babilonia logo

“Los protagonistas se me aparecen en imágenes aisladas y, entonces, los atrapo”

Susana Negro, autora de “Caoba”, nos cuenta cómo fue surgiendo esta novela, recientemente publicada por Edhasa. La trama, que equilibra muy bien el género histórico con el romántico, se remonta a principios del siglo XIX y propone un relato que tiene como telón de fondo el Caribe de corazón maya, disputado por franceses, ingleses y españoles.

En el género de novela histórica latinoamericana estamos acostumbrados -desde hace tiempo- a leer libros que cuando narran episodios de la última época de la conquistan, se ubican –salvo algunas excepciones- en territorios que van desde el Alto Perú hacia abajo, hasta el sur argentino y que se centran en lo acontecido en ciudades claves como lo fueron Lima, Potosí, Santiago y, por supuesto, Buenos Aires o Córdoba.

A partir de allí surge el primer impulso de lectura al encontrarse con “Caoba”, la nueva novela de la escritora argentina Susana Negro (El pescador de cangrejos, Los ojos de India, El pájaro de fuego) que acaba de salir publicada por Edhasa.

Ambientada en Belice, en el centro del Caribe y a comienzos del siglo XIX, esta trama se abre de la mano de Miranda, una niña que llega con su padre español –Jaime Eusebio Escanilla- de manera errática y enigmática a estas tierras, con un pergamino de poder real bajo el brazo que le permitiría conseguir una propiedad para poder explotarlas y así conseguir una vida digna por algunos años, hasta que se tranquilicen las convulsionadas cortes europeas luego de la Revolución Francesa. Sin embargo, los planes de Escanilla no saldrán como esperaba y allí la obra se abrirá paso a partir de una narración que acompañará de manera muy cercana a la pequeña Miranda, a quien su padre obligará a casar siendo apenas una adolescente con Antonio Junceda, un asturiano violento y corrupto que explota un latifundio de caoba con servidumbre maya.

Miranda -esta niña que es criada por una mujer maya, educada en un colegio inglés y luego entregada a un español- se transforma en una  joven de carácter indómito que decide dar un vuelco a su destino a partir de conocer los secretos inmorales de su esposo y se lanza a perseguir el amor imposible de un capitán británico. Esa será la excusa literaria para conocer un poco más sobre ese pasaje de la historia de la conquista e independencia de esa América Central tan alejada de nosotros.

El centro de América, el centro de la trama

 

– A diferencia de anteriores novelas, te has ubicado aquí en América Central para contar parte de lo que fue la conquista en esta parte del mundo, haciendo foco en el cruce cultural/idiomático/lingüístico entre América y Europa. ¿Por qué en esta oportunidad decidiste narrar desde Belice? 

-La génesis de mis novelas suele ser azarosa. Siendo profesora de historia, me convocan sitios y etapas ligados a períodos o lugares que me pueden brindar escenarios ricos en descripciones, tales como Indochina en “El pescador de cangrejos”, la India de la colonización británica en “Los ojos de India”, la Polonia de la apropiación rusa y la Costa Azul en “El pájaro de Fuego”. Por otro lado, las circunstancias pesan siempre, tanto en el progreso de la historia como en las conductas de los personajes. 

En el caso puntual de Caoba, la conquista de América suele estar muy centrada en las franjas fuertemente colonizadas, en la expoliación de sus riquezas y en las guerras de emancipación. Belice, por el contrario, me ofrecía una oportunidad poco difundida y, además, el traspaso de manos españolas a británicas y el sustrato nativo maya me llamaron enseguida. No tuve ni que pensarlo. Me dije: aquí es.

– El protagonismo femenino de Miranda es indiscutible, sin embargo en toda la novela hay un despliegue de personajes femeninos que sostienen la trama, como ser Itzel, Dayami, luego Eugenia, e incluso su madre -Magdalena- que nunca aparece sobrevuela al relato. Cada una con sus temperamentos, sus pasiones, sus deseos y equivocaciones, ¿cómo fuiste construyendo/trabajando estos personajes?

– Los protagonistas se me aparecen en imágenes aisladas y, entonces, los atrapo. Por ejemplo, veo a Miranda niña, de la mano de su padre, en el barco que los trae a América de España. De allí en adelante, nunca sé lo que va a pasar, voy desovillando —o mejor expresado— el «personaje eje» va desovillando su propio destino. Lo que surge de ello y lo que se impone van completando el desarrollo de la trama, también la necesidad de crearle «una corte de sustento». Esta «corte», por lo general, toma vuelo propio, y uno se pregunta si no es correcto decir que también todos son, de alguna manera, protagonistas ineludibles. Fijate que los personajes femeninos que mencionás tienen apariciones, algunas más fugaces que otras, pero detentan un peso específico el cual no es dable ignorar.

–  Por otro lado, en «Caoba» hay hombres violentos, déspotas, egoístas, dominantes, etc., salvo excepciones, por supuesto, ¿había una intención de subrayar esto para extrapolar y poder debatir sobre estos temas en la actualidad?

-No, de ninguna manera los personajes masculinos de mi novela pueden relacionarse con la conflictiva actual del «machismo-feminismo». No están pensados desde ese lugar. Son, más vale, individuos que responden a su época, a sus circunstancias, y cuyas conductas son decididamente opuestas y, a la vez, predominantes sobre la condición femenina que propone el argumento. En todas mis novelas las mujeres están «un paso atrás de los hombres», y esto lo digo con mucho cuidado. Son mujeres con una valiosa fuerza interior natural y, por más acorraladas que se encuentren, hallan los resquicios necesarios para levantarse, construirse o reconstruirse y realizarse. Incluso a partir de estas actitudes personales, muchas veces, contribuyen a elevar a alguno de esos hombres, como es el caso de Jeremy en Caoba.

 – Volviendo a Miranda, nos encontramos con una mujer que ama profundamente, que no puede soltar esa pasión (a pesar del engaño, el desamparo, la vergüenza) y que con el tiempo le permite sobreponerse y convertirse en una persona poderosa, dentro de una sociedad que todo el tiempo la miró de soslayo. ¿Creés que hay también ahí una mirada diferente sobre el amor, sobre su forma de narrarlo?

No tanto. Miranda es apasionada y honesta en sus sentimientos. No miente cuando odia, cuando ama a un hombre, tampoco cuando lo «compra» ni cuando debe reconocer que se ha enamorado del «comprado» y llega a valorarlo como a un igual. El desdén de la sociedad británica por «la española» es para ella un acicate, y sabrá usarlo para demostrar su fuerza de carácter, equipararse y hasta superar los valores que se adjudica esa misma sociedad.

Susana Negro junto a la editora Gloria Rodrigué

Los frutos de la tierra

La historia se centra también en la industria del caoba. ¿Cómo fue investigar acerca de todo este desarrollo socio-económico en esa etapa? 

-Para ese momento, Belice era un país productor importantísimo de caoba. Y la explotación de esa madera me pareció una actividad muy sugerente, sobre todo, para que la aborde y la lleve adelante una mujer joven… mejor señalado, unas «mujeres», porque también la asumen Dayami y después Magdalena.

El final, los finales

Sin spoilear la trama, hasta el final de la historia, Miranda tiene que tomar decisiones que pueden seguir dando giros a su vida, sin embargo se mantiene en su forma de mirar el mundo, ¿en algún momento pensaste darle otro final a la historia?

-Creo que no se aferra a la forma de mirar al mundo que viene sosteniendo a lo largo del argumento; por el contrario, creo que hay una apertura afectiva de comprensión y revisión de su vida y sus conductas. Espero que el lector pueda ver que en el fondo de esta mujer enérgica, activa y decidida pervive un costado vulnerable, un costado frágil que acaso solo Itzel percibe y cobija. La elección de los finales siempre es ardua. Uno tiene en su poder de decisión varios senderos que se bifurcan, como los de Borges. Yo prefiero proponer finales en relativa suspensión, convoco al lector a que colabore conmigo en esa construcción.

Susana Negro es escritora, profesora de Historia y directora de La Barca de la Cultura. Su profunda vocación por la Literatura le ha permitido transitar un largo camino en el campo de las Letras: ha sido fundadora y directora del Instituto de Cultura Integral (ICI), ha dictado cátedra en la Facultad de Historia, dirige talleres de escritura y ha ejercido como jurado en distintos certámenes literarios.

Read Previous

Libros que traspasan el papel: Sobre la guerra y el rock

Read Next

Novedades editoriales (ficciones internacionales)