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#LecturasdeVerano: «Cordobesas» de Gabriel Ábalos

Continuando con nuestra sección de miércoles, hoy te proponemos un fragmento del último libro del periodista y escritor Gabriel Abalos, editado por el sello Buena Vista, donde re-construye perfiles de figuras femeninas de nuestra ciudad de los siglos XVIII y XIX.

«Qué bien tocaba el piano Manuela Espejo

El nombre de una aficionada –o avanzada– pianista cordobesa que aportó a la primera textura musical de Córdoba a fines de los sesenta del siglo diecinueve, se lee brevemente en menciones de los viejos diarios, único recuerdo de aquellos momentos de cielo que supo prodigarle a sus contemporáneos.

Lejos de invadir, como en nuestros días el aire y que -merced a que “los oídos no tienen párpados”- nos vemos obligados a escuchar música por doquier, a fines del siglo diecinueve era una especie de milagro la vibración de unos instrumentos o unas voces en un salón o una sala, donde miembros de la sociedad solían reunirse a oírla. Por esa misma causa se encarecía la asistencia de la banda de música a la retreta, y se contrataba a orquestas para los bailes; las compañías líricas eran muy esperadas, y se les acordaba un sitial de honor a los pocos o pocas instrumentistas que podían animar los momentos domésticos con su aporte. Y por lo mismo, se organizaban en ocasiones conciertos cuyos artistas principales eran los aficionados con que contaba la ciudad.

El nombre de Manuela Espejo ha dejado pocas huellas, pero amerita al menos este pequeño subrayado en el panorama de entonces. Nada sabemos de ella, solo que era una joven pianista cuyo arte aportaba momentos de ensueño a los cordobeses en su tiempo, sin que podamos decir con quién había estudiado, ni cómo evolucionó su carrera, ya que no se encuentra otra noticia más que las menciones aquí compartidas. La joven pianista, en octubre de 1866, recibía elogios en el diario Las Provincias: 

“Armonías

Cómo es bello pasar un rato al lado de un piano de cuyas teclas se escapan, suaves, puras las melodías de Meyerber, Ascher, Talberg, Schuloff, Bellini, Verdi, etc. etc.

¿Quién las produce? Manuela Espejo. –Perdón, buena amiga; vuestro nombre se escapa de nuestra pluma sin poderlo resistir, como risa inocente del niño se escapa de sus labios al sentir las caricias de su amante madre.

No sé quién ha dicho que «La música es el idioma que deben hablar las almas bien organizadas»

Sin duda que estas palabras encierran una gran verdad, verdad que nosotros comprendemos cundo interpretando los sentimientos de los mejores compositores hacéis salir de vuestro piano sublimes armonías que impregnan nuestra alma de bellas ideas.

Oyéndoos mi buena amiga, se transporta la imaginación a las regiones Etéreas y el alma se rejuvenece y hasta se siente capaz de grandes cosas.

En estos momentos se olvidan las miserias de a vida y solo la admiración llena el pensamiento.

Cuando os oímos no sabemos qué admirar más, si lo sublime de la composición, o lo bien que la interpretáis.

Hablad siempre el idioma de la música, pues para eso tenéis el alma tan perfectamente organizada.”

Y otra vez resuena el nombre de Manuela en el mismo diario, una mención que la ubica en un concierto con ocasión de entregarse los premios anuales a los estudiantes destacados del Colegio Monserrat, a fines de diciembre de 1866. El acontecimiento atraía gran cantidad de asistentes, y tomaba el carácter de una fiesta pública, donde se incluían números de canto e instrumentales a cargo de aficionados de la propia ciudad.

“Flores

Nos hizo oír al piano la señorita Espejo, mucho quisiéramos decirle nosotros, pero nos contentamos con decirle que flores tan bellas las producen sólo sus hábiles dedos; por lo demás el público se encargó de mostrarle su opinión por medio de repetidos aplausos. La señorita Alicia Gigena cantó enseguida algo de «Lucrezia Borgia» acompañada en el piano por la señorita Espejo.”

Datos del autor: Gabriel Ábalos (1953) es periodista, docente y escritor. Lleva 40 años como comunicador de artes y cultura en medios gráficos y radiofónicos de la ciudad de Córdoba, y se ha desempeñado como docente en diversas instituciones de educación superior. Actualmente es editor de páginas de artes y cultura del diario Alfil de la ciudad de Córdoba, y profesor en el Colegio Universitario de Periodismo. Ha publicado la nouvelle Fáustico modérnico (1999), Premio Provincial de Novela; el poemario Semillótica (2003), Premio Provincial de Poesía para autores éditos; y la novela La una noche (2013), Ediciones de Autor. Se encuentra en prensa su nouvelle Los choques remotos, por el sello Buena Vista Ediciones. Prosigue su formación en el oficio de la escritura poética y narrativa. Reside en Córdoba Capital.

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