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Feroces reflejos contemporáneos

Después de las novelas “Que todo se detenga” y “Lila”, el autor argentino Gonzalo Unamuno publicó este año “Tu jardín salvaje” con cuentos que observan desde un lugar sumamente crítico la generación sub-40 de jóvenes ochentosos.

Parte de la joven generación de las letras argentinas, (de hecho participó en la charla Literatura sub-40 o cómo escribir relatos como cortometrajes) el escritor Gonzalo Unamuno (Bs. As.) sigue abriendo camino con propuestas narrativas que atraviesan la contemporaneidad de manera directa, dejando en ese corte varias heridas para observar.

Primero lo hizo con los libros de poesía “De otra luz” (2007) y “Distancia que nadie ocupará” (2011) y la nouvelle “Acordes menores para Marion Cottillard” (2011), luego irrumpió con las (tremendas) novelas “Que todo se detenga” (2015) y “Lila” (2018), y ahora se despacha con la antología “Tu jardín salvaje” (Criolla), donde vuelve a poner sobre la mesa temas y personajes que sirven tanto para desmenuzar nuestra realidad como para dejar testimonio de lo que somos aquí y ahora.

Los personajes que habitan los cuentos de Unamuno son imperfectos, y se enorgullecen de serlo. Egoístas, inseguros, ambiguos, duales, amorales, perversos (al extremo), ególatras; hombres y mujeres que en cada oportunidad que tienen, demuestran que se sienten dueños del universo. A medida que uno lee, se pregunta, ¿seremos realmente así quienes nacimos allá por los ’80 y venimos atravesando la tercer o cuarta década de vida? Si lo somos, ¿es entonces una especie de denuncia la que hace el autor a medida que nos narra seres dispuestos a matar, abandonar o destruir?

Gonzalo Unamuno presentó el libro en la Feria del Libro Córdoba 2021. Gentileza: Agencia Cba Cultura

Tal vez sí, tal vez no. Lo que sí sabemos es que  cada núcleo dramático activa una reflexión diferente en nosotros que está a la vez anclada en alguna de las tantas falencias del sistema, repugnancias humanas o injusticias sociales.

En “Sacar la basura”, por ejemplo, un hombre en primera persona narra la expulsión de su ¿propia? casa luego de que él mismo haya abusado de su hijastro. El relato, colmado de descripciones de espacios y protagonistas –de él, uno joven caído del sistema; de ella, una veinteañera con un crío a cuestas y un pasado plagado de ausencias; de la habitación, derruida, maloliente, humilde, como el barrio montevideano donde se encuentran-, se presenta entonces desde el más absoluto yo, de quien se sabe culpable pero que -al mismo tiempo- busca (auto)dispensarse. Como si su propia historia pudiera absolverlo, como si la extrema situación en la que viven ya no fuera para tanto. 

O en “Tu jardín salvaje”, nombre que da título al libro, donde el autor desovilla la historia de un futuro femicida (las claves se encontrarán luego en sus últimas dos novelas) revolviendo en su infancia las raíces de ese perfil asesino. Un niño, renegado, señalado, golpeado, abandonado, cobija en su interior al monstruo y alimenta su propio infierno, averno que luego exteriorizará entrando a la adolescencia como única manera de comunicarse con el mundo.

Y así es que de a poco, a medida que se lee, cobra mayor sentido el juego de contradicción de su título, donde lo bello se vincula con tremendo, lo fértil, con lo destructivo.

Seres urbanos

La urbanidad también se presenta en los cuentos de Unamuno como otra protagonista. Como diría Umberto Eco, esa “poética del espacio”, nos invita a descubrir cómo ese territorio a veces hostil, a veces amable, pero sin dudas nunca ajeno a nuestras vidas dentro de las grandes ciudades, nos construye y condiciona en nuestra forma de pensar y hacer. La ciudad como escenografía de hechos infames, pero también como generadora de seres proclives a la destrucción. No es casual que leyendo a Unamuno me vinieran a la mente algunos de los personajes de Roberto Arlt, el genio creador de aquellos infames Lanzallamas o del incomprendido Jorobadito. De aquellos textos creados entre los `20 y los `30, en el caldo de cultivo del capitalismo salvaje y urbano. Algo de todo eso sobrevuela en este libro que despliega en sus páginas historias voraces que suceden tanto en edificios céntricos, moradas de barrios vulnerables o exclusivos countries.

Unamuno propone en su literatura textos que inquietan, relatos por momentos crudos y bestiales que no hacen más que mostrarnos una vidriera de seres vomitados por esta sociedad, que deambulan por las calles y se mezclan entre nosotros buscando (sobre)vivir a un mundo que planteó hace años las reglas del juego. Los textos de Unamuno inquietan, como dije, y esa es, quizás, su mayor riqueza.

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