En un mundo mediado por tecnologías y redes sociales, saber si las infancias y adolescencias siguen interesadas en la lectura importa (y mucho). De hecho, es un interrogante que desvela -en igual medida- a padres y docentes. En esta nota, contamos sobre las tendencias de los últimos años que muestran que las cosas no siempre son lo que parecen.
La pregunta suele aparecer de manera casual, cuando ofrecemos una lectura y la desestiman, o si regalamos un cuento y lo hacen a un lado o simplemente porque los vemos absortos frente a una pantalla y comparamos su niñez con la nuestra.
¿Los niños y adolescentes actuales han dejado de leer?
Preguntárselo así, de manera puntual, parece ser muy duro, porque hablamos desde la carencia que vemos y no desde el potencial existente: miles de niños buscando algo que los divierta. Sin embargo, es fácil caer en la observación de que son minoría las infancias lectoras, a pesar de ser Argentina un gran país lector, dato que se desprende de la última Encuesta Nacional de Consumos Culturales realizada por el Ministerio de Cultura, con datos relevados del 2022 y publicados el año pasado. En este sentido, a la espera de los sondeos del 2024, la información del 2023 es fundamental ya que se la compara con el período 2022, primer año “postpandemia”, marcando los cambios que hubo en cuanto a hábitos de lectura también.
Para averiguar un poco más sobre el tema, cotejamos números, hablamos con especialistas y abrimos el abanico a otras preguntas que subyacen cuando pensamos que las nuevas generaciones ya no leen. La primera, por ejemplo, cuánto tienen que ver con los adultos con ésto.
Los niños leen menos, ¿y los adultos?
Al menos en Argentina, un dato que patea el tablero en términos de lectura es el que expone a la adultez como el periodo en el que la gente menos lee. A pesar de tener más herramientas -económicas o intelectuales por ejemplo- solo el 46% de las personas entre 30 a 49 años dice haber leído un libro. Y el porcentaje no cambia si se trata de personas de 50 a 64 años. En tanto, a partir de la edad jubilatoria, la cifra disminuye: apenas el 40% de los mayores de 65 años reconoce leer libros.
¿Y qué pasa con los menores de 30 años? La cifra es más alentadora: considerando a adolescentes en etapa escolar (de 13 a 17 años), casi 8 de cada 10 (77%) afirman haber leído un libro durante el 2022.
Según la misma encuesta, el mayor contacto con los libros se da durante la etapa escolar; y luego continua con porcentajes altos en la franja de los 18 a los 29 años. En esta última, de acuerdo a la encuesta anteriormente citada, 6 de cada 10 adolescentes o adultos jóvenes (58%) afirman haber leído al menos un libro durante 2022.
Entonces, la primera conclusión podría ser que el alto porcentaje de los lectores jóvenes se vincula con sus estudios (primarios, secundarios o universitarios). Sin embargo, la ENCC mostró que solo el 18% respondió como “estudio” a la pregunta por el motivo de la lectura, mientras que la mayoritaria alcanzó el 39% y fue por “entretenimiento”.
Con estos números previos, dialogamos Ignacio Scerbo, licenciado en Letras Modernas e investigador de la Universidad de Córdoba (UNC) y miembro del Centro de Difusión e Investigación de Literatura Infantil y Juvenil (Cedilij), un referente sobre consumos y tendencias de lecturas en infancias y adolescencias.
Ante nuestros interrogantes, expresó que literatura y redes no siempre son polos opuestos: “Sí sucede y sucede cada vez más (la lectura), y las redes sociales han sido escenarios donde eso se pudo producir a niveles internacionales (y puede).
Esto quiere decir, jóvenes que participan de comunidades lectoras con otros jóvenes que no viven cerca de su casa. Por lo tanto creo que las redes sociales han favorecido fuertemente la creación de comunidades de lectores.”
Aquí vale la pena resaltar otro dato de la encuesta antes mencionada, sobre la elección de lectura digital vs. lectura impresa, que marca que los libros tradicionales siguen siendo el soporte más elegido, con un 28% a favor del libro impresa contra un 12% de digital y un 5% de audiolibros.
Por otra parte, consultamos también a docentes, quienes tienen un contacto diario con infancias y adolescencias dentro del aula, sobre lo que se consideran como nuevas maneras de leer y aprender. En diálogo con Babilonia, Victoria Dall’Armelina, docente de nivel primario en Córdoba, señaló: “Las redes sociales y las nuevas tecnologías tienen un impacto mixto por así decirlo. Por un lado, pueden disminuir el tiempo que los chicos dedican a la lectura tradicional porque hay muchas distracciones. Sin embargo, también pueden fomentar la lectura a través de plataformas digitales, audiolibros y apps educativas que hacen la lectura más accesible y atractiva. La clave está en encontrar un balance y en guiar a los chicos hacia contenidos de calidad”, asegura la docente.
Con libros en casa, el hábito se vuelve cotidianidad
Es lógico pensar que un hábito se establece y refuerza cuando lo alimentamos diariamente. Por eso, si tenemos en cuenta que en el 40% de los hogares los libros están prácticamente ausentes (hay entre 0 y 10 libros) es fundamental el rol de las escuelas y bibliotecas a la hora de fomentar la lectura. Incluso, es posible creer que si las infancias y adolescencias en etapa escolar son quienes más leen, quizás sea la escuela una gran impulsora de esto. Al respecto, Scerbo señala: “Niños y jóvenes sí leen. Y leen mucho más de lo que hubieran leído si esto no hubiera sido así (sino hubiera escuelas públicas y en consecuencia democratización del acceso al conocimiento).
Y en ese sentido, quisiera decirte que en este momento la escuela es el escenario principal en donde niños y jóvenes leen”.
Otro dato que ayuda a afianzar es esta creencia es el que arroja el Observatorio de la Deuda Social Argentina de la UCA. El mismo indica que los tres años cuya mayor carencia de libros en los hogares registran son 2020, 2021 y 2022; siendo años en los que la pandemia redujo o hasta inhabilitó la posibilidad de asistir a la escuela y por ende tener contacto con libros.
Un libro al año es mucho mejor que cero
Los datos de la Encuesta Nacional de Consumos Culturales también arrojan datos alentadores si los comparamos con su última edición en 2017. Tal es así que la información que refiere a 2022 muestra que la mitad de la población (51%) leyó al menos un libro durante ese año. ¿Por qué es alentador este dato? Porque la cifra representa una mejora con respecto a 2017 (44%).
En cuanto al formato, consideramos que no es determinante si una persona lee en formato papel o digital. Mientras pueda acceder al conocimiento, el formato pasa a segundo plano. Más aún, en un país con altos índices de pobreza como es Argentina y con un valor alto en libros impresos, quizás lo digital es la única opción para muchas personas.
Entonces, ¿aún existen las infancias y adolescencias que leen? Por supuesto que sí. Y las hay de todo tipo: fanáticas del papel, integrantes de comunidades lectoras internacionales, descubridoras de audiolibros y otros soportes digitales. Y así sigue la lista y seguirá, por cada infancia o adolescencia habrá una manera particular de leer.