kilómetros de su morada, y que el esfuerzo y trabajo de su padre en las tierras del barón Personé no alcanzaba para llegar a fin de mes porque se multiplicaba en la hacienda del patrón de manera considerable.

De todas maneras, aceptaron con dignidad las reglas del juego, un poco por costumbre y otro poco por inteligencia, porque si el mundo era un lugar amenazante para un hombre, lo era mucho más para tres mujeres que se quedan solas en medio de la guerra.

Teresa, Angelina y su mamá, Catteri, serán tres mujeres solitarias –al menos hasta que la guerra se termine- a la buena de Dios en un pueblo donde todos tiran la piedra y esconden la mano. Tres mujeres que sobrevivirán a la ausencia del hombre de la casa con los únicos tres dones que se les dio en vida: la belleza, a Catteri y Angelina, y el don de la palabra, a Teresa. Con la belleza, madre e hija lograrán tener el pan de cada día y torcer (un poco) el destino, con la palabra, en tanto, Teresa será capaz de narrar esta historia muchos años después, develando incluso los secretos más oscuros.

“¿Qué sé de nosotras”, se pregunta el personaje principal en la primera línea de la novela. Y la frase es la punta de un hilo que va desarmando un tejido ajustado de tanto dolor. Dolor porque será el mundo y sus ideas, sus diferencias y desigualdades los que lograrán separarlas, cuando decidan emprender ambas caminos de un lado y otro del abismo.

 

Familiar y universal

“Susurros de belleza” es una novela difícil y por momentos tremenda, que quiere contarnos -a partir de un relato personal y familiar- la vida de todo un pueblo. Un pueblo inmerso en un mundo desigual, donde sus habitantes o se hunden de a poco en el fango de la pobreza o se revelan ante el sistema poniendo en riesgo la propia vida.

Teresa y Angelina son las caras de una misma moneda, una representará la costumbre y la subyugación, y la otra, el deseo de romper –incluso coqueteando con el mismísimo diablo- con un mundo que no está hecho a medida de los propios sueños. Y en eso, se vuelve también una novela clásica, que juega con las raíces de todo cuento universal que pone sobre la mesa la lucha entre el bien y el mal, la justicia divina y la humana, el odio y el amor.

Profundamente real, con descripciones que nos hacen viajar a ese paisaje del sur de Italia y a un  modo de vida anticuado y sencillo de mediados de siglo, esta novela logra –con un particular equilibrio- hacernos estremecer de dolor y llorar de felicidad.

Melancólica, nostálgica y colmada de descripciones cotidianas, “Susurros de belleza” es otra gran apuesta de la literatura italiana de los últimos años, que vuelve a apostar –como con Elene Ferrante- a historias mínimas de pueblo adentro que sirven como espejo de toda una sociedad.

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