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Gilda Izurieta: “Pienso que Japón nunca se termina de contar”

Como toda crónica de viaje, “Parece sangre en el paño blanco impecable” es una invitación a experimentar el asombro ante lo desconocido, lo diferente. La escritora y periodista Gilda Izurieta cuenta aquí de manera íntima, su visita a Oriente, atravesada por el comienzo de la pandemia y regida emocionalmente por su ciclo femenino.  

Gilda en la presentación realizada en Buenos Aires.

¿Quiénes somos cuando viajamos? ¿Qué estamos dispuestos a descubrir, qué a dejar de lado? ¿Cuánto nos animamos a avanzar ante lo desconocido? ¿Cuánta expectativa nos atraviesa?

Gilda Izurieta (periodista, escritora), viajera de experiencia, armó las valijas allá por comienzos del 2020 con la premisa de hacer ese desembarco en Oriente que tanto deseaba. Partió y llegó del otro lado del mundo, tal como lo había planeado, sin saber que justo en ese momento llegaba a Argentina el primer enfermo de coronavirus, o sea, cuando el mundo se acercaba a vivir un momento bisagra. Así lo narra en su crónica “Parece sangre en el paño blanco impecable”, última producción editada por Fruto de Dragón e ilustrada por Caro Bognar, donde cuenta su periplo por diferentes ciudades de Japón.

La aventura comienza en Kyoto, antigua capital de este país tan enigmático como legendario, donde Gilda busca estabilizar su eje, mientras comienza a observar con sus ojos de occidente rostros, espacios, modos de una cultura signada por la sencillez y el silencio. Aunque desde su celular los mensajes sobre una pandemia parecen querer agobiarla, el entorno sereno que la rodea la invita a la quietud. Y la quietud a la introspección, y la introspección al contacto con su cuerpo, un cuerpo que también siente deseos de anclarse y ceder. Es entonces cuando su ciclo se hace presente.

“El libro tiene un eje puesto en la menstruación, la sangre y una conexión entre mujeres”, reconoce Gilda Izurieta en este diálogo con Babilonia, cuando se le pregunta acerca del anclaje concreto de su libro, al tiempo que comienza a desovillar el porqué de su propuesta de escritura donde eligió no invisibilizar el ciclo femenino, sino ponerlo en el centro de su experiencia, una decisión narrativa, política y feminista, que estableció las claves de esta crónica de viaje que nos invita a pasear a través de la historia japonesa.

-¿Cómo fue ese registro hecho día por día del viaje a Japón, que después se convirtió en libro?

-Fue bastante rústico, porque si bien fui con muchas ganas y algún material leído no viajaba para escribir. Sí me pasó que apenas llegué tuve la sensación de haber caído en otro planeta o de estar caminando en un espacio absolutamente distinto. Y eso es un material que solo se va armando. Cuando alguien que escribe visita un lugar que no conoce (de su país o de otro) ahí ya empieza a trabajar algo del estímulo que se abren los radares y mira con otros ojos y puede también ver cómo es uno mismo. El registro arrancó entonces por la sorpresa, lo extraordinario de lo que me rodeaba, saqué muchas fotos, escribí algunas cosas (porque tengo esa costumbre) y a partir de ahí fue surgiendo la idea de un libro, aunque tardé bastante tiempo en darme cuenta de que podía hacerlo, casi dos años después.

-Hay un vínculo central en el libro, un hilván que acerca una cultura milenaria con una mujer que viene del otro lado del mundo. La sangre como un fluido sin tiempo que une Oriente de Occidente. ¿Cómo fue ese proceso de descubrir el eje del relato?

-Tiene un eje puesto en la menstruación, la sangre y una conexión entre mujeres. Yo creo que eso surgió a partir de la escritura del libro, bastante tiempo después de mi vuelta al país. Me puse a escribir algunas escenas y me di cuenta que en el recuerdo de algunas situaciones estaba muy presente el hecho de que yo estaba menstruando mientras viajaba y que las sensaciones de que estaban muy mediadas por este periodo, por lo que estaba sintiendo en mi cuerpo. Y creo que por alguna cuestión de mi feminismo y una decisión política de no visibilizar la menstruación en nuestras vidas cotidianas y nuestros relatos, creo que primero apareció la idea de escribir sobre las mujeres y segundo apareció esto: no tengo por qué invisibilizar que estaba menstruando, que eso modificó mis sentidos, mis interpretaciones. Me parecía también importante mostrar cómo a veces sentirse mal puede generar algunas situaciones y evitar otras. Hay una escena donde cuento la interacción que tengo con una chica en un bar que –claramente- ella está tratando de charlar conmigo y no estoy pudiendo porque me estoy sintiendo muy mal físicamente.

Así que el eje apareció primero por una técnica narrativa, segundo por una cuestión política y tercero porque  me parecía muy importante. 

Imagen tomada por Gilda en el barrio de Gion, Kyoto.

– Por otro lado, es un libro que narra un viaje en un momento bisagra de la humanidad, el ingreso a la pandemia. ¿Cómo recordás ese tránsito, sentís que condicionó tu estar allí?

-Haber viajado en el principio de la pandemia fue algo muy condicionante tanto a la hora de estar allá y como de escribir después. Me fui el día que entró el coronavirus al país, y pensé realmente –por supuesto que nadie podía preverlo- que podía tomar ese riesgo y que con eso bastaba. Durante el viaje todo se va poniendo más tenso con respecto a eso porque estoy pudiendo hacer algunas cosas y otras no, desde Argentina la gente me dice que tengo que volver, entonces aparece en el libro como un factor de peligro. Y después, a la hora de escribirlo, volví al país y comenzó la pandemia, entonces ahí estudié más, escribí, entonces creo que la pandemia y todo lo que la rodeó fue muy importante; quienes lo lean van a hacer sus propias lecturas.

Shirakawa-go, fotografía tomada por la autora.

Un libro no nos permite conocer un lugar, apenas si logra transportarnos. Sin embargo, esa lectura a veces se hace carne y comienza a tirar y tirar hasta que logra atraernos hasta él. Gilda viajó por Kyoto, Osaka y otras ciudades japonesas; caminó sus calles, celebró sus rituales, luego volvió, investigó, leyó, pero sabe de todas maneras que siempre hay cosas que quedan afuera del relato, y que por eso, es necesario volver, o al menos, releer.

-¿Quedó algo por contar?

-Quedaron por contar muchas cosas, aquello que no visité, un lugar que quería ir y no pude y otras cosas que quedaron afuera porque no iban con el hilo conductor del libro. A mí me parecía que el libro tenía cierta organicidad a cerca de uno o dos temas, entonces si bien estuve en otros lugares y me pasaron otras cosas, tal vez contarlas sin ningún tipo de criterio así que pierda el eje.

Por otro lado pienso que Japón nunca se termina de contar. Esto ya como una sugerencia de lectura japonesa, estoy haciendo un taller de literatura clásica japonesa y hablábamos de que muchas veces los textos, las traducciones del japonés son complejas.

Hay algo de Japón que siempre me atrae mucho, el misterio de que nunca llegamos a saber exactamente qué pasa allí. Más allá de la globalización, la tecnología, tenemos problemas de traducción, o sea, no sabemos qué significan ciertos conceptos, ciertas palabras, entonces Japón es una fuente interminable de lecturas que por suerte está cada vez más presente en Occidente, y sobre todo en nuestro país.

-Pasado un tiempo, ¿hay algo que perdura de ese viaje en tu forma de ver/estar en el mundo? ¿Los viajes pueden cambiarnos o somos otros cuando los hacemos?

-Los viajes son, creo yo, la forma más radical de modificar nuestra forma de ver el mundo, de alguna forma ontológica diría. Incluso viajar a un lugar tan distinto como Japón. Yo había viajado a otros países, Colombia, Europa, pero viajar a Oriente es una vidriera y un espejo, porque al ver una cultura tan distintas también observa la propia que al estar tan naturalizada cree que es “normal”, aunque todas nuestras acciones son -en realidad- construcciones sociales. En definitiva, viajar a un lugar tan distinto como Japón hace que uno se vea a una misma. Eso cambia formas de pensar, de llegar a conclusiones. Para mí viajar es una forma de estudiar, de incorporar información, nuevas miradas de conectar con los otros.

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