En el teatro, como en otras disciplinas artísticas no suele haber fórmulas mágicas. Aquello que piensan los artistas no muchas veces se condice con lo que el público está esperando. Por eso lo que se propone en escena algunas veces se convierte en fracaso -aunque sea una maravilla- y otras tantas se alza con fama a pesar de que no decir absolutamente nada. Al fin y al cabo, de lo que se trata, es de la magia que se genera en un lugar y tiempo determinado, cruzado por las coordenadas universales.
¿Quién hubiera dicho que dos sinvergüenzas del teatro independiente vestidos de señoras de época llegarían a cruzar mares y fronteras relatando veloz y acompasadamente un texto mientras nos hablan de sentires y pesares cotidianos? ¿Quién hubiera apostado por ellos en aquel primer momento cuando invadían restós y pubs en busca de personas para hacer reír?
Sin embargo aquí están Los Modernos, Alejandro Orlando y Pedro Paiva, con sus 15 años muy bien cumplidos, con una trayectoria que se ha engalanado con el correr del milenio, ya no siendo dúo sino compañía teatral, parándose en el presente mirando hacia atrás recordando cómo fue que llegaron hasta acá.
Y para ello hay que retrotraerse a abril de 2002, momento que ellos tienen por demás fresco en la memoria, cuando salieron a la cancha por primera vez cual aventureros en tierras indómitas ya que optaron por un vestuario desfachatado, un texto acelerado y un espacio no artístico para su propuesta teatral.
“Nosotros sabíamos que, con el quilombo que había habido en el país, con la ida de De la Rúa, si nos metíamos en una sala iba a ser como la crónica de una muerte anunciada”, recuerda Ale Orlando para Babilonia Literaria en el marco de la presentación del estreno de la obra por los 15 años de la compañía. Y él sí que sabía lo que era remar con fuerza en el teatro independiente en aquel momento, donde las salas apenas recibían un puñado de espectadores por fin de semana. La crisis cruzaba transversalmente la realidad de los argentinos pero ellos no vieron sólo el presente, sino mucho más allá.
“Había que salir a pasar la gorra y que el espectáculo sobreviviera desde ese lugar” sigue apuntando Orlando quien deja en claro que por eso el concepto en la imagen de Los Modernos tuvo que ver con la plataforma desde donde despegaban para hacerse conocer. “Todo lo que pensamos en cuanto a la estética tuvo que ver con eso: ponernos suecos para estar más altos porque no íbamos a tener escenario, pollera, anillos para llamar la atención para que la gente que estuviera comiendo en los restó donde íbamos nos vieran cuando hacíamos 15 minutos del show”.
Quince minutos, eso era lo que duraba el primer espectáculo de Los Modernos. Luego fue creciendo a fuerza de trabajo, decisión, constancia e ingenio de sus protagonistas, quienes jamás dudaron del éxito a pesar de las circunstancias.
“La premisa era básicamente buscar al espectador”, añade Pedro Paiva y aclara “que tampoco era espectador, sino alguien que iba a comer a la noche a un lugar”. Y Los Modernos nació así, fuera del teatro, tomando un poco de los café concert y otro poco abriendo la puerta de lo que luego serían las intervenciones escénicas extra salas. “A veces la situación crítica, política, social, dispara cosas de este tipo. Fue como una época de romanticismo porque con Pedro íbamos a tomar un vino después del show y la plata que teníamos no nos alcanzaba”, recuerda Orlando. “Fue un acto de supervivencia inteligente en sí”, redondea el actor uruguayo.
“Y el día del estreno pasó algo raro”, describe Orlando, “armamos el bosquejo de Breve Desconcierto Breve y además teníamos una carpeta de Breves comentarios breves donde la gente luego del show escribió maravillas·”. El moderno con peluca se sigue sorprendiendo de esa primera devolución del público que evidentemente echó raíces en la compañía, porque sin lugar a dudas si hay una explicación para el crecimiento de Los Modernos: su capacidad empática, la misma que les ha permitido equilibrar sus deseos como artistas y la demanda del público. “Siempre estuvimos atentos a eso y trabajamos en función de las críticas. De a poco fuimos buscando lugares donde actuar, trabajando la estética, nos fuimos perfeccionando y cuando nos dimos cuenta llegamos al teatro con un show que duraba dos horas. Siempre el espectáculo iba y nosotros íbamos detrás de él”, asegura Orlando.
Pedro, en tanto, agrega: “A la fecha del estreno ya nos conocíamos, éramos dos amigos y colegas y era natural hacer algo juntos, pero con un resultado imprevisible. Además trabajábamos en otras propuestas por separado y no había tanto tiempo para armar algo, por eso el show duraba apenas 15 minutos. Eramos dos actores con falda, eso éramos. Hoy lo miramos en retrospectiva, como balance, y creo que tuvimos aciertos en decisiones importantes como la estética, eso nos dio identidad, el texto nos dio un discurso y luego la interpretación, que cerraba la propuesta artística. Nos dimos cuenta cuando el espectador nos empezó a seguir. Nosotros íbamos de boliche en boliche, pero después el público empezó a seguirnos a nosotros”.
Y como ellos iban de restó en restó, el comentario de que dos ingeniosos actores hacían algo nuevo en Córdoba también comenzaba a correr, dejando en claro que no sólo las grandes publicidades son efectivas sino también que lo delirante tiene su lógica.
Orlando lo recuerda muy bien: “Nosotros siempre fuimos para adelante. Ese mismo año del estreno hicimos Carlos Paz. Desde abril hasta diciembre pasamos la gorra y en el verano nos fuimos a “El Refugio de los artistas” y tuvimos lo que el periodista Dirty Ortiz nos dijo el “primer fracaso exitoso” porque como temporada fue muy floja en venta de tickets pero ganamos cuatro premios de la temporada. Entonces fue sentir que estábamos en un camino que recién comenzaba de reconocimiento”, reconocimiento que después se concretó en presencia con funciones en espacios reducidos y luego más grandes como el Teatro Real, para después pasar a exhibiciones en todo el mundo.
Así de a poco Córdoba les quedó chico y decidieron salir de gira nuevamente guiados por la intuición. “Al revés de todos nosotros nos fuimos a Barcelona desde Córdoba, sin haber pasado por Buenos Aires”, recuerda Paiva quien aclara que llegaron a esa ciudad española “por una casualidad” y luego se radicaron por cuatro años. “Fuimos vanguardia en la ciudad de las vanguardias. Y nos acompañó algo que no sabíamos bien lo que era, pero era original en sus respectivas pautas, era algo que interesaba, divertía”. “Siempre supimos que cuando el tren pasa, pasa una vez por eso estuvimos dispuestos a trabajar al 100% para la compañía” dice orgulloso Orlando y enumera que después de Barcelona llegaron París, Chile, Suecia, México y Uruguay para hacer un pequeño racconto.
Y a 15 años de la fecha, por más que uno los haya visto actuar infinidad de veces, la definición de qué son Los Modernos se sigue respondiendo sólo en escena. Cómo será, que hasta ellos aseguran haber creado un slogan para explicar lo que hacen: “Los Modernos: Un misterio para ser develado viéndolo”, cuenta Orlando. “Y eso sucedía porque ¿cómo explicás lo de dos tipos que hablan a mil kilómetros por segundo, de un millón de temas diferentes con una visión muy lúdica de la realidad?. Pero el ritmo que tiene el show debe ser así porque si no se vuelve académico, explicativo y no va por ahí, nosotros venimos a comunicar un texto como si fuera una partitura musical y casi que no le damos tiempo a las personas de aplaudir. Como en la orquesta que mientras toca el violín, por ejemplo, la gente no se para y aplaude, bueno, con nosotros pasa igual. La gente nos dice: ¡van muy rápido! Pero es un concepto teatral y lo mantenemos”.
Para celebrar lo vivido, como dice Paiva, Los Modernos se preparan para debutar el próximo 17 de agosto con “15 años”, una puesta que a manera de homenaje, resume en escena estos tres lustros de trabajo e ingenio y de los espectáculos “Breve desconcierto breve”, “Breve desconcierto nuevo”, “Un antes y un después”, “Fo el filoso”, “Biografía”, “Rómulo” y “El musical”.
Las funciones serán de jueves a sábados a las 21.30 y domingos a las 20 durante todo agosto siempre en Studio Theater (Rosario de Santa Fe 272) con entradas en venta en Edén y boleterías del Teatro.