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Guadalupe Nettel: “Tengo una tendencia a mirar el lado b de la vida y a describirlo”

La autora mexicana cuenta en esta entrevista el trabajo de escritura de “La hija única”, su reciente novela, que hace foco en múltiples formas de pensar, sentir y oficiar la maternidad. Un relato desgarrador y anclado en una historia desoladora, pero escrito de una manera profundamente poética que demuestra la contundente escritura de Nettel y el porqué de su referencia internacional en el mapa contemporáneo de América Latina.

La hija única” (Anagrama) es la reciente novela de la mexicana Guadalupe Nettel, la sexta en su aplaudida trayectoria, después de historias como “El huésped” (2006), “El cuerpo en que nací” (2011), la antología “Pétalos” (2008) o “Después del invierno”, distinguido nada más ni nada menos que con el Premio Herralde en 2014.

Se trata de un relato íntimo y visceral, que parte de una historia personal y singular y que luego se despliega en otras tantas e importantes sub-tramas, donde su autora cuenta, al mismo tiempo que denuncia, visibiliza o señala aspectos de nuestra moderna humanidad. “Creo que lo que dices es cierto: tengo una tendencia a mirar el lado b de la vida y a describirlo”, dice en un pasaje de esta entrevista Nettel desde México en diálogo con Babilonia, señalando justamente la matriz de “La hija única”, novela que observa de cerca la maternidad. 

 

En este libro (bello, delicado, tan tremendo como profundamente conmovedor) Guadalupe Nettel nos convoca para hablar sobre la mujer, los hijos y la crianza. Y para hacerlo, toma como eje lo que ocurrirá con una niña que es la fantasía hecha realidad de su madre, que se va gestando poco a poco en el vientre de ella, pero que será más un anhelo que una realidad ya que su pronóstico de vida al nacer será mínimo. Pero cuidado, no es la intención de la autora arrojarnos a un paisaje desolador, de seres que mueren antes de nacer, sino todo lo contrario. Y por eso –justamente- toma la peor de las tragedias, como puede ser la muerte de un hijo, para tirar del hilo y narrarnos la belleza de la maternidad, cuando es elegida, deseada y aceptada.   

Créditos: Mely Ávila

En “La hija única”, Nettel nos cuenda de Laura y de Alina, amigas de toda la vida, que en algún momento decidieron no tener hijxs y dedicarse a vivir plenamente su profesión o lo que deseen. Laura ha mantenido esta filosofía día tras día, sin embargo, Alina, tras un tiempo sin verse, reaparece y le cuenta que está felizmente embarazada, luego de un extenso tratamiento, y que espera una hija. A Laura no le hará mucha gracia que la postura de su amiga haya cambiado y que tan fácilmente su postura combativa ante el mandato de procreación se haya desvanecido; pero, de todas maneras, decide acompañarla en ese proceso. Sin embargo, el embarazo de Alina se complicará y esa niña que espera en el vientre no tendrá más que un diagnóstico de pocas semanas de vida cuando se cumplan los 9 meses. Al cambiar la perspectiva, cambiará también la mirada de Laura sobre la maternidad y la admiración hacia su amiga de aferrarse a un milagro inesperado.

A todo esto, también se verá involucrada con la historia de su nueva vecina, Doris, madre viuda de un rebelde y distante pre-adolescente, de quien observará ese otro costado maternal, alejado de los clichés y las buenas costumbres y atravesado por la crianza en soledad, el miedo y la tristeza.

 

En diálogo con Babilonia, Guadalupe Nettel contó un poco más sobre el trabajo de escritura de esta rotunda novela que, sin dudas, demuestra la calidad narrativa de la autora que de a poco y a paso firme se ha convertido en referente del panorama contemporáneo latinoamericano. 

-La novela se centra en diferentes miradas sobre la maternidad, pero parece correrse del sustantivo para ubicarse en el verbo: maternar. Esa capacidad/deseo de crear un vínculo con hijos/hijas, que no tiene que ver con la reproducción, como nos educaron desde hace siglos hasta hoy. ¿Por qué ese cambio de perspectiva? ¿Qué no funciona para vos de la acepción “tradicional” de la maternidad?

 

-En primer lugar que toda la carga de la crianza recae sobre la madre. Se trata de una carga enorme en peso y duración, por eso con frecuencia aniquila la posibilidad de que las mujeres adquieran una vida profesional y personal satisfactorias. Por si fuera poco existe en nuestra cultura un ideal de perfección de la madre comparado con el cual todas las demás somos imperfectas. Por culpa de este ideal, las madres viven castigadas por una culpa y una sensación de fracaso constantes. Cuando yo era niña escuchaba decir que esto era lo “natural” pues así se comportaban todos los animales, pero es totalmente falso. Muchas especies animales, especialmente mamíferas no domesticadas, crían de maneras colectivas y los machos intervienen mucho en las labores de cuidado.

–  A poco de comenzar, “La hija única” muestra a su protagonista, Laura, narrando en primera persona su clausura a la idea de ser madre en el futuro. Páginas después, ella se encuentra con Alina, su compañera de andanzas e ideologías, que la sorprende queriendo ser madre. Un quiebre que marca cómo ciertas ideologías que parecen muy férreas en algún momento, cambian con el paso del tiempo. ¿Con qué crees que conecta la idea de maternidad: cierta edad biológica, un deseo personal, una conexión personal con alguien?

-Se trata en el mejor de los casos de una elección de pareja. Nos sentimos lo suficientemente unidos o estables como para querer vivir esa experiencia. También puede ser para las mujeres solas, una decisión personal. Una mujer que se siente madura para ello puede querer ser madre aunque esté sola. Pero en muchas ocasiones se trata de una decisión que no se toma con tanta libertad. El bebé es producto de un abuso o de una imprudencia. Las mujeres muchas veces se ven orilladas por la sociedad o por sus familias a elegir ese destino aunque en el fondo no lo deseen.

Desde la intimidad

La forma de narrar de Nettel es suave y al mismo tiempo rudo, directo cual lanza que atraviesa las tripas y poético como una pluma que acaricia. Es que Nettel no le teme al abismo, sino que se tira y nos invita a hacerlo con ella, pero en el aire despliega redes de palabras que nos van atemperando la caída. Y por eso habla de la muerte, la locura, el odio y el temor sin dramatismos, sabiendo que su búsqueda no pasa por la malicia, sino por la reflexión. 

– La historia central de la novela, esa hija que se espera y que posiblemente no pueda seguir viviendo es la excusa para hablar de todo lo que atraviesa la idea de maternidad. De sólo leerlo, uno siente una opresión y tristeza inmensa por un deseo que no va a encontrar cauce. Pero tu forma de narrar es tan sutil, delicada, que permite hablar de temas desgarradores sin que nos golpee. ¿Cómo trabajás esa voz narrativa tan profunda y a la vez tan aguda?

-El estilo de esta novela es directo y a la vez “terso” como lo llamó Mario Bellatin. Quería un contraste entre una escritura muy diáfana, sin rebuscamientos ni manierismos y la trama dolorosa a veces brutal que le dio origen. Me inspiró la honestidad con la que mi amiga me contó su historia en las diversas entrevistas que hicimos, y traté de conservarla. Si te soy sincera a mí la historia me golpeó mucho. No sólo al presenciarla de cerca sino en cada lectura. Se me hacía un nudo en la garganta. Me preocupaba que en algún momento cayera en el sentimentalismo y creo que eso explica en parte la contención del estilo.

– La novela tiene un tono sumamente íntimo, personal. ¿Refleja en parte un proceso tuyo como mujer en tu mirada sobre la maternidad? ¿Por qué?

– Ese tono viene de la amiga en quien está inspirado el personaje de Alina. Hicimos varias entrevistas y era ella quien iba marcando con sus palabras esa cadencia que después yo traté de recuperar. También es cierto que el tema de la maternidad me resulta muy cercano. Ahora mismo estoy inmersa en el proceso de la crianza (tengo dos niños) y obviamente me hago muchas preguntas al respecto: ¿La forma en que estamos criando es la más adecuada? ¿La más eficiente? O hay cosas que podríamos mejorar…

Ser madre 

– En México, la figura materna, esa persona que es capaz de dar su vida y dejar de lado todo para sus hijos siempre se puso en un pedestal. Por así decirlo, la mujer es madre por antonomasia, algo que también ocurre en toda Latinoamérica. ¿Es tu novela, en este sentido, un texto en código socio-antropológico, pero desde la ficción, que busca torcer esos mandatos culturales/sociales instaurados desde hace siglos?

Otra novela de Nettel.

– Sí. Mi padre, por ejemplo, hablaba de la “mística de la mujer” y veía eso de quedarse en casa, cuidando de los niños y de los ancianos, teniendo el hogar impecable y la comida siempre a tiempo como una vocación religiosa. No se daba cuenta de que muchas de esas mujeres no habían podido terminar sus estudios ni tenían la libertad de elegir qué tipo de vida deseaban vivir. Aunque no la escribí con ese objetivo, me gustaría que esta novela llevara a los lectores a ver la maternidad desde otros ángulos, a darse cuenta de que esos mandatos son eso: imposiciones sociales, y que es posible liberarnos de ellos.

– La novela tiene tres historias principales, pero también otras que aparecen en diferentes planos secundarios, y que sostienen la trama con mucha fuerza. Una de ellas hace foco en una paloma que hace nido en la casa de Laura para tener sus pichones. ¿Sos naturalmente alguien que observa el mundo y sus señales? ¿Cómo surgió la idea de ese recurso en particular?

– Es verdad, me gusta observar y encontrar señales. Sobre todo me gusta observar a los animales. El reino animal es una escuela de diversidad en muchos sentidos. En términos de crianza, por ejemplo, nos muestran que los machos que crían son tan naturales como las hembras que lo hacen y que es posible encontrar miles de dinámicas distintas como la crianza colectiva. El recurso surgió justamente de mi afición por los documentales sobre la vida y el comportamiento animal.

–  Las figuras maternas que aparecen en la novela: como la vecina Doris, la madre de Laura e incluso la de Alina muestran todo el tiempo el lado b de la maternidad, ese costado oscuro y natural que tenemos todas las madres de amar, pero también odiar a sus hijos, porque deben existir pocos sentimientos que te ponen en el abismo como la maternidad. ¿Cuál era el retrato que vos querías dibujar de las madres en tu novela?

– Es curioso que esta novela haya terminado siendo una novela sobre la maternidad porque no era esa mi intención inicial. Yo quería escribir acerca de mi amiga y lo que le sucedió. La forma en que la tragedia golpeó su vida y las estrategias que fue encontrando para darle la vuelta a esa situación. A mí me conmovió mucho esa historia y también la de su hija. La fuerza con la que ese bebé se aferra a la vida e intenta desarrollar todo su potencial. También quería hablar de la incertidumbre sobre la cual vivimos los seres humanos, como un terreno de arenas movedizas, aunque muchas veces nos rehusemos a verla. Todas las otras tramas están ahí para contar mejor esa historia. Pero creo que lo que dices es cierto: tengo una tendencia a mirar el lado b de la vida y a describirlo. Lo he venido haciendo desde hace años, en todas mis novelas y cuentos.

 –   Por otro lado, las figuras masculinas de la novela, a veces están ausentes (o presentes pero la violencia que ejercieron), y otras aparecen queriendo también ser protagonistas de su paternidad (como la pareja de Alina). ¿Qué rol crees que tienen los hombres hoy en este momento de de-construcción de las masculinidades frente a mujeres cada vez más conscientes de su autonomía?

– Creo que muchos hombres no tienen ni idea de que está ocurriendo un cambio en algunos de sus congéneres. Otros sí se dan cuenta pero se resisten, consciente o inconscientemente, a soltar sus privilegios. La deconstrucción hasta ahora es un fenómeno minoritario, pero estoy segura de que esas minorías están recibiendo grandes beneficios de su esfuerzo: parejas más unidas, una mayor cercanía con sus hijos, la posibilidad de dejarse sentir y expresar sus emociones y de que otros las comprendan. Cuando los demás vean que se vive mejor de esa manera, van a querer imitarlos.

 (De)construcción femenina  

La narrativa de Nettel no es casual ni tampoco se encuentra desorientada en el océano de lecturas contemporáneas escritas por autoras de todo el mundo, y también de Latinoamérica, en los últimos años. Lecturas que invitan a pensar a la mujer (y también al hombre) como seres en continua deconstrucción, revisando, corrigiendo y modificando partes y formas del patriarcado de hace años.  ¿Por qué hablar de la maternidad en la actualidad? ¿Qué es necesario observar y descartar de la figura femenina que se ha instalado como antonomasia del género desde hace miles y miles de año?

– Por último, aparece en la trama un grupo de mujeres militantes de una agrupación feminista, que se acerca de a poco a algunos de los los personajes, sin que ellos sean muy conscientes de lo que esto generará en sus vidas. ¿Qué valoración hacés de los movimientos feministas que hoy se extienden en todo el mundo (y en Latinoamérica en particular)?

– Me encantan. Me siento muy agradecida y admirativa de las feministas de todas las épocas por los avances que han conseguido en términos de igualdad y de libertad de los que ahora nosotras disfrutamos. Los movimientos actuales de feministas en AL tienen demandas distintas, pero creo que tienen rasgos en común: son muy dinámicos y están llenos de creatividad, pero también de honestidad. Dicen las cosas como son, sin dar rodeos.

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