Empezamos este ciclo de lecturas para viajar por el mundo con dos propuestas escritas desde tierras aztecas: “Como agua para chocolate”, de Laura Esquivel y “Mujeres de ojos grandes”, de Ángeles Mastretta.
«Como agua para chocolate»
Quien haya conocido México sabe que su cultura y tradición están plasmadas no solo en sus rancheras o mariachis, en sus imponentes construcciones de imperios precolombinos o sus murales, sino también en cada plato que sirve su gente.
México es sus sabores y colores, y es cada una de sus mujeres detrás de cocinas y mercados y quizás por eso que la novela “Como agua para chocolate”, de Laura Esquivel se ha vuelto una pieza fundamental dentro de la literatura nacional.
Publicada en 1989, esta novela se volvió boom de venta en poco tiempo, consiguiendo que su autora, quien hasta el momento solo tenía escrito algunos cuentos para niños, saltara a la escena literaria internacional de manera exponencial. Más de siete millones de libros lleva vendidos en total y suma alrededor de 45 traducciones, un número que no está nada mal si se agrega que fue una historia que dio vida a dos continuaciones (nunca mejores que la primera publicación) “El diario de Tita” y “Mi negro pasado” y una adaptación al cine en 1992.
“Como agua para chocolate” cuenta -puertas adentro- la vida íntima de Tita y -hacia afuera- la historia de su familia compuesta por dos hermanas mayores, Gertrudis y Rosarua, «mamá Elena» y su nodriza Nacha.
Ambientada a comienzos del siglo XIX, cuando México se bañaba de sangre en batallas federales por su independencia, este relato es un espejo de las tradiciones latinoamericanas políticas, sociales y culturales, que a medida que cuenta el destino de cada personaje y relata una bella historia de amor, va tendiendo la mesa y nos hace saborear uno a uno los platos más tradicionales de la cocina mexicana.
Tita es la menor de tres hermanas y por lo tanto, debe quedar soltera para cuidar a su madre hasta que ella muera. Sin embargo, Tita se enamora perdidamente de Pedro, y él la corresponde, pero ante la negativa por obtener su mano, se casa con Rosaura, su hermana. Tita se volverá, como premio consuelo, colaboradora del flamante matrimonio. A partir de ahí, el vínculo de desamor y pasión negada entre Tita y Pedro lejos de desaparecer, se hará presente en cada plato que ella le prepare, puertas adentro de la cocina.
“Como agua para chocolate para nada es realismo mágico. Una madre castrante está hasta que la mates. Es hiperbólica pero no realismo mágico. Yo quería hacer un cuento para cada integrante de la familia pero no lo logré. Me la pasé llorando. Las recetas sí son queridas por mí”,
señaló en alguna oportunidad Laura Esquivel sobre su obra, que por más que ella lo niegue, engrosa la lista de historias dentro de este gran género que mixtura la realidad con la magia nacido en Latinoamérica.
Mujeres de ojos grandes
De México DF, pero también de Puebla, donde nació su autora, o de cualquier pueblito o ciudad grande o pequeña de este país son cada uno de los hermosos, inolvidables y profundos relatos que componen el libro de Ángeles Mastretta.
Escrito poco después que su autora saltara a la fama por “Arráncame la vida”, este libro invita a conocer mujeres anónimas, tan imperfectas como audaces, tan reales como extraordinarias, tan mundanas como ficcionales, como forma de rendir tributo a todo el género.
En “Mujeres de ojos grandes” Mastretta habla de tía Inés y tía Encarnación, de tía Dolores y tía Eugenia, de aquella tan inteligente que se enamoró de la manera más estúpida, y de la otra que como secreto para un matrimonio duradero, aseguraba que al acostarse con su marido pensaba en cualquier hombre cada vez.
En cada página, la autora saca de la galera una fémina distinta de la otra, pero que se terminan pareciendo por haber mirado a la vida con el coraje de soñar con que podían cambiar algo de su pequeño mundo.
Estas mujeres de ojos grandes nos dan, cada una a su modo, lecciones vida sobre el amor y la amistad, la familia y la fe, la muerte y el dolor, los hijos, maridos y amantes, nos muestran sus costados más oscuros y sus mayores conquistas, y también nos tiran de las orejas para que aprendamos, de una vez por todas, que mujer no se nace, sino se hace.