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“Soy intelectualmente inquieta”

Carlota del Campo, una mujer muy vinculada al universo literario desde su doble rol de lectora y periodista, publicó recientemente su primera novela: “Tierra ardiente”.
Se trata de un relato histórico-romántico que tiene como escenario el éxodo jujeño.

Lectora voraz, periodista conocedora del universo literario, y una referente muy vinculada al mundo de los libros (en especial al género histórico-romántico), Carlota del Campo estrena su rol de escritora de la mano de “Tierra ardiente”, una novela que nos traslada a las guerras independentistas que marcaron los años fundacionales de nuestra patria.

El éxodo jujeño el escenario en el que la autora despliega la historia de amor entre Juliana de Iriarte y  Wenceslao de Echazú.

Tierra Ardiente es una gran historia de amor en medio de una geografía convulsionada por la lucha entre el ejército revolucionario y las tropas realistas, es la gesta de Belgrano en el norte argentino”, afirma la autora en la entrevista que comparte con Babilonia Literaria.

   Sos una mujer muy vinculada al universo literario desde tu doble rol de lectora y periodista, ¿cómo surgió la idea de escribir tu propia novela?

-Lectora es la palabra que me define y soy intelectualmente inquieta, siempre estoy aprendiendo algo. Esta novela nació mientras leía, casi como un «ruido molesto» en mi cabeza. Nunca me propuse escribir un libro pero tenía una trama completa revelada sin buscarla y sentía el mandato imperativo de contarla pese a no sentirme escritora. Me apasionan la historia, las culturas, las idiosincrasias, analizar los tiempos, ver cómo los hechos influyen en la vida del hombre y a su vez cómo el hombre cambia y da giros a la historia de la humanidad. Desde que dije, «lo voy a hacer», supe que no podría escapar del género que me es afín, el histórico, y tenía que haber amor porque es lo que endulza la vida. Así nació “Tierra Ardiente”.

-Tu mirada como lectora crítica es muy valorada en el ámbito literario, ¿eso ejerce algún tipo de presión en este lanzamiento? ¿Fuiste muy crítica, durante el proceso de escritura, con tu propia novela?

-Exponerse trae de la mano ser juzgado y lo acepto como parte de las reglas de juego; toda obra se convierte en objeto de análisis y crítica. Mientras escribía sentía la presión de hacer una buena novela, de conseguir la mejor versión porque todo es perfectible. Hay una responsabilidad como autor de cuidar el tiempo del otro. Hay tanto para leer, que espero que quien decida sumergirse en “Tierra Ardiente” sienta que en algún aspecto salió enriquecido: si se entretuvo, si palpitó la trama, si empatizó con los personajes, si aprendió algo. Es imposible gustar a todos y hay lectores para distintos géneros literarios. Si mi novela deja huella en quien la lea, habré logrado lo que me propuse.

No soy crítica literaria; hago recomendaciones que pueden orientar a otros lectores con gustos similares a los míos y trato de dar argumentos para justificar por qué un libro me encantó y por qué otro no tanto. Soy exigente como lectora: me gustan las tramas bien construidas, personajes sólidos y, si son históricas, la mayor precisión posible en objetos, hechos, vocabulario, categorías de pensamiento. Todos cometemos errores pero puse ahínco en minimizarlos. Detuve la escritura en infinitas oportunidades hasta encontrar la respuesta a un vestuario, a una misa, a un acontecimiento con fuentes poco claras.

-La novela rescata el tema histórico del éxodo jujeño, algo cercano a vos que sos jujeña. ¿Cómo fue ese proceso de investigación y qué lugar ocupa en la estructura dramática de la historia?

-El éxodo jujeño me es cercano pero la vida me llevó lejos y fue necesaria una gran investigación. En el colegio cuando tocó estudiar la historia y la geografía de la provincia, estudié la de Entre Ríos porque vivía en Gualeguaychú.

La investigación fue ardua, casi un trabajo de hormiga. Mi papá tenía una biblioteca heredada con libros locales antiguos y de escasa difusión. Allí encontré el «clima, la ambientación» de «Tierra Ardiente». Luego seguí las campañas militares del Ejército Argentino a través de especialistas en la materia y dediqué al menos cinco años a recorrer la Feria del Libro de Buenos Aires para hallar datos que completaran los baches.

La Historia es el esqueleto de la novela, toda la estructura está armada según los movimientos de las tropas y donde se ubicaba el conflicto.

-Contanos un poco sobre los protagonistas de la novela: Juliana de Iriarte y  Wenceslao de Echazú.

-Trabajé mucho a los personajes y sus cualidades, los puse a prueba en cada encrucijada para que cada uno actuase según su forma de ser y circunstancias. Juliana es una niña de catorce años al comienzo de la novela. Es impulso, es visceral, no se conforma con acatar lo que otros planean para ella, es un poquito egoísta e inmadura porque su único objetivo es irse de su casa para reunirse en Buenos Aires con una tía que prometió buscarla. Tiene todas las potencias listas para desplegar cuando conoce a Wenceslao. Su inexperiencia impide que reconozca el sentimiento que va surgiendo.

Wenceslao es un personaje para enamorarse. Es sensible, emprendedor y tiene un corazón noble que conquista. Es un hombre que tiene dudas, medita sus acciones y es un hombre de palabra. Enternece el vínculo que tiene con sus padres y hermanos y es todo un caballero. Los acontecimientos lo llevan a tomar las armas muy a su pesar.

-¿Cuáles fueron los mayores desafíos de escribir esta novela?

-Aprender a escribir novela, pasar de las frases cortas del periodismo, sin adjetivos ni adornos a redactar párrafos largos y sostener la escritura horas y horas. La tarea me llevó años, tomar cursos, talleres, buscar maestros y sostener el objetivo pese a decenas de obstáculos personales que tuve que sortear. Cuando al fin entregué el manuscrito en diciembre 2019 la edición se dilató casi año y medio por la pandemia.

-¿Con qué se va a encontrar el lector/a de “Tierra ardiente”?  

-“Tierra Ardiente” es una gran historia de amor en medio de una geografía convulsionada por la lucha entre el ejército revolucionario y las tropas realistas, es la gesta de Belgrano en el norte argentino, es la división de bandos aún en el seno de las familias, es un viaje al comienzo de las guerras de independencia.  

Fotografía: Alejandra López

Sobre el libro

Juliana de Iriarte anhela escapar de Jujuy para huir de un matrimonio sin amor. El tarijeño Wenceslao de Echazú decide forjar su porvenir más allá de los prósperos negocios familiares. Sin embargo, de un día para otro, las determinaciones tomadas en la lejana capital virreinal por un grupo de porteños cambiarán el rumbo de la historia y de sus vidas. La revolución de Chuquisaca del 25 de mayo de 1809 altera por completo a los habitantes del Alto Perú y ya nada será igual en el virreinato del Río de la Plata.

La orden de Manuel Belgrano de dejar “tierra arrasada” al enemigo godo en su avance persistente hacia el sur arroja a los dos jóvenes a un destino nunca imaginado: Wenceslao se ve compelido a cumplir con la promesa hecha a su querido hermano Rafael mientras Juliana debe sumarse al repliegue del ejército tras quedar abandonada, casi a su merced, en la finca jujeña. Sin elegirlo, el Alto Perú y la Intendencia de Salta del Tucumán se convertirán en campo de batalla entre fidelistas al rey de España y los revolucionarios que luchan por la libertad de los pueblos. 

 

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