La talentosa escritora cordobesa acaba de editar «Furia de invierno», una novela breve y contundente que ahonda sobre la compleja vida de un hombre sin salida.
En Babilonia dialogamos con Suez sobre esta historia laberíntica, poderosa y de fuerte contenido visual.
Luque huye, lo sabemos desde el primer párrafo. ¿De qué? Esa es la incógnita… Él es un personaje oscuro, misterioso. De esos que a simple vista parecen invisibles, de los que crecen bajo el amparo de sus propias sombras y de los que no encuentran salida, aún cuando ocasionalmente la buscan. La escritora cordobesa Perla Suez traza con destreza el perfil de este hombre sobre el que se sostiene su nueva novela «Furia de invierno», editada recientemente por Edhasa.
Breve y de fuerte contenido visual, cada escena inquieta, angustia, sorprende y nos enfrenta a las distintas etapas de Luque, desde su infancia hasta su adultez (de hecho, el libro se estructura en tres fechas: julio de 1979, octubre de 1983 y julio de 1994).
Los años no son casuales y, aunque se trate de una ficción, es imposible para el lector no asociar los pasos de Luque -la mayoría desacertados- a esas décadas, a esos tiempos, a esos hechos de nuestra Historia reciente.
Experta en crear climas, Perla Suez elabora una narración laberíntica, asfixiante, sin salida y furiosa.
Tras su presentación en Buenos Aires y previo a lo que será su lanzamiento en Córdoba (programada para el mes de mayo), la prestigiosa autora dialoga con Babilonia sobre «Furia de invierno».
– ¿Cómo surgió la idea de crear un personaje como Luque?
– El personaje nace a partir de una preocupación mía, una especie de obsesión por escribir de esas tantas personas que no encuentran un sentido en la vida, esos outsiders, zombies de carne y hueso, que van por ahí sin que los veamos.
Luque arrastra un pasado terrible y escapa de eso. Quiere resolver su vida de alguna manera, pero cada vez se va metiendo más en el barro…. Como autora estaba tentada en tenderle una mano, en ayudarlo, pero lo cierto es que quería contar la historia de alguien que no tenía salida.
-Es un personaje que pese a sus oscuridades, genera empatía en el lector.
– Es muy contradictorio. Lo construí con la idea de meter imágenes oníricas, y después fui creando escena -como la de Robledo en la pensión- que me ayudaron a plasmar la ambivalencia del personaje.
Hay personas que viven así, que viven como entes, y a mí eso es algo que me horroriza porque el mundo se va complejizando, no le da posibilidades y los expulsa. Son seres invisibilizados.
– En el libro hay un juego entre lo onírico, los recuerdos, lo real… Y pese a esa mixtura, el lector no se confunde, por el contrario, sabe muy bien lo que está pasando.
– Era un desafío tener en claro dónde terminaba esa frontera, ese mundo fronterizo del personaje y todas esas cosas que le ocurren. Una cosa era la confusión de Luque y otra muy distinta confundir al lector. Yo no quería que el lector se confundiera o que pensara que Luque era un loco, y eso fue algo muy difícil de resolver.
En él hay una búsqueda desesperada, y cada vez que encuentra a alguien que lo ayuda no puede hacerlo.
– Es un personaje con varias capas, su infancia es tremenda…
– Es terrible, pobrecito. Y yo también sufrí una contradicción: quería salvarlo pero sabía que si lo salvaba iba a ser una historia más, y en términos reales el mundo es mucho más complicado.
– La novela se estructura en tres períodos, década del 70, del 80 y del 90. ¿El personaje te marcó esos tres períodos o los elegiste vos y fueron fundantes para elaborar la trama?
– Siempre cuando me siento a escribir ubico la historia en un tiempo determinado, será por eso que no le temo tanto a la hoja en blanco. Invento una historia, la ubico, la divido en partes, veo cómo funciona…. La fecha de cuando nació, su edad, el año que tenía cuando se va, era algo importante. Si bien en algunos casos no era decisorio en el final la fecha condiciona al personaje y lo define.
-En esta novela vuelve a aparecer tu escritura cinematográfica, muy visual…
– Sí, porque yo cuando escribo necesito ver la escena, como en el cine. La literatura tiene que visualizarse. Si lo veo en mi cabeza lo tengo que construir. Es algo que tiene que ver con un ritmo interior y un modo muy personal de escribir. Nunca vas a encontrar una novela mía extensa, hay algo en mi ritmo interior que me lleva es escribir de manera breve, esto es lo que soy.
– Y también vuelven a aparecer los ríos, el agua, como parte del paisaje y de la historia.
– Yo me crié en Entre Ríos, para mí el Paraná, el Uruguay son parte de mi historia, de mi infancia. Es como que siempre están ahí los camalotes flotando, los irupés dando vuelta….
– Más allá de la trama, ¿en qué creés que se diferencia esta obra de tus novelas anteriores?
– Hay siempre un desafío cuando uno escribe, no me puedo repetir y eso es difícil. En este caso quería escribir una historia oscura, sostenida por un solo personaje… Una novela inspirada en el cine de Lynch. Tenía el deseo de armar un personaje extraño pero que no confundiera al lector. Además también quería romper con lo autobiográfico, aunque siempre algunas cosas están presentes.
Me propuse abordar un tema fuerte, contar la historia de un tipo que no iba a salir adelante nunca.
-Tu literatura crea climas, aquí hay un clima de opresión, de violencia…. ¿cuáles fueron los desafíos de transitar esos tópicos desde la literatura?
– Hay mucho trabajo por detrás. Hago bosquejo, borradores, empiezo como en el cine, como si fuera un montaje… Desde lo que yo quiero y lo que realmente puedo hacer debo transitar un largo camino.
Para mí fue muy duro encontrarme con Luque, meterme en su piel. También fue difícil escribir sobre mujeres como Isabel o Rita.