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Camila Sosa Villada: "Me gusta escribir como hablo, que la oralidad no se pierda de camino a la escritura"

La actriz, dramaturga y escritora cordobesa presenta esta tarde su novela “Las Malas”, recientemente editada por Tusques dentro de la colección “Rara avis».  En una trama que combina ficción/realidad y presente con pasado, Camila Sosa Villada nos lleva de la mano en cada frase, nos cuenta y nos lee, haciendo un recorrido por su historia trans e invitándonos a ser partícipe de un relato mágico donde un grupo de travestis del Parque Sarmiento son esas hadas madrinas que todxs deseamos tener.

 

Crédito: Fabiana  Casco

 

 

La rutina actual de Camila Sosa Villada está acelerada. Se debe a que a sus usuales trabajos como docente, columnista radial y cronista gráfica, actriz y cantante, se suman las tantísimas llamadas que le preguntan si pueden entrevistarla por su reciente publicación de “Las malas”, dentro de la colección “Rara avis”, de Tusquest. «Estoy al palo», dice sincera, pero ella, tan gentil como siempre, responde que sí, que por supuesto puede charlar sobre la novela y por eso nos invita para charlar el domingo por la mañana aunque sea su único recreo semanal.

 

“Las malas” es el tercer libro publicado por la actriz y dramaturga trans Camila Sosa Villada, que llega después de “El viaje inútil. Trans/escritura” (DocumentA/Escénica) y el poemario “La novia de Sandro” (Caballo Negro), y sin embargo, también es el primero. Resulta que es su primera novela, que encierra, debe decirse, relatos, experiencias y emociones que ella fue guardando durante toda su vida.

 

Nacida en La Falda y criada luego en Mina Clavero, Camila llegó a Córdoba para estudiar Comunicación Social en la UNC, anhelo que comenzó a cumplir pero que también abandonó, para luego pasar a realizar talleres de teatro. Porque ni los estudios ni las formalidades de un sistema universitario iban a proporcionarle la libertad que Camila buscaba y que terminó encontrando, quizás, simplemente en la palabra. En esa que estaba dentro de ella desde pequeña, pero que se haría carne y se concretaría mucho después en sus propios escritos. Primero sus palabras fueron en formato teatral, o tal vez, nosotros como público la descubrimos así. Dijo ella muchas veces, que comenzó a hacer dramaturgia justamente porque jamás alguien escribiría para ella un protagónico trans.

Así nace entonces  “Carnes tolendas” (2009), obra con la que inicia su carrera en los escenarios y que, quizás, comienza a ponerla en el centro de la escena del circuito independiente de la ciudad de Córdoba. Con una fuerza poética increíble, Camila desandaba en cada función un camino nunca antes pisado por nadie y dejaba en claro sus propios deseos y aspiraciones. Las repercusiones, por supuesto, no tardaron en llegar. Después le siguieron “Llórame un río”, “Los ríos del olvido” o “Despierta corazón dormido” (sólo por nombrar algunos), las participaciones en cine con “Mía” o en TV con “La viuda de Rafael”, los premios internacionales y las invitaciones para actuar en diferentes escenarios y formatos.

Como un fluir natural del agua que reconoce su cauce, la carrera artística de Camila Sosa Villada comenzó a surgir y aquella que llegó a La Docta buscando un norte que le deparara su destino, se mostraba gloriosa sobre lo conseguido.

 

Quizás su blog “La novia de Sandro”, aquel que borró una vez pero alguien conservó de manera oculta, o las dos novelas que confiesa haber escrito en su infancia y adolescencia y luego quemó, son los cimientos invisibles y a la vez más potentes en los cuales se sostiene la actual figura de Camila como escritora y que, sin dudas, vislumbra un gran horizonte para re/de/construirse.  

 

En una trama que combina ficción con realidad, presente con pasado, Camila Sosa Villada propone en “Las malas” un recorrido por su historia y a la vez nos invita a ser partícipe de un relato mágico donde un grupo de travestis del Parque Sarmiento son las hadas madrinas que todxs querríamos tener. Así, cumple un doble propósito: dar testimonio de lo difícil que fue/es decidir en libertad ser trans en una sociedad mediocre, hipócrita, exigente, machista y cruel como la nuestra, y al mismo tiempo, rendir homenaje a ese grupo de mujeres que la adoptaron cuando tan sólo era una adolescente desterrada y solitaria, buscando hacerse lugar en un mundo que se empeñaba en no comprenderla.

 

En la novela habitan una rareza de personajes que nos invitan a descubrir el lado B de una Córdoba con sórdidos dobleces. En la novela de Camila la Tía Encarna tiene más de 150 años, hay un hombre sin cabezas que parece ser el último de los románticos, hay niños huérfanos que se alimentan de pechos inflados de aceite de avión, hay una travesti que se hace pájaro y otra que se convierte en lobizona. Y como lectores, creemos todo y cada una de las cosas que Camila nos cuenta. Porque ella estuvo ahí, fue testigo y ahora es su deber dar a conocerlo. Casi como una profeta de milagros mundanos. Y nos cuenta, digo, porque ella escribe como habla arriba del escenario y por eso su registro es sumamente teatral.

 

De eso, de su narrativa tan exquisitamente poética, de los lugares que elige para ser y quedarse y  también de los espacios del arte que la invitan a ser, pero que, sabe, no pertenece, hablamos en esta entrevista, en la previa de la tarde donde  presentará “Las malas” en el Cabildo Histórico de la ciudad.

 

El libro

 

“Y la otra vida, la vida blanca, la vida diurna, entrometida en el mundo de los heterosexuales de piel clara y costumbres respetables. La vida universitaria, que sucedía de espaldas a la noche. El intento de adecuarme, el esfuerzo camaleónico por parecerme a ellos, por tener sus vidas. Caer bien, ser sobria, amable, inteligente, dedicada, trabajadora, la exigencia de llevar una vida en que no fuese juzgada y condenada. Siempre alerta, siempre en vigilancia conmigo misma”. (fragmento de Las Malas)

 

“Las malas” es parte de la colección “Rara avis”, dirigida por Juan Forn, ¿Qué de tu literatura catalogarías así?

– Quizás el hecho de no ser una escritora proveniente del mismo estrato social que el resto de los escritores o el hecho de venir de otra zona, de provenir de otros lugares donde la gente jamás se asoma o se acerca, eso creo que le da una particularidad, y, por supuesto, el hecho de ser trans. Podemos decir que nadie escribe sobre putas, o cuando lo hacen, los escritores recuerdan las putas pero solo con alguna ocasión en particular, como un encuentro furtivo, pero no hablan de ellas.

El relato es una combinación entre bio y ficción homenaje con personajes sumamente poéticos, ¿cómo surge?  

– En el 2017 terminé la Difunta Correa, y tenía escrito mucho sobre la Tía Encarna y también sobre la historia de mi vida. Después, el año pasado cuando fui a Filba  (Festival de literatura en La Cumbre) y nos vimos con el compañero Juan Forn (con el que ya nos conocíamos) me dijo: “yo quiero que publiques algo. Mandame lo más loco que tengas”. Entonces mezclé estas cosas personales y lo de la tía Encarna y le mandé eso. Después ese texto tuvo un montón de correcciones y de hecho quise sacarle todas las partes donde hablaba de mí, pero a él le parecía que no, entonces quedó.

 

“Antes de conocer a las travestis del Parque, mi historia se reduce a la experiencia de la infancia y a ese travestismo por instinto al que me expuse siendo niña todavía. Hasta que me cruzo con ellas no sé nada al respecto, no conozco a otras travestis, no conozco a nadie como yo, me siento la única en el mundo. Y lo soy”. (fragmento de Las Malas)

 

Tus relatos se escriben desde los márgenes, tus personajes hablan desde ahí y vos te ubicás en espacios donde la gente “común” no habita, pero, en contraposición,  la literatura a vos te pone en el centro, ¿lo vés así?

– Yo no sé bien nunca cuál o cómo es el centro, qué se yo. Si el centro es aparecer etiquetada en Facebook, hacer notas, puede ser, pero la verdad es que yo llevo una vida muy por el margen. Primero no sé identifcar con claridad al centro, no me siento muy cómoda en el establishment de los grandes escritores, cuando me llaman para ir a muestras, presentaciones, eventos, con popes de la literatura, o actuar con gente muy reconocida, yo me siento muy incómoda porque me agarra una culpa de clase terrible y me parece que no voy a saber de defenderse ni saber qué decir

¿Hay que defenderse de eso?

– Y, es un tanto agresivo. Creo que hay algo de la clase media y de una elite que marca un centro donde aparecen como ojos de agua todos los faros de la cultura y que es muy agresivo. Por eso trato de volver a Córdoba, no me como ese rollo de la vida en Buenos Aires. Además esto que me pasa, de que me llaman y hacen notas es porque están aburridos y les aparece que no puede ser, por eso me llevan al centro. No se bancan que los otros se divierten. Pero yo voy, tomo champagne, me hago la linda y vuelvo. Mucha gente me pregunta por qué no me voy a vivir a Buenos Aires, pero yo creo que si lo hiciera a los tres meses estoy internada en un hospital, no me bancaría esa locura. A mí déjame acá, con mis plantas, mis cosas.

 

Crédito: Guilermo Albrieu Llinás

Su escritura

 

“Esperar al hombre con el que estaba obsesionada, el hombre que no va a leer este libro. A pesar del cansancio, a pesar del miedo. Era insultante para mi oficio una relación como esa. Y era una vergüenza también para mis amigos de la universidad la existencia de ese amor. Como iba a durarme el puñado de belleza que me dieron, si yo misma me sumergía de cabeza en la fealdad”. (fragmento de Las Malas)

 

En el prólogo del libro, Forn marca coordenadas literarias entre Marguerite Duras, Wislawa Zcymborska y Carson Mac Cullers, con las que te sentís identificada, pero tu relato es una mezcla entre realismo mágico, Puig, Lorca, sumamente poético, ¿Distinguís tus lecturas en tu escritura?

– Yo cuando escribo, escribo, no pienso en lo que hago. Lo formo fuera de mí. Sí reconozco que cuando hablo de estas escritoras  es porque leí todo de ellas, como también de García Márquez, de quien leí todo hasta que tenía 18 y son maestros para mí, identifiqué un aprendizaje con ellos, y sí siento que hay un intertexto.  Después sí los editores me dicen, me marcan los tonos o los lugares por dónde tengo que ir, pero eso después de que yo lo haya escrito.

¿Sos rutinaria para escribir?

– Escribo cuando tengo ganas y sí soy bastante fértil, estoy trabajando constantemente. Puede  pasar que por semanas no hago algo en particular, pero siempre escribo o leo.

“Las malas” es una novela, pero al mismo tiempo tiene un tono teatral increíble, ¿es quizás ese tu mejor registro?

– Puede ser, de eso hablo en “El viaje inútil”, me gusta escribir como hablo, me gusta que la oralidad no se pierda de camino a la escritura. Voy registrando a todo el mundo como si estuviera en una obra de teatro. Debo tener un acercamiento teatral a las palabras que hacen que parezcan tan dichas.

 

«Se ejerce la prostitución casi como una consecuencia. Durante toda tu vida te auguran la prostitución. El padre sentado a la punta de la mesa, entregado a devorar el seso de un cabrito con pan y vino, el padre que llena de grasa todo lo que toca y te repite una y otra vez cuál será tu destino. (fragmento de Las Malas)

 

Actriz, cantante, periodista, poeta, ahora novelista, te pariste varias veces ¿cómo nace la escritora?

– Quería llegar desde muy chica a ser escritora. Yo me zampaba a escribir y de hecho escribí dos novelas que después prendí fuego. Una sobre mi papá y mi mamá, que tuvieron una historia sumamente narrable, y otra erótica. Una novela que escribí a mano, por supuesto, donde la protagonista era yo pero mujer, porque ahí no me travestía, porque tenía sólo 13 años. Pero no sé si renazco con cada cosa que hago, yo lo veo al revés, creo que son muertes que me voy dando, donde mato una parte de mí. Y es cierto que de la muerte nace la vida así que debe haber algo con un renacimiento, de ir matando pequeñas cosas. Algunas me sirve lo teatral, otras la poesía, otras la novela.  Pasé un año de mucho dolor el año pasado, cuando me peleé con alguien muy importante y este libro fue una compañía. La novela te acompaña mucho, sus personajes iban conmigo todo el tiempo.

¿En serio quemaste las novelas?

– Por supuesto. Las quemé porque me parecían horribles, pero hay que saber matarse también, prenderse fuego. Y lo sigo haciendo, porque cuando escribo un libro después lo leo y hasta que salga publicado lo desarmo varias veces, hago una tala del original. De hecho mis editores me dicen: ¡no toques nada!”. Soy un peligro (risas)

En tus relatos siempre contás que tu infancia fue muy difícil y de muchas carencias, pero al mismo tiempo señalás que eras muy lectora. ¿Dónde encontrabas ese refugio literario?

– Mis papas no tenían para comprarse un auto, o ir de vacaciones, porque lo cierto es que trabajábamos muy duro, pero siempre me regalaban libros: para Reyes, porque estaba bien en el colegio o me sacaba buena nota. De hecho fue mi papá quien me enseñó a escribir y mi mamá siempre me leía antes de dormir, novelas como Colmillo Blanco,  por ejemplo. Una vez incluso se sorprendió que yo ya supiera distinguir las letras del relato. Es como que la literatura entró sin darme cuenta.  La literatura fue para mí siempre un abrazo, una contención. Era una forma de dejarlos tranquilos, porque al verme leer  nadie me molestaba, era una forma de decir: ahí está el muchacho que lee, nada puede pasarle.

 

Cuándo y dónde

 

«Las malas», de Camila Sosa Villada será presentada esta tarde a las 19 en el Patio Mayor del Cabildo Histórico (Independencia 30), y la autora estará acompañada en la ocasión por Gabriel Giorgi. En tanto, mañana viernes, a las 21.30, en la sala DocumentA/Escénica (Lima 364), la autora realizará un Concierto triste junto a Franco Dall`Amore. Las entradas se consiguen en boleterías del lugar. 

 

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