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Comentario de "Cuentos reunidos", de Liliana Heker

 

 

Dice la autora en una nota al comienzo del libro, que prefirió poner el adjetivo “reunidos” y no “completos” acompañando estos Cuentos, simplemente porque no tiene “el menor interés en completarse”, y porque tampoco siguió en la estructura para el mismo, uno orden cronológico.

Es así entonces que se encuentra uno, desde el inicio, con un tomo de historias viejas y nuevas al mismo tiempo, porque es la misma escritora quien le da un aire de renovación.

Es verdad que Heker ha sido parte mucho antes de antologías propias y ajenas, y que este guiño sirve para seducir en los anaqueles de Novedades en librerías. Sin embargo, no deja de ser una apuesta original, donde es la creadora quien permite jugar con el tiempo -su primer cuento lo escribió en 1960 y el último para esta propuesta- , salteando procesos, vivencias y hechos personales que tuvieron luego su consecuente (inter)textualidad en su prosa. Y si es ella la que propone un orden desordenado de sus obras, nosotros como lectores podemos hacer eso mismo, o bien, todo lo contrario.

 

Rompiendo el hielo está, estratégicamente ubicado el inicio “La fiesta ajena”, uno de los relatos quizás más reconocidos de Heker, donde la autora cruza sin dudas los ejes cartesianos  de su narrativa, que mantendrá desde entonces hasta hoy: una sociedad divida por clases, el abanico cultural de un país que a veces se percibe victorioso y otros tanto subdesarrollado, sus tradiciones, sus prejuicios, sus pesares.

Los de Heker pueden ser niños -como en el cuento antes citado- mujeres, hombres, ancianos, tipos exitosos o el peor de los defectuosos, culpables e inocentes, y muchas más diferencias que podrían ponerlos uno en cada vereda y enfrentados. Pero algo los une: la urgente necesidad de darse cuenta de eso que están viviendo.

Es ella quien los pone, una y otra vez, en el abismo de entender cómo están ocupando ese lugar que ocupan, ese rol, ese papel que la vida o el destino les ha dado, y actuar en consecuencia.

 

Los cuentos de Heker se terminan de leer mucho después de haberlos leído. Son como lanzas que se tiran en el aire y finalizan la parábola en dos tiempos: cuando se ve el punto final, y cuando ese texto nos cruza por la calle y pasa frente a nuestras narices. Porque los personajes de Heker están dando vueltas por la calle. Son palpables. Para bien, o para  mal, nos representan.

Como referente del cuento nacional y latinoamericano, la autora parte desde su territorio para proyectar lo que somos como sociedad, ella es capaz, como fueron Onetti, Rulfo, Cortázar y otros tantos, de construir con palabras el paisaje que nos circunda.

De hecho, Samanta Schweblin -quien prologa este libro-, recuerda que uno de los primeros lineamientos de Heker como docente de su propio taller, siempre fue: “escribir a pesar de lo que pasa y acerca de lo que pasa”.

 

Dividido en seis grandes capítulos, están reunidos en este tomo casi 50 cuentos de la autora. Lo aconsejo como un ritual diario, o semanal, si lo prefiere, para degustarlo con tiempo, para catarlo con oxígeno, como un buen vino. Tiene asegurado, sin mentirlo, casi 50 increíbles historias para pensarse uno mismo.

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