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Editoras: mujeres hacedoras de libros

Seis directoras de sellos cordobeses aceptaron la invitación para charlar sobre el detrás de escena de este oficio que durante muchos años estuvo vinculado sólo al género masculino. Ellas son Daniela Reverte (Raíz de Dos), Gabriela Halac (DocumentA/Escénica), Karina Fraccarolli (Comunicarte), Daniela Mac Auliffe (Buena Vista), Barbi Couto (La Terraza) y Tamara Sternberg (El Emporio), y en este 8M hablan de los obstáculos dentro de la industria editorial cordobesa, del tesón para emprender aun en las dificultades y del desafío constante de (de)construir mandatos sociales. 

 

Para conmemorar el Día Internacional de la Mujer quisimos desde Babilonia este año sumar nuevas voces relacionadas con la literatura y por eso pensamos en ellas, en esas mujeres que rodean algunos de los muchos libros publicados en Córdoba y que llegan a nuestras manos. Esta vez quisimos hablar con editoras cordobesas, quienes tienen el tremendo rol de elegir, guiar y llevar a buen puerto una obra para que se plasme en el papel.

 

Nuestra ciudad es, gracias al trabajo de muchísima gente, cada vez más referente de una literatura vasta, heterogénea, prolífica y de calidad. Hay sellos grandes y chicos, de años en el circuito y con toda la vida por delante, para adultos, niños y amantes de todos los géneros. De ese gran abanico local convocamos para esta entrevista a seis mujeres editoras para dialogar no sólo sobre los secretos de su profesión, sino justamente para reflexionar sobre el camino que han abierto, como referentes del género femenino, a la hora de construir un mundo de relatos.

Ellas son Daniela Reverte (Raíz de Dos), Gabriela Halac (DocumentA/Escénica), Karina Fraccarolli (Comunicarte), Tamara Sternberg (El Emporio), Daniela Mac Auliffe (Buena Vista) y Barbi Couto (La Terraza). Seis formas diferente de pensar la edición, de construir literatura y de empoderar a la mujer desde la cultura local.

 

De oficio: editora

 

¿Una elección? ¿Un destino? ¿Un camino impensado? Las seis editoras citadas para esta entrevista no estudiaron la carrera de Edición, la cual ni siquiera existe en Córdoba, y antes de convertirse en lo que son fueron estudiantes de Letras o Comunicación, artistas, periodistas o docentes. Entonces, la primera pregunta a responder es: ¿cómo se llega a ser editora?

“Siempre me encantó la lectura y desde muy chica estuve con la venta de libros porque en mi casa inauguramos un pequeño negocio cuando nací, entonces yo visualizo editar y comercializar un libro como un único proceso”, señala Karina Fraccarolli desde Comunicarte y agrega: “Cuando egresé de la facultad de Comunicación Social era la época de Menem y no me interesaba salir a buscar un trabajo con condiciones paupérrimas. Y se dió que muchos autores de la Facultad de Lenguas comenzaron a pedirme que les editara su libro. Así nace Comunicarte”, sintetiza la cordobesa ya hablando sobre los inicios del sello, narrando una historia que se repetirá también en otras entrevistadas, de que quizás fue el oficio de la edición la que las encontró a ellas, y no al revés.

En este sentido, Gabriela Halac, desde DocumentA/Escénica, señala entonces que tampoco para ella la idea de “construir libros fue una decisión tan planificada”, aunque siempre le interesó trabajar en torno a lo escrito: “Algo de esa relación entre lo abstracto del pensamiento y lo concreto y práctico editorial que necesariamente se vincula a una objetualidad de los libros me interesa mucho”.

Desde una experiencia netamente periodística –trabajó muchos años como productora radial-, Daniela Reverte, al frente de Raíz de Dos, cuenta que su conversión a la edición de libros quizás “se dio de forma muy natural”, pasando de la «cocina» de la radio a la de los libros entablando un paralelismo entre la producción y la edición. “Siempre me gustó la tarea de producción. Editar implica mucho de eso” y algo similar le ocurrió a Tamara Sternberg, perteneciente a una familia relacionada con la industria editorial (su padre Moisés fue dueño de la librería El Emporio durante más de 70 años), quien asegura que lo suyo nació sin proponérselo. “Fue un pedido especial de un autor quien inició esta maravillosa aventura.  Él solamente quería que El Emporio Libros, como familia del libro  editáramos su obra. Así fue como hace 17 años después de esta experiencia tomé conciencia de lo fascinante que es acompañar a las personas que quieren transmitir su pasión por medio de la escritura”.

 

Para Daniela Mac Auliffe, directora del sello Buena Vista, que nace con la bellísima intención de reeditar libros de autorxs de siglos anteriores, la edición en cambio fue casi como un sueño proyectado desde la infancia, cuando jugaba a (re)crear libros viejos. “Estoy convencida de que este afán en mí venía de antes. De pequeña me pasaba días enteros encuadernando libros viejos y deteriorados de la biblioteca familiar a mi manera: con engrudo e hilo de coser”, cuenta McAuliffe, quien señala además: «Empecé trabajando como correctora para algunas editoriales de Córdoba y de Buenos Aires y así, poco a poco, fui aprendiendo sobre el oficio editorial. Esta labor me despertó un sinnúmero de ideas, pero por alguna razón casi todas estaban relacionadas con hacer nuevas ediciones de libros antiguos”.

Por último, Barbi Bouto, de Ediciones de La Terraza, quien también desempeña un perfil de periodista cultural y tiene a cargo proyectos de fomento a la lectura, cuenta que si bien desde que tiene memoria amó lo libros, «nunca se me ocurrió que podría convertirme en editora hasta que me encontré en el baile bailando». «Los primeros años me dediqué a leer mucho, a formarme como editora porque si bien intuía que era la profesión que siempre quise no me sentí segura para definirme con ese nombre hasta que pasó un tiempo (¡y unos cuantos libros!) hasta que me di cuenta que, para mí, mi «ser editora» era un estado «en proceso». A lo largo de mi vida, en cada etapa había estado sumando saberes en relación al mundo de los libros -que respondían a mis inquietudes de esas épocas, a veces más ligadas a la gráfica, otras a la semiótica, otras a la producción y circulación y la cultura libre y así-, por lo que me siento una suerte de editora atípica si es que acaso existe algo así como el perfil típico de un editor…»

 

Construir/crear/idear libros

 

El camino de una historia desde que se piensa hasta que se convierte en libro y se publica es largo y tedioso. Dice el dicho que se conoce en todos los sellos que “editar un libro es un arte y venderlo un milagro”, entonces: ¿de qué hablamos cuando hablamos de editar? ¿Tendrá que ver con corregir, con guiar las creaciones del escritor, con descubrir talentos con potenciar capacidades individuales como la de un diseñador o ilustrador?  Las protagonistas de esta entrevista, aseguran que el delicioso plato de la edición lleva un poco de todo, pero que lo principal es vincularse, no sólo con una obra, sino con su creador. 

“En la definición está incluido todo eso, pero hay algo más y que es esencial: amar lo que se hace”, dice la encargada de Buena Vista, quien deja en claro no poder a veces escindir su yo lectora de su /yo editora y confiesa: “Yo no sé si busco nuevas lecturas para el público, busco nuevas lecturas para mí y si leo algo que no es aun libro o que lo fue alguna vez y no lo es más, no puedo negarme a la tentación de que eso se vuelva un libro disponible para el público lector”.

Halac, en tanto, agrega: “Me interesa ser un buen interlocutor para que escribir y hacer libros pueda ser también incidir de una manera extraña pero real en el mundo, en construir ese ámbito de interés en donde la obra circule y construya nuevos diálogos y cruces. La edición es una tarea que hace que un grupo de personas se agrupe en torno a un trabajo con el objetivo que  esa escritura sea  una inscripción que por fin logre ser pública. No sé si eso me hizo llegar a ser editora, pero eso me hace quedarme aquí”.

Algo similar le pasa a Karina Fracarolli, quien disfruta cada vez que puede darle lugar a gente o joven (no sólo por su edad sino por debutar como escritor) a publicar su obra. “Me doy el placer de leer en voz alto de cabo a rabo la obra. Cada palabra la leo muchas veces con el autor enfrente y eso hace a que la obra se pula”.  

“La edición tiene un poco de todo, y eso la  hace atractiva y cambiante siempre”, apunta Reverte y añade: “Cada libro es distinto, cada autor también lo es y con ellos se crea un vínculo muy especial. Es como acompañar en la gestación un hijo, somos una especie de parteras literarias”.

Mientras que Couto, agrega un dato que continúa con el hilo de crecimiento de una historia hecha libro: una mirada en perspectiva. «Creo que el editor o la editora es esa persona que mira una obra desde afuera. Que observa minuciosamente el manuscrito u original acabado por el/la autor/a e imagina las potencialidades que esa obra tiene para constituirse en un objeto libro. Que mientras diseña ese objeto, explorando formatos, soportes, calidades gráficas, composiciones visuales, paratextos, etcétera, no puede dejar de trazar una línea de coherencia con algunos factores externos al libro en cuestión».

Por su parte, a Sternberg le gusta definir su rol como editora no sólo en relación con las obras, sino también con los escritores y por eso le gusta dejar en claro que puede seducirla tanto una historia ya escrita, como esa idea que aún ronda por la cabeza de un futuro escritor que se acerca a la editorial.  “La edición es un rol de servicio. Es, desde el inicio, un acto amoroso de acompañamiento y encuentro con lo que es todavía no explícito. Es asimismo la tarea del provocador, quien apuesta más a la posibilidad que a la limitación”. Que haya un nexo entre el escritor y el futuro lector de esa obra podría entonces resumirse su misión para Stemberg quien asegura que trabaja “por y para el éxito: esto significa hacer que el público tenga interés por adquirir el libro, compartirlo y hacerlo suyo. También, en este logro del éxito hablamos de quien escribe”.  

 

Edición de mujeres, ¿edición femenina?

 

El oficio de la edición ha tenido, como con otras tantas profesiones, un marcado pasado masculino que gracias a la decisión y tesón de muchísimas mujeres ha logrado equilibrar la balanza. Y por eso, que haya sido realizado durante siglos por hombres quiere decir también que ha acumulado características propias tomada por ellos. ¿Es entonces tiempo de cambiar algunas formas de editar si tenemos en cuenta las particularidades femeninas a la hora de trabajar? Y más aún, ¿es un trabajo donde se puede potenciar aquello que nos identifica con el ser mujer? Las  entrevistadas tiene, sobre esto, interesantes y contrapuestas respuestas, ya que mientras algunas señalan que la edición tiene una raíz sumamente femenina, relacionada con la gestación de la palabra y la constante búsqueda teórica sobre las ideas, para otras es una labor que nada tiene que ver con los géneros.

 

Abriendo el juego, Karina Fracarolli señala: “tal vez sea  interesantísimo el  rol de la mujer como editora ya que es una tarea que exige múltiples atenciones y habilidades y la mujer se ha caracterizado por una mirada horizontal que nos permite ver en simultáneo. En la edición de un libro hay cosas ultra femeninas: una obra se concibe. Además, a la mujer le gusta unir -cuando damos alimento no hacemos más que unir cosas para llevar a la mesa- y en la edición se unen aspectos diferentes y necesarios como el imprentero, el diseñador, el dibujante, el corrector”.

Acompañando en parte esta postura, Halac cree que “la reinvención de la tarea de editar es algo muy femenino” que tiene que ver con “volver a preguntarse y a cuestionar el rol, la tarea, lo importante, el sentido del hacer”, algo que, según ella “se ha perdido mucho porque el mercado propone acelerar los procesos para hacerlos más eficientes económicamente. Me gusta preguntar, hurgar en archivos, explorar la intimidad de la escritura.  Con los años he podido construir un camino singular como editora que no tiene que ver con ser quien elige el mejor texto de todos, sino construir proyectos a partir del diálogo con algunos artistas y autores y ver de qué manera esa obra puede encontrar un curso en un proyecto editorial en el tiempo.

Lejos de estos pensamientos, tanto Daniela Reverte (Raíz de Dos) como Daniela McAuliffe y Barbi Couto, aseguran que no creen en las particularidades femeninas o masculinas dentro del oficio editorial. “Eso no es más (ni menos) que una construcción social. Hay que salir del binarismo genérico. Hay cada vez más personas que editan. Esto me parece maravilloso y sumamente rico en diversidad”, apunta la directora de Buena Vista. Y su par de La Terraza, agrega: «No estoy segura de creer que haya particularidades que nos identifican como mujeres. Entiendo que hay quienes dicen que la prolijidad, o la meticulosidad, la atención por los detalles son características ‘femeninas’ y que podrían responder la pregunta, pero con las que personalmente no concuerdo. Creo que cada editor/a tiene un perfil que lo identifica, construido desde su formación, sus intereses, sus lecturas y el proyecto editorial que lleva adelante y las particularidades que lo definan no son femeninas o masculinas, son simplemente personales o derivadas del contexto social-cultural-comunitario del que forma parte».

 

 

 

Abriendo camino

 

La decisión de reunir a editoras surgió como una forma de conmemorar el Día Internacional de la Mujer que desde hace décadas es tomado como bandera del movimiento feminista para reivindicar la igualdad entre géneros, y desde hace algunos años para sacudir pensamientos patriarcales arraigados en la cultura de cada pueblo, buscando dejar en claro que las mujeres tenemos un rol activo en este mundo y voz propia para expresar nuestras ideas.

Por eso dos de las preguntas para las entrevistadas tiene que ver con los obstáculos que quizás sintieron/sienten dentro de su profesión al tener una antigüedad en manos masculinas, y por otro lado, el compromiso de trabajar construyendo lecturas, modificando cánones literarios en medio de un mundo cruzado por el feminismo.

 

En cuanto a la primera consulta, Fraccarolli asegura que no ha tenido que lidiar con lo de “ser mujer y editar”, trayendo a colación una historia argentina plagado de excelentes ejemplos como lo son Gloría Rodrigué (Sudamericana), Adriana Hidalgo o Beatriz Viterbo en Rosario e inclusive lo fue Victoria Ocampo, referente indiscutible del siglo XX.  Sin embargo, Halac toma la palabra y sí elige marcar algunas cuestiones que, quizás por naturalizadas, se han hecho invisibles. “Creo que vivimos en un entorno muy machista, donde es común -a priori- sobrevalorar el trabajo de cualquier hombre y desvalorizar el trabajo de cualquier mujer. No estoy diciendo nada nuevo pero es bueno señalar que  Córdoba es un entorno machista por excelencia y no excluye el ámbito de la cultura. Creo que en ese sentido ser mujer hacedora requiere de mucha obstinación y de aprender a hacer las cosas más allá de la afirmación del entorno para sostenerse pura y exclusivamente con la propia fuerza y la de quienes creen en lo que estamos proponiendo. Creo que hay que ser pacientes, no desconcentrarse por los comentarios o la indiferencia del entorno y seguir. Tarde o temprano todo cae por su propio peso y el trabajo bien realizado encuentra un ámbito de visibilidad y acogida. En mi caso no hubo obstáculos más que mis propias limitaciones e inseguridades,  y compatibilizar la maternidad en simultáneo a la construcción de un camino profesional en un medio donde ser madre es un problema. Creo sí, que ser editora mujer y que de alguna manera las cosas vayan bien pone incómodos a algunos varones demasiado acostumbrados a sus privilegios, pero no dedico mucho tiempo a pensar en eso, cada uno lidiará con sus propias inseguridades».

En la misma sintonía, Barbi Couto sostiene que sí existen obstáculos para una mujer que decide ser editora y que tienen que ver con la estructura empresarial del sello o el género al que se dedica. «Si la editorial pertenece a grandes corporaciones difícil será que una mujer llegue a puesto jerárquicos de toma de decisiones como sucede en casi todas las profesiones o empresas. Si la editorial es mediana seguramente es más sencillo, el ambiente que más conozco que es el de las editoriales independientes dedicadas a la literatura para chicos y chicas y esas habitualmente sí tienen editoras mujeres a cargo (solas o en compañía de editores hombres). Pero no puedo dejar de mencionar que en el ámbito de la habitualmente denominada LIJ (Literatura Infantil y Juvenil) es muy común hallar mujeres sobre todo por este tema de «lo maternal» que está inevitablemente ligado a la infancia y tal vez entonces no sean comparables con otras editoriales de estructura mediana». 

 

Para Sternberg, en tanto, el oficio tuvo quizás los mismo obstáculos que otras profesiones que antes fueron lideradas por hombres, y  “en lo personal, puedo afirmar que la perseverancia y la constancia tanto como el acierto en acciones apropiadas han hecho la diferencia”.

Por último, Daniela Reverte, desde Raíz de Dos, sello que desde sus inicios ha buscado hacerse lugar en el mapa editorial del país, agrega que los obstáculos no tienen tanto que ver con el “ser mujer”, sino “con las producciones de las grandes editoriales que tienen más recursos de captación de autores y capacidad de publicitar sus libros”. “El centralismo porteño raramente considera a las producciones del interior, y solo lo hacen cuando son cooptadas por las editoriales grandes. Es un techo difícil de romper; y fijate que en el caso de Córdoba ha sido perforado justamente por mujeres (Florencia Bonelli, Cristina Bajo, Viviana Rivero, Fernanda Pérez. por ej.), que terminan firmando con las grandes editoriales”.

 

 

– En tiempos donde la lucha y la militancia por los derechos de las mujeres y la igualdad de los sexos cruza la sociedad,  y por lo tanto el arte, ¿creés que tu rol como editora debe dar respuesta de ello? ¿Por qué?

– K. F: Si una edita, su función primordial, al igual que la de quien escribe es dar cuenta de su época. Este es el momento de la mujer, de lo femenino y se están librando batallas muy importantes, tendríamos que estar ciegos y sordos si no diéramos respuesta de eso.

– G. H: Me gusta el desafío de pensar en eso, pero tampoco quiero salir a justificar mi trabajo a partir de ser mujer o editar a mujeres. Es un problema grande que tenemos la gran cantidad de propuestas que nos llegan de varones y en mucha menor proporción de mujeres. Creo que todo es fruto de la desigualdad extendida la ultra seguridad del varón, la desvalorización e invisibilización de las mujeres, o incluso la apropiación de varones del trabajo de mujeres.  Esto ha sucedido por siglos y que llevará tiempo revertirlo. Estoy alerta atenta y dispuesta. Hace tiempo vengo pensando estrategias para animar a algunas mujeres a mostrar sus producciones y de a poco se van construyendo redes que me interesan mucho. También creo que mi práctica como editora está contaminada de una problemática de género y que todo en Ediciones DocumentA/Escénicas  está pensado con una lógica femenina que tiende a no reproducir las jerarquías y prácticas impuestas desde el patriarcado. Es interesarse preguntarnos cómo militamos desde las editoriales este momento no sólo sacando provecho a lo que el mercado demanda, sino incidiendo verdaderamente en otros modos de hacer para el campo editorial. Intento, entonces, además de editar mujeres o problemáticas vinculadas a este sentir de época, mi práctica editorial en si responda a otra concepción. Entonces los autores sean varones o mujeres no es todo lo que define esa militancia. Quizás lo primero que deberíamos reconocer es que el mundo editorial está lleno de patriarcas reales y simbólicos y que la distribución de la riqueza cultural se reproduce casi siempre con las mismas lógicas. ¿Cómo un editor abre otros caminos? Esa es la respuesta que hay que dar. No sé si desde el ámbito independiente es tan fácil cambiar el peso de las cosas pero sí creo que en la medida que no nos preguntemos qué nos diferencia de las grandes editoriales además del capital o los títulos publicados no estamos proponiendo mucho.  Nuestra editorial se propone ser recíproca en ese sentido y militar desde el hacer todo lo que se pueda, no solo con lo visible que es nuestro catálogo, sino también con lo invisible y cotidiano.

– D. R. Creo que sería bueno que cada mujer coopere en los distintos ámbitos donde desarrolla sus actividades para dar cada vez más pasos adelante en temas de derechos e igualdad; también en este trabajo, tratando de respetar siempre la pluralidad de voces y reflejar el clima de época, para aportar elementos que sirvan para entendernos mejor.   

– T.S: Es innegable que antes que editora soy una mujer y en base a ello asumo mis compromisos y decisiones. Me encuentro en un tiempo histórico en el que se vuelve imposible eludir la toma de posición al respecto.

– D. M. Absolutamente. La vida de las mujeres hoy, en nuestro país, al menos, y en mayor o menor medida según diversidad de razones, está marcada por el replanteamiento de situaciones vistas como normales anteriormente. Situaciones que nos vienen oprimiendo, abusando y asesinando. Afortunadamente, estamos desnaturalizando roles y golpes. En lo personal, puedo decir  que, felizmente, no sé qué es ser mujer y esa ignorancia (trabajada, claro) abre horizontes.

– B.C.: Por supuesto, uno de los desafíos más grandes es que estamos directamente involucradxs y comprometidos con la formación de sujetos lectores críticos, que pueden pensar en qué sociedad viven y cómo quieren que sea, y así convertirse en ciudadanos con capacidad de reflexión y actitudes y acciones comprometidas política, social y culturalmente para con la comunidad de la que forman parte. Como editora me siento interpelada a aportar desde mi proyecto y desde mi cotidianeidad en estas luchas. Desde pequeñas cosas, como garantizar la presencia de mujeres en charlas, talleres, mesas de debate, etcétera, como observar nuestro catálogo y tratar de no repetir metodologías que no acompañen en la construcción de un mundo más justo e igualitario. 

 

Perfiles

 

Daniela Reverte. Es Licenciada en Comunicación Social, directora de Raíz de Dos, Nuevos Editores y Ronda (servicios editoriales).

 

 

Gabriela Halac nació en Córdoba en 1972. Es artista, escritora y editora. Hace quince años fundó  el espacio de producción, formación e investigación artística DocumentA/Escénicas donde dirige el laboratorio editorial que aborda la producción del libro como práctica artística contemporánea. Como autora ha publicado:  “Qué es un libro contemporáneo?” (2018), “La biblioteca roja. Brevísima relación de la destrucción de los libros”, “Visitas a La Perla. Ensayo sobre lo que no desaparece”, “Aún”, “Des-montaje”, “Sangre”, “Polvo”, entre otros. Es curadora del ciclo Volumen. Escena editada dedicado al cruce de escena contemporánea y edición que se realiza cada año en el Teatro Cervantes. Los últimos quince años ha colaborado en libros y revistas especializadas escribiendo sobre procesos artísticos y pensamiento contemporáneo.

 

Karina Fraccarolli. Nació en Córdoba en 1969. Es Licenciada en Comunicación Social  de la Universidad Nacional de Córdoba y cursó la Maestría en Antropología en la Facultad de Filosofía y Humanidades.

 

Ejerció la docencia en el nivel terciario y universitario en las cátedras de Periodismo Gráfico, Radial y Televisivo, Periodismo Científico y en numerosos Talleres de periodismo y comunicación para niños y adolescentes desde 1993 a 2003.

En 1993 fundó la Editorial Comunicarte, especializado en literatura para niños y jóvenes, lingüística, pedagogía y didáctica. Dirige en la actualidad la Librería del Palacio. Organiza y es miembro del Jurado del Concurso de cuentos Los niños del MERCOSUR desde 2004, y del Concurso de Novela Los jóvenes del MERCOSUR desde 2007.

 

 

Tamara Sternberg

Es cordobesa de nacimiento y Licenciada en Ciencias de la Educación. Actualmente es directora editorial de El Emporio Ediciones, agente literaria, organizadora, promotora y gestora de actividades culturales y sociales para la ciudad de Córdoba, en la Provincia de Córdoba, en el país y en el extranjero. Expositora con stand propio en la Feria Internacional del libro de Buenos Aires desde hace 4 años.

 

Daniela Mac Auliffe Nació en Argentina en 1970  y se recibió en la Universidad Nacional de Córdoba de Traductora Pública Nacional de Francés. Actualmente prepara su tesis en la Maestría de Culturas y Literaturas Comparadas de la Facultad de Lenguas. Universidad Nacional de Córdoba. Trabajó como docente, traductora, correctora e intérprete y desde 2005 dirige la Editorial Buena Vista

 

 

 

Barbi Couto Es Comunicadora Social de la UNC y periodista colaboradora en La Nueva Mañana. Además, se define así: «bloguera por gusto -en los poquísimos tiempos libres que tengo-; y en estos últimos años le estoy encontrando el gusto a editar libros ilustrados en el proyecto Ediciones de la Terraza (que comparto con mis socios Mauri Micheloud y Vani Boco desde 2012) y a contagiar mi entusiasmo librero a puro tráfico librero en el proyecto Traficante de libros (que comparto con mi compañero y mis hijas desde 2014). 

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