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Marina Cañardo: "El recelo en los años ´20 al fonógrafo o al tango, hoy lo vemos repetido en otros ambientes y músicas"

¿Cuánto se conoce de los inicios discográficos en el país? ¿Qué sabe usted, curioso lector, de qué se grababa, dónde y quiénes lo hacían o cómo era dejar registro de aquellas melodías que sonaban noche tras noche en salones junto a orquestas y bandas? Supongo que sabe poco, por la sencilla razón de que poco se había estudiado. Como una broma de la historia, los primeros registros de aquellos años de boom fonográfico de los años `20 nunca fueron registrados en papel y pasó mucho tiempo para que pudiéramos contar con ello. Marina Cañardo, se tomó el trabajo de hacerlo, reuniendo en «Fábricas de músicas» testimonios no sólo de antiguos trabajadores de los sellos Odeon y Víctor, sino también de músicos y coleccionistas de la época.

 

 

 

En la mayoría de los casos, en medio de este mundo que necesita ser rotulado constantemente,  las bibliotecas o librerías son espacios donde los libros ocupan lugares segmentados por la temática, el género, la edad de sus lectores o el origen de los mismos. Sucede, a veces, que algunos libros trascienden   estas condiciones y características e invitan simplemente a disfrutar de su lectura. Es lo que ocurre un poco con “Fábricas de Músicas” -de Gourmet Musical-, material que surgió como tesis doctoral de Marina Cañardo, su autora –Doctora en Historia y Teoría de las Artes de la UBA-,  que luego de conseguir su meritorio puntaje en los altos estratos académicos, ahora se encuentra en la llaneza de una mesa o anaquel de librería, al alcance de la mano. Es decir, que esto mismo pudo leerse para aquellos licenciados en composición, historia de la música y destacados intérpretes de facultades de arte, pero podrá leerse infinidad de veces por melómanos de a pie, que quieran conocer un poco más de la historia de la música de nuestro país en el siglo XX. Cañardo, quien estuvo en Córdoba la semana pasada, lo explica a su manera: “Este libro es el resultado de mi doctorado, y ya cuando la escribía, estando en el transcurso de la tesis,  pensaba que era un libro para todo el público. Mi interés fue siempre mayúsculo, para mí es un sueño hecho realidad que se pueda conseguir en cualquier librería. Ese era mi destino, mi ideal cuando lo escribía”. Por ello, cuando lo escribía, iba perfilando en su cabeza cómo sería ese lector, ese espíritu curioso que se sentiría seducido con la tapa o quizás el título, buscando que no sólo pueda comenzar las primeras páginas, sino también llegar a la última. “Tuve en cuenta un lector imaginado que  podría ser un académico pero también cualquier persona curiosa” recuerda la autora,  y agrega: “por eso todo el tiempo  imaginaba que tenía que ser amable con él, que no podía aburrirlo. Mi horizonte fue siempre el de la divulgación bien entendida, el de algo serio pero no sacro,  atractivo por lo que narra pero también por cómo lo presenta. Algo serio pero no solemne, esa sería la fórmula”.  

Y así es “Fábricas de músicas – Comienzos de la industria discográfica en la Argentina 1919-1930”, propuesta que -en pocas palabras- decimos que responde las preguntas sobre el inicio del uso del fonógrafo en nuestro país, teniendo como referencia al tango, como género excluyente, aunque también se nombra al folklore, jazz, foxtrot, etc…  

 

De hecho, el libro se divide en capítulos que siempre tienen un interrogante por develar. ¿Cómo surgieron los primeros sellos discográficos? ¿Quiénes grababan discos? ¿Cómo lo hacían? Alrededor de una década le llevó a Marina Cañardo reunir fuentes idóneas, escucharlas, desmenuzar la información que le brindaban y redactar los hechos. La prolijidad y el respeto por todos los actores de esta historia se notan en cada párrafo y descripción. Y el resultado es un material que  no sólo relata los inicios discográficos sino también cuenta anécdotas de músicos de la época como Gardel, Rubén De Caro, Roberto Firpo y plantea interrogantes hacia nuestro presente.   

De paso por la ciudad, tras las presentación del libro en Ciudad Universitaria que contó con la presencia del profesor Diego Madoery, Marina habló con Babilonia y nos contó un poco más sobre «Fábrica de músicas».

  • Al comienzo decís que hay muy poco investigado sobre los comienzos de la industria fonográfica en el país, ¿por qué se da este panorama?

  • El por qué uno podría encontrarlo a partir de distintas situaciones, la que yo imagino como principal, es que al ser un campo tan virgen era algo muy complejo de abordar. A mí me llevó diez años hacer esta investigación porque no era  fácil relevar fuentes tan dispersas, y alguien con poca paciencia no lo habría logrado.

  •  “Fábrica de músicas” habla de varios géneros, pero el centro de la escena lo tiene el tango, ¿por qué elegir ese género como protagonista?

     

     

     

     

     

     

     

     

     

  • Es verdad que el libro tiene muchos géneros musicales y que el centro ineludible es el tango, y voy a contar una intimidad, el título de mi tesis era “Fábrica de Tango” y esa fue un de las cosas que cambiaron de las tesis al libro que no han sido muchas, pero esa es significativa. Y el cambio surgió después de un intercambio de ideas con el editor que me argumentó -y creo que me convenció- que el libro hablaba de mucho más que tango. Y por qué elegí el tango, es que el tango se impone por su propio peso en esa época, fue muy fructífera la década del `20 para el género y en la época se grabaron muchos discos, entonces hay  mucho tango porque se escuchaba mucho tango.

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    El libro se desarrolla en capítulos donde te preguntás qué se grababa, quiénes lo hacían, quiénes fabricaban discos, ¿cuál fue tu primer interrogante que después llevó a los demás?

  • Es cierto que el libro está construido en base a preguntas, y preguntarse por la pregunta de la pregunta es buena pregunta. Desde ya que es un poco lúdica la manera en presentarlo pero, insisto, es porque me imaginaba un lector que tenía que estar atrapado por el planteo de las cosas y pensé que esta estructura de pregunta y múltiples preguntas podía ser una forma de llevar cierto ritmo. A mí me interesa la música y también los aspectos de la música aplicado a otros lenguajes y creo que el ritmo de la escritura podía ir y volver de esa manera. La pregunta de la pregunta tal vez sea la misma que se hacen los niños y nos hacemos nosotros a lo largo de la vida: ¿cómo se hacen las cosas?

  • Con el correr de las páginas, planteás también el recelo que muchos artistas, periodistas, tenían sobre el fonógrafo y sobre el tango a comienzos del siglo XX. Planteos que no hacen más que interpelarnos sobre las reacciones que hoy en día también se tiene con avances tecnológicos ligados a la música o de ritmos populares, ¿Es un interrogante que también te planteás vos como investigadora?

  • En efecto, creo que el recelo al fonógrafo o al tango en la década del `20 lo  vemos repetirse hoy en otros ambientes y  músicas. Tal vez mi reflexión peque de evidente, pero creo que toda novedad genera resistencia, y eso no ha cambiado. No hay nada nuevo bajo el sol, o por lo menos bajo el sol de la tecnología y de las músicas, creo que cada vez que hay una novedad también hay temores de lo que esto modificará, un cierto estatus quo que se ve cambiado por eso que está naciendo y por distintos motivos: desde los músicos que ven amenazados fuentes de trabajo cuando comenzaba a circular la música grabada pensando que no tocarían más música en vivo y hoy por hoy quizás sean los sellos discográficos, aquellos sellos que un siglo después comiencen a verse amenazados por la reproducción tecnológica del sonido.

  • ¿Qué pensás al respecto?

  • Hay un antes y un después de la industria fonográfica. Por decirlo escuetamente, hay un antes y un después del disco, no sólo por la profesionalización de los músicos, sino por lo que esos discos han inspirado y transmitido en términos de ideas. Pensemos en la idea de «la música argentina» y cómo se fue afianzando a partir de este formato y esta difusión que -inevitablemente- legitimaba algunas músicas y dejaba afuera a otras. Imaginen el eclipse que implicó para muchas músicas no ser grabadas, por ejemplo.

 

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