La escritora Beatriz Grinberg presentará el próximo martes su nueva novela «Aquellos días en Varsovia», que narra una historia de amor y esperanza atravesada por la Segunda Guerra Mundial. Una joven judía y un disidente polaco vivirán el peor de los infiernos escapando del horror del nazismo. Años después, y sin volver a verse, en la convulsionada Argentina de los `60 y `70 su destino podrá re-escribirse.
Tan sólo con mirarla y escucharla hablar, uno se percata que Beatriz Grinberg es una mujer sumamente atenta a los detalles. Pausada en su habla, precisa en los términos que utiliza y discreta en sus gestos, es capaz de mantener silencio lo que crea necesario con tal de desarrollar al máximo su capacidad de observación.
Si, en cambio, conocemos un poco más de ella, entenderemos que esa cualidad que parece innata, quizás sea parte de su historia personal y profesional desarrollada durante tantos años, y que es la misma que hoy por hoy permiten enriquecer de manera puntual su narrativa, aquella que comenzó a desplegar desde 2015.
Es que Beatriz Grinberg, escritora cordobesa, quien presenta la próxima semana su tercera novela, trabajó durante décadas siendo mediadora en ámbitos judiciales y como especialista en grupos humanos desde la antropología sociocultural, por lo que ha logrado naturalizar al máximo su capacidad de escucha atenta y logrado descubrir aquellas emociones más internas que guardan los vínculos humanos, consiguiendo ahora poder trasladarlos a sus propias creaciones. Por eso sus relatos son sinceros, auténticos y llegan a lo más profundo del alma.
“Aquellos años en Varsovia” es su tercera novela (las anteriores son “Lazos invisibles” (2015) y “Mi nombre es Lídice” (2018)) y al igual que las anteriores está atravesada por el contexto de la Segunda Guerra Mundial. Ambientada en parte en Varsovia, ciudad que fue testigo como pocas del invierno del nazismo, Grinberg elige contar la historia de Eliana Segal y Eryk Gorsky, quienes se conocerán en un hecho sin igual ocurrido durante la contienda y que contaba de un matrimonio que salvaba judíos y disidentes del régimen totalitario escondiéndolos en el sótano del zoológico que administraban.
“Mis personajes se construyen y reconstruyen desde los que les toca vivir. Algunos pueden ser resilientes y otros no… apenas pueden con los que les ocurre”, cuenta Beatriz en esta nota, adelantando parte de la trama de la novela que comienza en Varsovia pero luego se desplaza a Argentina en los convulsionados años `60 y `70 y que busca indagar, también, sobre cómo los hechos políticos y sociales marcan nuestra existencia.
-Es tu tercer libro y otra vez optas por la Segunda Guerra Mundial como telón de fondo, haciendo foco en Varsovia, una de las tantas ciudades atravesada dramáticamente por la contienda. Cómo y por qué surgió la necesidad de narrar lo que había ocurrido allí y en especial en el zoo?
– El año anterior, por el mes de junio- julio con un grupo de amigos visitamos Varsovia, allí tuve la oportunidad de conocer profundamente la historia que la atravesó durante la Segunda Guerra Mundial. Los hechos históricos dejan su huella aún en una ciudad que se muestra pujante y moderna. Miles de turistas la recorren a diario, visitan los campos de la muerte en toda Polonia y rinden tributo en los monumentos que recuerdan a las víctimas del nazismo y a los insurrectos que no adherían al plan del dominio de Hitler primero y de los soviéticos después.
El zoológico de Varsovia era un lugar emblemático para el disfrute y la diversión, destruido el 1° de setiembre de 1939 con el inicio de la Segunda Guerra Mundial, se transformó en un refugio para más de 300 personas que salvaron milagrosamente sus vidas, gracias a sus directores Jan y Antonina Zabinski.
Inspirada en la lectura del libro no ficcional (basado en el diario de Antonina Zabinski) de Diane Ackerman titulado ¨La casa de la buena estrella¨, que fuera llevada al cine con el nombre de ¨La casa de la Esperanza¨, me surgió la trama de una historia de amor que entrelaza la historia política y social de la Polonia de esa época con la de la Argentina de los años 60-70 -marcada por el autoritarismo y la represión. Aquí llegará -por las vueltas del destino- el personaje central Eliana Segal, en calidad de hija adoptiva de un matrimonio polaco, y recalará en búsqueda de mejores condiciones de vida a Berisso, Provincia de Buenos Aires.
¿Por qué en el zoológico? Porque en ese lugar sombrío, los claroscuros de la condición humana revelan, por sobre la barbarie, el valor de la resistencia, la solidaridad y el amor.
-Dentro de la novela, ¿que personajes o situaciones se mantiene dentro de la historia real y cuáles fueron construidos desde la ficción?
– El recorrido a través del tiempo y el espacio, entre Varsovia, Berisso y Buenos Aires, incorpora una galería de entrañables personajes, ficcionales e históricos, en cuyas voces resuenan los ecos de una memoria personal y social. En la historia real están Jan, Antonina Zabisnki y la monja de Swider: Gertruda Stnislawa Marciniak y, sindicalistas, militares y otros personajes reales que marcaron un hito en la Historia Argentina y latinoamericana de los años 60-70.
-Tres novelas, tres historias atravesadas por la guerra. Tus personajes y relatos se construyen /reconstruyen desde el dolor y el sufrimiento? Crees que es una literatura que pone sobre la mesa seres resilientes?
– Creo que se construyen y reconstruyen desde los que les toca vivir. Algunos pueden ser resilientes y otros no… apenas pueden con los que les ocurre. Y hay otros que me sorprenden porque toman voz propia, un giro inesperado que cambia la historia. Y eso me pasó, particularmente con un personaje que, desde sus heridas pudo construir algo totalmente impensado y reparatorio para su vida. Yo aprendí de ese personaje. Me sorprendió.
– Qué nos podés contar sobre Eliana y Eryk? ¿Cómo son?
– De manera continua, fantasía y realidad se mezclan en el alma de Eliana Segal que, aun sintiéndose libre en el viento latinoamericano, añora como sus padres adoptivos, su tierra natal, en una mirada que imprime sobre la imagen del Río de la Plata el Vístula de su infancia. Eliana era una joven judía que vivía en barrio de Varsovia, observaba los rituales religiosos con su familia y que obligada a trasladarse al gueto cambió su destino. Una muchacha sensible, que escribía para no odiar y guardaba el registro de lo que vivía y sentía en mugrosos papeles que guardaba celosamente.
Eryk un disidente polaco, insurgente, idealista y rebelde, criado en el orfanato de los niños polacos pobres del maestro Janusz Korczak, soñaba con una Polonia libre y luchaba por ella. Trabajaba en una granja en la aldea de Swider y repartía los productos entre la gente rica de Varsovia. Así conoce a Eliana.
-Si tuvieras que elegir un eje por donde se centra la historia de ellos, ¿cuál sería?
– Creo que a mis tres novelas las atraviesa el mismo eje: el desgarro que produce la inmigración, la búsqueda de identidad y la fuerza de la memoria.
En ¨Aquellos días en Varsovia¨, además, un tema central radica en la pasión deslumbrante de la experiencia sentimental que -atravesada por sentimientos contradictorios de vergüenza, ilusión, desesperanza y ensueño-, queda grabada de forma indeleble en la subjetividad de Eliana Segal.
-¿Cuál fue el mayor desafío en la escritura de esta tercer novela?
– Escribí cuatro libros, el primero un ensayo, luego una Antología que tuve el gusto de compartir con queridos colegas y ahora esta entrega: mi tercera novela.
El mayor desafío fue narrar de manera genuina lo que sentía dentro, un torrente que me brotaba y necesitaba volcar, que me convocaba a la vez que me emocionaba, aislaba, reconcentraba e investigaba. Mi mente y mi corazón iban más rápido que las palabras que necesitaba para narrar la historia que tenía en el interior. En siete meses imprimí el primer borrador. Lo leí con ojos nublados. Escribo para contar. Escribo porque siento que es una forma de amar.
Datos de la presentación
“Aquellos años en Varsovia” se presentará el próximo martes 3 de diciembre a las 19 en el Salón Champaquí del Hotel Sheraton. En la oportunidad, acompañará a la autora el ex sacerdote de Villa del Libertador Adrián Vitali. La entrada es libre y gratuita.