Libros que traspasan el papel: “Suite Francesa”

Dirigida por Saul Dibb y protagonizada por Michell Williams y Matthias Schoenaerts, el filme pone en pantalla una adaptación de la novela inconclusa escrita por Irène Némirovsky, asesinada en Auschwitz por el nazismo. Prolijamente actuada y producida, es posible que la película deje un dulce sabor después de verla, pero el contundente libro que se esconde detrás es sin dudas incomparable en cuanto a belleza narrativa, riqueza de personajes y relato histórico-social en tiempos de guerra. 

A simple vista, dentro de la categoría Romances o Dramas, su carátula que muestra una bella joven de bucles dorados abrazando tímidamente a un soldado nos puede tentar casi tanto como otras películas. De hecho, puede que al verla nos sintamos plenamente satisfechos por haberla elegido dentro de ese océano de filmes que ofrece el sistema streaming, por las dedicadas actuaciones de Michell Williams, Matthias Schoenaerts y  Kristin Scott Thomas.

Pero no se deje engañar, la historia que se muestra en pantalla, esa que cuenta de un “amor prohibido” entre una muchacha francesa desposada y un capitán alemán en plena ocupación nazi durante la Segunda Guerra Mundial es sólo una pequeña –y respetada- muestra de lo que es en realidad la novela homónima e inconclusa de Irène Némirovsky.

 

Escrito entre 1941 y 1942, se trata de un libro totalmente ambicioso comenzado (y nunca finalizado) por la escritora francesa, que tuvo la particularidad de permanecer oculto durante más de 60 años, y que al salir a la luz se convirtió en una reliquia literaria. Némirovsky hasta el momento de su muerte había mantenido en alto su reputación como autora, de hecho algunos de sus títulos fueron aplaudidos por la crítica y consolidados por el público (como el recordado “David Goldberg”), pero ni su trayectoria ni su amor por Francia lograron torcer la locura del nazismo y fue su origen ucraniano y judío el que la condujo inevitablemente a su muerte en Auschwitz. Murió alejada de su marido y sus hijas, sin que nadie supiera su verdadero paradero, algún día de 1942, con una historia en su cabeza que jamás pudo terminar de contar: Suite Francesa.

 

Pero empecemos por el principio.

 

Enviados antes de morir junto a un cuaderno y anotaciones en hojas aparte, Némirovsky se tomó el trabajo de resguardar de la muerte (de esa muerte que sabía que vendría a buscarla) los primeros dos tomos de Suite Francesa -Tempestad de junio y Dolce-, los cuales permanecieron al cuidado de las hijas de la autora, quienes lo cobijaron sin saber en realidad de qué se trataba. Decía la propia autora que su modo de escritura era tan desordenado y poco esquemático, que difícil era para el resto descifrar sus escritos a mano alzada, sobre todo cuando fueron hechos con una pulsión y una velocidad de quien no tiene casi tiempo de reflexionar. De un fugitivo que sabe que está siendo acechado.

Surge, así, la primera evidencia de por qué Suite Francesa es un libro para atesorar. Escrito mientras su propia  autora era perseguida por los alemanes en la Segunda Guerra, narra con detalle, perspectiva e inteligencia, la ocupación del ejército nazi en  París y pueblos de la campiña francesa a partir de 1941, logrando un relato coral que involucra las voces de toda una sociedad.

 

La película, debe decirse, pone en plano principal el amor que no debe ser entre una joven francesa casada con su marido tomado prisionero y un capitán del bando contrario, pero también es menester aclarar que esta historia no es la principal narrada por la autora, o por lo menos no es lo que ella hubiese querido, tal cual lo deja entrever en las notas que acompañaban el manuscrito y planteaban la continuación de una obra que contaría con cuatro tomos y no dos, pero jamás pudo cerrar.

 

La película vs. el libro

 

Ambientada en un pequeño pueblo cercano a París, la película no sale de esas coordenadas rurales, y muestra la cotidianidad de una comunidad cuando es ocupada en plena guerra y debe adecuar su vida y sus quehaceres a ojos del enemigo. Al hastío de un tiempo sin paz, al terror de la muerte, a la incertidumbre de los bombardeos, a la angustia del hambre, se suma la confusa rutina de tener que compartir el día a día con un adversario. “Ya sé lo que es la guerra”, escribe Némirovsky en la novela en voz de uno de los personajes, “ya se sabe lo que es la guerra. Pero, en cierto modo, la ocupación aún es peor, porque uno se acostumbra a la gente; uno dice: “Después de todo, son como nosotros. Y no, no es verdad. Somos dos razas diferentes, enemigas para siempre, pensaban los franceses”.

En ese contexto es donde Lucile y Bruno se conocen. Ella es una joven casada por conveniencia familiar, que vive junto a su suegra al estar su marido tomado prisionero en la guerra, y él, un capitán alemán que se alberga en su casa en plena ocupación. Ella, una muchacha que aún no conoce el amor. Él, un músico sensible devenido en soldado responsable, preso de las decisiones del gobierno de su país. Dos almas se encuentran en paz en medio del infierno. Sin embargo, la guerra, los prejuicios y el odio que envuelve una sociedad en ese contexto serán mucho más fuertes.

 

Los pequeños detalles que narran sus pasiones, las tensiones que se perciben en el ambiente de esa casa vigilada por una suegra que no está dispuesta a deshonrar la historia política de su país ni el linaje de su apellido, la bella fotografía, la delicada banda sonora y un final inesperado, hacen que el filme se considere realmente emocionante.

Sin embargo, el libro, la historia personal  que guarda en sí mismo, el tiempo que lo mantuvo en secreto y le dio vida con los años, se volverá para quien lo lea sencillamente inolvidable.

 

La historia de Lucile y Bruno es una más dentro de Suite Francesa, novela que va y viene constantemente entre el sentimiento contradictorio de quienes deben asumir su vida en plena guerra, aceptar las reglas del juego, relajarse para encontrar la tensa paz del día a día, pero al mismo tiempo no dejan de estar atentos porque se saben observados. Entre ellos están simples campesinos, trabajadores de oficios, pero también representantes de la aristocracia y la burguesía francesa del siglo XX, autoridades políticas y profesionales encumbrados. Todos aparecen en la narrativa de Némirovsky y son descriptos con lujos de detalles, lo que hace del relato una fotografía real que se presenta ante nuestros ojos con una nitidez impresionante. Es contundente la capacidad que ha tenido la autora para narrar, mientras ella misma era una víctima, los claroscuros de una época signada por el horror. Es como si hubiera podido ver en ese momento, pero a través del tiempo, cómo iban a desencadenarse los hechos para describir con astucia qué lugar ocupaba cada uno y las consecuencias que acarrearían.

 

Suite Francesa fue editada en el 2005, después de más de 60 años de estar oculta entre otros tantos papeles de la autora, al cuidado de sus hijas. Una de ellas, Denise, fue quien descubrió el verdadero valor del manuscrito y decidió ponerlos en manos del Institute Mémoire de l `Édition Contemporaine, institución que la editó finalmente. Y a pesar de estar inconclusa, se puede prever el final que le hubiera querido dar la autora, ya que cuenta con notas y acotaciones sobre posibles resoluciones. Final que de haberse conocido quizás hubiera pasado al olvido como tantos otros, pero como nunca lo pasará la real e injusta muerte de la autora, que quedará para siempre en la memoria de un pueblo.

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