Celebrando el #DíadelLector abordamos la figura de Jorge Luis Borges, de quien se recuerda hoy un nuevo aniversario de nacimiento. Tomando su obra considerada un clásico, nos preguntamos en esta nota por qué a veces suele haber un prejuicio de lectura debido a su complejidad literaria y le consultamos al editor y librero Javier Folco qué se debería tener en cuenta para empezar a recorrer el camino borgiano.
Se celebra hoy en Argentina el Día del Lector (o Lectora para ser justos) fecha que tiene como origen el aniversario de nacimiento de uno de los escritores más importantes de la literatura argentina de todos los tiempos y referente de la misma durante el siglo XX. El que nunca ganó el Premio Nobel (aunque lo mereció, por supuesto), el que amó a su país y criticó a su gente por partes iguales, el que se codeó con el lustre y describió el barro, el que logró convertir el lenguaje de todos en un universo personal con reglas propias y, sobre todo, el que fue lector eterno, aún en su propia oscuridad.
Hablamos, por supuesto, de Jorge Luis Borges, que nació un día como hoy de 1899 en Buenos Aires y murió en Ginebra a los 86 años en 1986.

La figura de Borges, poeta, escritor y ensayista –la descripción en orden no es azar ya que su primer publicación fue el poemario “Fervor de Buenos Aires” en 1923- es clave, como dijimos, en la historia de la literatura nacional no sólo porque se ubica dentro de las importantes vanguardias estéticas de los años ´20 o porque fue una absoluta originalidad en el Río de la Plata (hablamos aquí de la literatura fantástica) ,sino porque su alcance logró trascender diferentes ámbitos (culturales, sociales, políticos, educativos), logrando alcanzar su obra la categoría de clásico. Título, por cierto, que suele estar habitado tanto por brillos como por prejuicios, ya que así como lo ubica en boca de todos, su marcada complejidad (simbólica, poética, filosófica) lo termina alejando de los “lectores comunes”. De aquellos hombres y mujeres de a pie que no son parte de círculos académicos, intelectuales o literarios, pero que sí se consideran amantes de la lectura.
Como suele pasar con Shakespeare o Lorca o Cervantes, Borges termina siendo el nombre por siempre referenciado de la literatura nacional, que se obliga en los colegios como materia indiscutida, pero que luego suele quedar a un costado porque leer a Borges, se piensa, siempre pareciera ser cosa de eruditos o especialistas.
Entonces nos encontramos frente a una dicotomía. Ese Borges del que todos hablamos y nos enorgullecemos, de complejidad literaria, tramas simbólicas y reflexiones elevadas, que nos habla de la realidad y la metafísica, de los sueños y la ilusión del tiempo, parece no caber en las pequeñas bibliotecas domésticas, y es dejado de lado por humildes lectores que sienten –simplemente- que no están a la altura de semejante escritor.
Sin embargo, ¿es real esa instrucción previa para leer/entender/disfrutar a Borges? ¿Cómo y por qué su literatura se convirtió en algo “complejo” para todos? O, en última instancia, ¿Cualquiera puede leer a Borges y entenderlo? Y mejor aún: ¿por dónde podríamos empezar a leer a Borges?
Con estas preguntas fuimos a consultarle al editor y librero de Portaculturas, Javier Folco, avezado lector, para que nos ayude a desentrañar estas cuestiones y dar, por supuesto una solución a hombres y mujeres que tienen al autor y poeta un poco olvidado.

“¿Por dónde empezar a leer a Borges? No lo sé, porque no soy un lector metódico”, señala Folco, aunque parafrasea a Borges para seguir con su respuesta: “Él decía que “Ficciones” (1944) y “El Aleph” (1949) eran sus mejores libros, “El sur” su mejor cuento y que “El Golem” su mejor poema. Bueno, probablemente allí haya una puerta de entrada”.
Asimismo, Folco subraya lo que cree que es esencial a la hora de acercarse al autor: “Lo que sí me parece fundamental es derribar el concepto de que Borges es inaccesible. La idea que todos tenemos, una idea casi de sentido común es que Borges es inentendible. Como que genera un nivel de relato al que no podemos acceder, a veces en parte, y a veces en todo. Y para mí el problema no es ese. La belleza de los textos de Borges no necesariamente se captan porque uno entiende todo lo que Borges dice”.
Para el también profesor de Filosofía, entonces, la clave es liberarse justamente de todo ese prejuicio que quizás uno trae sobre la figura de uno de los mejores escritores argentinos para lograr conectar simplemente con ese escritor que, al fin de cuentas, busca contarnos una historia sobre el mundo. “Me conmueve pensar que Borges tomaba la figura del laberinto como una de sus favoritas. Y sí, el problema no es cómo entramos a Borges, sino cómo salimos, porque Borges nos mete en los grandes problemas de la humanidad. Por eso Borges es un escritor universal. Y probablemente lo que nos cuente entender son esos temas y no a Borges”.
Escritor prolífero, Borges ha publicado durante su vida decenas de libros entre los que se encuentran poemas, cuentos y ensayos y se ha dado el lujo incluso de armar colecciones de aquellos autores que eran de su admiración, como “El séptimo círculo” que cuenta con novelas negras inglesas y norteamericanas seleccionadas junto a su amigo Adolfo Bioy Casares. Pero eso no es todo, ya que así como hay una biblioteca de Borges y sus libros, hay otra tan o más grande que habla sobre él. Borges y la simbología, Borges y la matemática, Borges y sus personajes, Borges y la capacidad para desarmar las palabras y volverlas a armar con otro sentido y así podríamos seguir porque si hay algo eterno es la literatura de Borges.

De eso también le preguntamos a Folco, pensando en que quizás un lindo complemento de su lectura sea, parafraseando a Liliana Heker, la trastienda de su escritura.
“Yo les recomiendo las clases de Piglia en la TV Pública sobre la obra de Borges, son clase hermosamente magistrales. Siempre también, he pensado mucho que en los años 40, por ejemplo, en los diarios La Nación, los lectores podían leer los cuentos que Borges estaba escribiendo y para mí eso habla de que Borges es una hermosa posibilidad de lectura y que no importa cuánto entendamos importa cuánto disfrutemos. La belleza no necesariamente va de la mano del entendimiento, no al menos siempre. Así que disfruten de Borges, de lo que se pueda de Borges, no importa cuánto”.