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"Me considero un cronista activo que trata de apropiarse de la ciudad a través de la escritura"

El periodista y escritor argentino Laureano Debat presentará mañana en Córdoba su libro «Barcelona inconclusa», un compendio de relatos acerca de esta ciudad española donde habita desde hace diez años. Se trata de un volumen que nació primero como un blog de viaje, donde Debat fue retratando los rincones de la nueva urbe a medida que la iba conociendo, mixturando en cada trama su yo inmigrante argentino, observador, visitante, cronista y autor. 

 

 

Laureano Debat es un periodista argentino. De la provincia de Buenos Aires, más específicamente, pero desde hace tiempo se siente también catalán. Su residencia en Barcelona es, por supuesto, un dato fundamental en este cambio. Pero es cierto que muchos otros argentinos como él viven en la principal ciudad de Cataluña desde hace años y no por eso se sienten pertenecer allí. O sea, su estar, no significa adueñarse del entorno. Laureano, sin embargo, sintió una necesidad vital de conocerla en el sentido más completo que puede tener la palabra. No quiso estar por estar, caminar, oler, ver, como quien pasea por un escenario montado, sino que eligió deambular por sus calles, percibir sus aromas, reconocer su fisonomía y descubrir aquello diferente para hacerlo propio.

 

Laureano Debat es entonces el autor de “Barcelona inconclusa” (editado por el sello catalán Candaya), un libro que compila sus relatos (micro-macros) acerca de la multicultural ciudad española, producto de casi diez años de habitarla y que surgió primero como un “blog de viaje” ni bien llegó allí como flamante estudiante de un posgrado en periodismo.

 

Sus recodos, misterios, sus caras visibles e invisibles, sus puntos turísticos masivos y aquellos que ni los catalanes conocen, su gente, sus inmigrantes, visitantes, laburantes. La política que la cruza, sus diferencias como territorio en lucha, su apertura artística y cultural, su costado de mar. (Casi) todas las caras de Barcelona son los personajes de las crónicas de Debat, que de periodista se convirtió en autor para retratarla, eligiendo un punto intermedio para hacerlo entre aquel extranjero que llegó y un catalán que nunca se movió. Equilibrio por demás difícil de mantener, pero que logra darle a su narrativa una interesante impronta personal que mixtura asombro con experiencia, intriga con certeza, enamoramiento con amor.

 

Debat estará de visita en Córdoba mañana, presentando justamente “Barcelona inconclusa” a las 20 en la librería Volcán Azul (A. Rodríguez 244) de Güemes en compañía del periodista, docente e investigador Gabriel Montali, y en la espera de su llegada charlamos con él sobre este volumen de relatos urbanos que saltó de la pantalla al papel para inmortalizar instantáneas de una ciudad con los brazos abiertos a quien quiera quedarse.  

 

– Dar testimonio del lugar que se habita es algo inherente a ser humano. Las crónicas o relatos de viajeros se conoce desde tiempos inmemorables y las características se fueron modificando hasta hoy. ¿Qué fue lo que despertó en vos la necesidad de narrar eso que veías? ¿Un lugar, un gesto, un hecho? ¿Cuál fue el primer relato que escribiste y sobre qué?

– Fueron muchos lugares, gestos y hechos concatenados que despertaron una curiosidad integral por conocer Barcelona a través de la escritura. Y la necesidad de quedarme en la ciudad, por eso me inventé la excusa del blog: me quedaría en Barcelona para escribir sobre ella. La primera crónica que escribí fue sobre el Barrio Gótico, el primero que nos deslumbra a todos cuando recién conocemos la ciudad. Después de unos cuantos meses e investigando sobre el barrio, descubrí que hay muchos edificios de construcción reciente y a los que se hace pasar por medievales. Entonces, ese Gótico que tanto nos deslumbra al inicio no es más que un parque temático, lo que suele pasar a menudo en muchos cascos antiguos de ciudades europeas.

 

Tus relatos son tan puntuales, concretos, tan exactos en sus descripciones urbanas, que cualquier podría pensar que sos un catalán de toda la vida, ¿Fue pensado ese rol de experto de la ciudad o fue totalmente inconsciente? ¿Te sentís así o es una percepción de afuera?

– Sería un punto intermedio. No me considero un experto de la ciudad sino más bien un curioso, un caminante, un cronista activo que trata de apropiarse de la ciudad a través de la escritura. Y por eso tampoco soy un neófito, he investigado mucho para escribir cada crónica y para buscar temas, hice muchas entrevistas, fui identificando poco a poco ese sector de la tradición narrativa sobre la ciudad con el cual me identificaba. Y, por supuesto, caminé mucho Barcelona, pero siempre sin perder esa mirada sorprendida del inmigrante que soy. También es verdad que haber estudiado catalán, hablarlo y escribirlo, me ayudó bastante.

 

De todas maneras sos argentino, y como tal, la mirada que hacés de Barcelona también está abordada desde un bagaje sociocultural y político construido en esta parte del planeta. ¿Cuáles crees que fueron las coordenadas argentinas que se cruzaron en tu observación de Barcelona como ciudad y sociedad?

– La primera es que nací en un pueblo y viví ahí hasta los 17 años. Mi mirada está bastante influenciada desde donde vengo y tal vez por eso siempre tengo curiosidad extrema por los espacios urbanos complejos y tan cambiantes, como es Barcelona. Una de mis primeras impresiones sobre la ciudad es que nadie miraba a nadie en la calle. Y eso es algo, sin duda, que viene de mi vida en Lobería, donde toda la gente que vive ahí se mira todo el tiempo. El silencio en una ciudad tan densamente poblada también me llamó la atención inicialmente y eso seguro viene de ser argentino, un país donde las aglomeraciones de personas significan mucho ruido de manera inevitable. Con respecto al lenguaje, los primeros años escribía muy en argentino y, poco a poco, mi lenguaje fue mutando y dejé que esa mutación se notara en las crónicas, porque creo que es parte de la experiencia urbana que uno tiene en una ciudad que cambia todo el tiempo: uno cambia también, como habitante, en esta relación dialéctica que establece con el lugar que habita.

 

Dicen desde Candaya (la editorial) sobre tus relatos, que son como “polaroid de palabras”. Me interesó la comparación, sobre todo por la instantaneidad de ese tipo de fotografía que no permite herramientas como zoom o indicador de luz para tomar una imagen y que captan un momento sin mucho razonamiento. Llevándolo a lo literario, ¿cómo fue equilibrar esas primeras impresiones que te causó Barcelona visualmente con la reflexión que se necesita para llevarlas al plano literario?

– La idea de polaroid aplicada a la escritura creo que tiene que ver con ese objetivo utópico que tenemos los escritores, que es fijar o inmortalizar ciertos aspectos de la vida en un trozo de papel. Digo utópico porque si hablamos de una ciudad tan compleja y cambiante como Barcelona, no habría fijación posible. Pero sí me gustaría que las crónicas se puedan seguir leyendo dentro de muchos años con la misma vigencia que ahora, ese es un poco el objetivo cuando pensé en la estética de cada crónica.

 

– El libro nació de un blog de viajes, plataforma informal dentro de la literatura y el periodismo, que no persigue ningún objetivo comercial, pero se convirtió luego en un libro, pasando por un proceso de edición. ¿A qué se debió esa decisión? ¿Fueron transformados algunos relatos al llevarlos al papel, se modificó la búsqueda personal al pensarlos como narrativas dentro de un libro?

– El libro surge cuando se agota el proyecto del blog. Y el blog se agota porque después de tantos años de escribir sobre Barcelona, sentí la necesidad de escribir sobre otros temas y otros géneros. Y me tentó la idea de armar un libro donde quedara reflejado todo este recorrido, sobre todo porque pensé Barcelona inconclusa como el libro que me hubiera gustado leer cuando llegué a la ciudad.

 

– ¿Qué comentarios hicieron los propios catalanes de tus crónicas? ¿Re-descubrieron alguno de los rincones urbanos que describís?

Sí, fue muy bonito que muchas personas que nacieron en Barcelona hayan vuelto a ver con nuevos ojos ciertos espacios naturalizados por ellos, desde los sitios más conocidos como la Casa Battló o un gimnasio, hasta la Barcelona más periférica y desconocida. Incluso, después de leer el libro muchos fueron a conocer un barrio que se llama Can Peguera, que está en Barcelona, y que nunca habían visitado.

 

Te mofás de sus visitantes y habitantes, reconocés sus rituales y sus costumbres, aceptás su multiculturalidad, ¿Cuál de todas las caras de Barcelona disfrutás más? ¿Con cuál comulgás y con cuáles te peleás a diario?

– Me cuesta ver a Barcelona con alguna cara bien definida. La veo más como una ciudad multifacética y poliédrica, una ciudad de apariencias difusas, que muta y que cambia todo el tiempo, con sus conflictos y sus armonías. Pero para responder tu pregunta, podría decir que la cara que más me gusta Barcelona es la de la tierra de acogida, la que recibe a los refugiados de las guerras de Medio Oriente y la que mostró una empatía total con la comunidad musulmana tras el atentado de Las Ramblas. Y la Barcelona literaria, la de Enrique Vila-Matas, Eduardo Mendoza, Mercè Rodoreda o Jorge Carrión, por nombrar a algunos referentes locales, pero también a muchas escritoras y muchos escritores procedentes de todo el mundo que pasaron por la ciudad y que la siguen eligiendo para vivir una temporada o para siempre. La que me enoja es la de la especulación económica que genera la industria turística, que deviene en alquileres carísimos y en gente viviendo en la calle. Y la de la violencia policial a los manteros senegaleses y a los manifestantes del 15M.

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