"Recursos urbanos", cuentos para (re)pensarnos en sociedad

Como parte de la colección «El Llavero» (Comunicarte), el cordobés David Voloj publicó hace algunos meses «Recursos urbanos» donde despliega cuentos y personajes que son producto o reflejo de nuestra moderna y globalizada sociedad que replica en serie estereotipos, deseos y mandatos.

 

 

¿Con qué cuentan hombres y mujeres de mediana edad, casadxs o solterxs, que viven en el centro o la periferia y con un trabajo más o menos estable para (sobre)vivir en esta Argentina del siglo XX? ¿Qué mano nos da la ciudad, el barrio, nuestro grupo de pares, colegas, pareja, hijos, vecinos, un jefe en cuestión o los políticos de turno para surfear las contrariedades de esta sociedad moderna que nos ubica siempre en un tire y afloje de nuestros deseos y realidades? ¿Cuánto de violento hay en cada decisión que tomamos día tras día para alcanzar esa imagen perfecta que se proyecta en nuestra mente?

 

Estas preguntas no están en ninguna de las páginas del libro, sin embargo sobrevuelan de principio a fin la propuesta narrativa del escritor cordobés David Voloj en “Recursos urbanos”. O al menos yo, como lectora, me sentí interpelada por los interrogantes que quedan al final de cada uno de los cinco relatos del libro, parte de la colección “El Llavero”, de editorial Comunicarte.

 

El capitalismo nos habla de “Recursos humanos”, de esos que -supuestamente- existen en una empresa o institución para “ayudar” a que se cumplan los derechos del empleado. La sociedad, el mundo, la realidad en que vivimos, en cambio, nos da sus recursos urbanos, lo que hay a mano para seguir caminando.

Los personajes de Recursos urbanos no están ubicados en coordenadas reales de ninguna ciudad. Tampoco hace falta. Es fácil reconocerlos como coterráneos de la ciudad y por qué no del país, que viven como cualquiera de nosotrxs angustias e incertidumbres que nos plantea el día a día como ciudadanos de una urbe donde todos se esmeran en ser alguien, alcanzar la ansiada zanahoria o salvarse del que está cayendo. Algunos proyectan ambiciones en familia, otros sufren en soledad, algunos están a gusto con su vida otros en cambio no hacen más que mirar eso que no tienen. La «ausencia de», por así decirlo, siempre es el disparador de las historias mínimas que se desarrollan en el nuevo libro del autor.

 

En “Squash”, que abre el libro, el empleado de una multinacional se anima a dar el paso con el que soñaba desde que hizo números con el nuevo cargo, y después de mudarse a un barrio cerrado, ampliar la casa y cambiar el auto, estará dispuesto a llegar hasta las más estrambóticas falsedades con tal de no bajar nuevamente de status.  En Inevitable, el autor juega con la idea del karma de las personas, indagando sobre la enfermiza costumbre que tenemos muchas veces de tropezar siempre con la misma piedra y no ver más allá de nuestras propias frustraciones. ¿Por qué será que lo inevitable estará siempre ligado a lo fatal? En Recursos, quizás el cuento escrito con mayor libertad en el uso del tiempo y el espacio a nivel simbólico, el autor imagina a uno hombre que se ha quedado solo en su casa al irse su esposa en un viaje de negocios. La rutina vuelve atrás y aprovecha sus momentos en soledad, pero en primer plano sucederán hechos que ni siquiera podrá pensar en resolver. De manera exagerada, el relato plantea con humor uno de los temas vigentes en la sociedad actual: la igualdad de derechos. En Plan, una pareja esgrime un secuestro pero el amor y sus contrasentidos tiene un plan mejor para ellos y por último, en Inseguridad, un hombre y una mujer, demasiado influidos por lo mediático, viven en carne propia esto de la “sensación de inseguridad” tratando de encontrar un lugar a salvo para su nueva Tablet. El afuera es ajeno y aterrador, adentro es siempre mejor, incluso cuando también se vuelva inseguro.

 

Es impensable pensar a un hombre fuera de las coordenadas sociales, culturales, políticas y económicas en las que vive. Recursos Urbanos plantea, entonces, cómo se construye ese estereotipo que por más que nos parezca extraño al leerlo, a veces se parece demasiado a nosotros. Por más singularidad que busquemos, no somos más que un producto de un mundo que reproduce en serie modelos, mandatos, placeres y deseos. Llevados al extremo y generando una atmósfera apremiante, los relatos de Voloj funcionan como los episodios de Black Mirror pero sin tecnologías de por medio, donde lo exagerado termina siendo lo único que nos logra hacer reflexionar. 

 

De lectura ágil y dinámica, con vocabulario sencillo pero que interpela, Voloj nos invita a una nueva cita con la lectura donde vuelve a hacer foco en anónimos urbanos –como ocurrió en Los suplentes-, que son ni más ni menos que botones de muestra de lo que somos o podríamos ser si no ejercitamos diariamente con ojo crítico el mundo que nos rodea.

 

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