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Juan I. Colil Abricot: "Mi novela no es un manifiesto sino un trozo de la realidad"

«Los muertos siempre pueden esperar» es la nueva novela del escritor chileno, de origen mapuche, Juan Ignacio Colil Abricot.

El libro resultó ganador en el concurso de novela negra de Córdoba Mata y ayer tuvo su acto de premiación en el marco de la Feria del Libro. 

 

 

 

 

Las nuevas corrientes migratorias, las que llegan con un sueño pero se encuentran con realidades duras y signadas por el hacinamiento. Las problemáticas del pueblo mapuche, las mismas que mantienen su grito silencioso a uno y otro lado de la cordillera. Los mecanismos represivos que persisten en ciertos sectores de las fuerzas de seguridad. Esos son los pilares sobre los que se desarrolla la trama de “Los muertos siempre pueden esperar”  la novela del escritor chileno Juan Ignacio Colil Abricot, editada por Raíz de Dos, y ganadora del concurso de novela negra Córdoba Mata 2016.

 

Aunque Colil Abricot empezó a escribir esta historia hace cuatro años atrás, hoy emerge en medio de un contexto en el que cobra visibilidad la causa mapuche y crecen los interrogantes en torno a la desaparición de Santiago Maldonado. Esto que hoy nos interpela y preocupa, es el reflejo de un tema que está latente desde hace mucho tiempo tanto en Argentina como en Chile.

 

En el marco de la ceremonia de premiación de “Los muertos siempre pueden esperar” -que se realizó ayer como parte de la grilla de la Feria del Libro y Córdoba Mata- Juan Ignacio Colil Abricot habló con Babilonia Literaria  sobre esta novela breve, enmarcada en el género de policial negro.

 

-¿Cómo surgió la idea de escribir esta novela?

-Empecé hace cuatro años, la idea era hacer justamente una novela más bien breve que tuviera los códigos del género negro. Está ambientada en Santiago de Chile, y de alguna manera refleja lo que pasa en gran parte de las ciudades latinoamericanas. Expone un conflicto como el de los pueblos mapuches, que ocurre tanto en Argentina como en Chile. Son problemáticas fuertes, temas pendientes aún.

Mi novela no es un manifiesto sino un trozo de la realidad.

 

 

-Pero se edita en un momento especial, cuando todos nos preguntamos sobre la desaparición de Santiago Maldonado.

– Sí, justo aparece en este contexto. Lo de Maldonado es un reflejo de problemas que subyacen desde hace bastante tiempo. Aquí, en esta novela, el detective Larrondo debe investigar la muerte de un mapuche que está caratulada como suicidio, pero que en realidad a él no le parece que sea un suicidio.

 

-Como escritor de origen mapuche conocés bastante la problemática de tu pueblo. ¿Cuáles crees que son los puntos más complejos?

-Yo creo que tiene que ver con el reconocimiento a la autonomía, algo que en Chile se sigue negando. Es como que hay un solo tipo de chileno, y a todos los pueblos originarios se los mete en el mismo saco.

También está el tema de los recursos, la mayoría de los territorios de la araucanía están en manos de forestales, con sistemas contaminantes. Son grupos privados que llevan a un gran empobrecimiento del pueblo. En Chile, la región de los mapuches es una de las más pobres del país.

Y por otra parte está la valoración cultural en términos generales. No hay un reconocimiento de la historia. En las escuelas se enseña una mirada general del mapuche, además como algo del pasado, no se reflexiona sobre lo que ocurre actualmente con este pueblo. 

 

 -En estos grupos invisibilizados -y de alguna manera también marginados- la novela rescata además la figura de los nuevos inmigrantes.

– Con esta novela yo quería mostrar un poco lo que se vive en Santiago de Chile con el tema de los inmigrantes, un nuevo elemento de nuestra realidad. Tenemos una gran cantidad de gente que llega de otros países, buscando un paraíso que casi nunca encuentran. Y el escenario de mi novela es ese Santiago viejo, esas casonas antiguas que es donde se dan estos sucesos que Larrondo debe investigar. Hay una mezcla de esta problemática junto con el conflicto mapuche y esa fuerza policial  más secreta que mantiene los mecanismos que traen desde la dictadura de Pinochet.

 

– Es decir que también hay una mirada sobre las fuerzas que mantienen formas represivas.

– Es que en Chile es un tema que sigue latente. Todavía hay mucha gente que no sabe lo que pasó con sus familiares y hay una serie de hechos que permanecen impune. Las fuerzas mantienen una especie de pacto de silencio y esa es una herida que no cierra en la sociedad chilena.

 

 

-Hay un gran trabajo en la trama descriptiva de la novela. 

– Escribí la novela sin pensarlo tanto. Comencé a partir de una primera imagen que se me vino a la cabeza. Esa primera imagen tenía que ver con estos ambientes de Santiago, esas casas viejas, mal remodeladas, donde vive gente hacinada…

Soy una persona que observo bastante, me gusta fijarme en los detalles. Además también me dediqué un tiempo a la fotografía así que tengo el ojo educado en ese tipo de cosas.

Me gusta la descripción pero sin caer en excesos.

 

Además del policial, también escribís en otros géneros como infantil por ejemplo. 

-Sí, este año curiosamente ha sido de cosechar. Se publicó en España una novela mía, “Un abismo sin música ni luz”, también dentro del policial negro. Pero además escribo cuentos que son de temáticas más generales. Las novelas me salen más negras, y ahora voy a publicar en Chile otra que se llama “El remarco del olvido”.

 

-¿Cuál fue el mayor desafío de escribir una novela como “Los muertos siempre pueden esperar”?

– Yo quería darle un tono rápido al relato, que no diera muchas vueltas, y eso me tenía preocupado. Además quería imprimirle las características a los personajes pero en pocas pinceladas.

 

-¿Hay una fórmula para construir a un detective de policial negro?

-Las lecturas que uno ha tenido o las películas que uno ha visto que nos ayudan a delinear a este tipo de personajes. En una novela negra son un poco descreídos tienen una cuota de ética….

Hay que dar pocos detalles pero que sean lo suficientemente importantes para que surja la identificación y reconocimiento. El protagonista tiene que ser creíble para el lector.

 

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