Cada escritor, un mundo

Se celebra hoy en nuestro país el «Día del Escritor» recordando el nacimiento de Leopoldo Lugones en 1874.  En un mundo, un país, una sociedad donde abundan lxs autorxs de todos los orígenes y profesiones, publicados por grandes sellos o autopublicados, consultamos a ellxs sobre qué significa ser escritorxs en estos tiempos. Así se sumaron lxs cordobesxs Susana Romano Sued y Roberto Lapid más Érica Vera, de Buenos Aires, quienes hablaron sobre la profesionalización del oficio, los hábitos comunes en sus rutinas y hasta plantearon un cambio en el nombre de esta efeméride en tiempos de igualdad de género.  

 

 

 

Los/las hay quienes surgieron -y surgen- de los ámbitos académicos y otros que jamás han pisado una Facultad de Letras o han conformado cátedras de investigación literaria.

Los/las hay quienes editan en grandes sellos, escoltados por logotipos de renombre internacional, quienes sostienen su trabajo desde pequeñas editoriales y algunos, incluso, que se han largado a navegar los mares de literatura bajo la modalidad de la autopublicación en papel o digital.

Los/las hay quienes consiguen, con mucho esfuerzo, levantar distinciones y premios de diferentes lares, honrando de la mano de colegas el trabajo realizado, y quienes jamás enviarían uno de sus manuscritos a participar de un concurso.

Hay tantas versiones de escritorxs como personas en el mundo, y es esa heterogénea comunidad la que representan un abanico mucho más amplio del que puede entrar en cualquier biblioteca o librería, y, por supuesto, en los cánones de una época, idioma o región. Por eso en esta jornada, en la cual se celebra el Día del Escritor, recordando el nacimiento de Leopoldo Lugones en 1874, propusimos desde Babilonia una entrevista que refleja tres visiones sobre el oficio de la escritura desde las voces de autores que provienen de diferentes universos, que hacen literatura diferente una de otra y que editan en sellos con distintas miradas en el mercado.

Ellxs son:

Susana Romano Sued (Algo inaudito pasa, Procedimiento La Perla y la Ribera, Verdades como criptas, entre otros), poeta, escritora, traductora e investigadora cordobesa con una amplia y destacada trayectoria tanto en el ámbito académico,

Roberto Lapid (El enigma Weiss, Dizna, Mensajes desde el pasado, Pasión imperfecta), arquitecto de profesión, novelista local, que acaba de conseguir ser publicado por un sello internacional, y por último

Érica Vera (Historias de acá y de allá, Un árbol solo, Mariposas en la piel), docente y escritora emergente de Buenos Aires, que ha comenzado a construir su carrera literario a partir de la auto-publicación.

 

Con un planteo totalmente horizontal, Babilonia les consultó sobre lo que significa para ellos ser escritores, las bondades, dificultades y razones del oficio, el vínculo con los círculos cerrados de las Academias y de lo que aún falta por resolver en la faceta de autor como trabajador rentado.

 

Estas fueron sus respuestas.

 

 

Susana Romano Sued «El hábito sería la disciplina, la autodisciplina: leer y escribir cada día»

– ¿De qué  virtudes-defectos-cualidades se construye una escritora?  

–  Primero hago una observación: pienso que sería mejor festejar el día de la escritura más bien que del escritor; a estas alturas es un término totalmente patriarcal y nada inclusivo…. En cuanto a virtudes y cualidades son muy personales como para generalizarlas. En mi caso, el deseo que impulsa la escritura es Io que me alienta, y pone en un estado de captación subjetiva del lenguaje. Defectos, también muy singulares, son la detención ante el lado de la letra que confronta y limita con lo mortífero de la letra misma, en pugna con la felicidad deseante. Es un proceso del orden de lo abismal… Si en la confrontación sucumbe el deseo, no hay procrastinación de posponer la escritura. El hábito sería la disciplina, la autodisciplina: leer y escribir cada día una cantidad de tiempo; es una  agenda que está además expuesta al incumplimiento material. Aunque  cuando la agitación se vuelve muy fuerte, lo más habitual es repasar, corregir. Me sucede a menudo.

 

– ¿Qué es esencial en la rutina del oficio de una escritora? 

 – Salvo por lo que afirmaba Pavese (César, poeta), el oficio es en realidad el ejercicio de probar la enunciación cada vez, hasta dar con lo se siente y se entiende como acierto.

 

– Tu primer manuscrito terminado, tu primer libro editado, premios, distinciones de colegas, ¿cuándo te sentiste plenamente escritora?

– En un pasado muy remoto, de niña, y de adolescente, época de la que conservo poemas y breves prosas que no he publicado, ya intuía mi condición, que fue  creciendo hasta que la doble situación de habitar la letra y ser habitada me convirtió en escriturienta. Y me atreví a frecuentar distintos géneros… Por cierto, los reconocimientos son siempre gratos y estimulantes.

 

– Hay escritores que pertenecen a cierto canon establecido de literatura, y otros que  no, ¿cómo crees que se lleva (o debería llevarse) el escritor con los círculos literarios académicos?

– Digamos más bien que determinados círculos, los  académicos entre otros,  establecen listas de inclusión -consagratorias- que simultáneamente se constituyen en listas de exclusión; críticos, enseñantes, editores, configuran instancias de poder. En cambio,  alejarse de la serialidad y las canonizaciones es un modo de contribuir a la comunidad literaria,  y de ese modo enriquecer lecturas, miradas, y escrituras. 

 

– ¿Cuál crees que es la función de un/a escritor/a hoy?

– En la época  tecnodigital en que vivimos y escribimos,  somos leídos desde los sistemas algorítmicos y sus plataformas. La sociedad lectora ha devenido en seguidora.  Asimismo, he sostenido siempre, y sostengo, que toda escritura a la vez que poética,  es política.

 

– ¿Cuál/es son los aspectos más difíciles que tiene que enfrentar una escritora?

– Aparte de lo apuntado hasta aquí,  la posibilidad de convocar lectores y transferir la jugada de la creatividad de mi escrito. Eso significa ser leída….

 

– Imaginemos una distopía donde el mundo se ha quedado sin escritores, ¿cómo sería? 

– Sería un mundo muy conversado y muy transformado en un mundo lleno de imágenes, sonidos, aromas, tactilidades. Acaso desaparezca la lectura…

 

– Se ha presentado, y está en proyecto de armado, la Ley del Instituto Nacional del Libro, desde tu lugar, ¿qué crees que sería necesario cambiar sobre el oficio (como trabajo rentado) del escritor?

–  Esta cuestión es evidentemente  muy compleja. Sería óptimo que se garantizara la escritura como trabajo rentado. Las propuestas de la ley son muy importantes. Y dentro de nuestro país, sería muy valioso garantizar el federalismo de las obras, en la lengua de origen como en las traducidas, tanto de su publicación y distribución  cuanto la promoción de lecturas y críticas. Tal vez en estos tiempos tecnodigitales , generar una red sinérgica, una plataforma de recepción y difusión de obras, en un circuito escritura-lectura como una banda de Moebius….

 

 

Roberto Lapid: «Aprendí a escribir sobre la marcha, estudiando, consultando»

 

– ¿De qué  virtudes-defectos-cualidades se construye un escritor? ¿Qué hábitos hacen a un escritor?

– En mi caso la curiosidad es esencial, indagar, querer saber siempre más sobre el tema que se investiga; no se si eso es virtud o defecto pero es una decidida parte de la pasión puesta en la tarea de escribir.  Hace falta paciencia, yo carezco de ella. Tenacidad, constancia y espíritu de aventuras son muy necesarios para investigar y escribir. El deseo de estudiar y aprender es también muy movilizador, leer otros autores es importante y compartir las ideas con colegas.

 

– ¿Qué es esencial en la rutina del oficio de un escritor?

– No tener rutina es esencial. Cuando se investiga se reparte el tiempo entre entrevistas, viajes, análisis de textos, etc. Cuando se escribe recurro a un lugar agradable, pasaré muchas horas allí, aunque mientras tecleo en el ordenador no veo que hay a mi alrededor. Hacen falta paz y tranquilidad para esos tiempos de escribir y escribir, nos encerramos dentro nuestro, los de afuera no existen y cuando se puede, se da en cualquier horario.   

 

– Tu primer manuscrito terminado, tu primer libro editado, premios, distinciones de colegas, ¿cuándo te sentiste plenamente escritor?

– Cuando comencé a tener respuesta por parte de los lectores; preguntas, consultas, las redes creciendo en seguidores, los requerimientos para que vaya a visitar bibliotecas, clubs de lecturas, presentaciones en escuelas, algunas notas en los medios.  En esos momentos comencé a sentir que alguien se interesaba por lo que escribo, que gustan de mi trabajo, que algo de lo que uno pretende transmitir llega al otro.

 

– Hay escritores que pertenecen a cierto canon establecido de literatura, y otros que  no, ¿cómo crees que se lleva (o debería llevarse) el escritor con los círculos literarios académicos?

– No provengo del mundo de las letras, soy arquitecto y artista plástico. Aprendí a escribir sobre la marcha, estudiando, consultando, realizando diferentes cursos. No me llevo bien con los círculos académicos, no tengo relación con ellos; solo participo de actividades literarias académicas cuando me requieren y me gusta la propuesta, o cuando me atrae el contenido.

 

– ¿Cuál crees que es la función de un escritor hoy?

– Sumar valores, entretener, pasar algún mensaje, ser fiel a la historia si por ella se transita, fiel a la verdad, al menos a su verdad. Comunicar.

 

– ¿Cuál/es son los aspectos más difíciles que tiene que enfrentar un escritor?

–  El trato con las editoriales suele ser difícil, que acepten ver tus manuscritos, adaptarse a sus tiempos, a sus evaluaciones. También veo que a la mayoría de los escritores resulta difícil la relación con el dinero, poder manejarse con ingresos que sean producto de su escritura.

 

– Imaginemos una distopía donde el mundo se ha quedado sin escritores, ¿cómo sería?

– Sería muy aburrido, las sociedades repitiendo historias nefastas, por ignorancia. No tendríamos tampoco cine o televisión ya que no habría guiones, tampoco diarios o revistas, o sea, una incomunicación social atroz. No habría libros para apilar ni bibliotecas donde reunirse !!!

 

– Se ha presentado, y está en proyecto de armado, la Ley del Instituto Nacional del Libro, desde tu lugar, ¿qué crees que sería necesario cambiar sobre el oficio (como trabajo rentado) del escritor?

– Hoy el escritor está desprotegido laboralmente, es tomado como un profesional independiente, pero no puede regular sus condiciones de trabajo ni sus ingresos por sí mismo, depende de los deseos y vaivenes de las editoriales, que a veces son grandes conglomerados comerciales. Sería deseable una ley que fije pautas mas justas, que equilibre la relación de fuerzas entre las partes.

 

Erica Vera: «Noto que, a veces, se menosprecia el género de novela romántica»

 

– ¿De qué virtudes-defectos-cualidades se construye una escritora? 

– Creo que los escritores somos sinónimo de perseverancia, de trabajo, de introspección. Somos observadores natos de lo que nos rodea, de lo que vivimos. Sabemos que el proceso de escritura es muy solitario, y no es que sea un defecto, pero la soledad a veces te vuelve un poco huraño. Quizás un poco tímidos; muchas veces escribimos sobre aquello que no nos animamos a decir en voz alta. Los hábitos que hacen a un escritor creo que son; observar, escribir, leer, escribir, leer, observar…

 

– ¿Qué es esencial en la rutina del oficio de una escritora?  

– Pienso que lo más importante es tener ganas de contar algo y poder hacernos el tiempo para hacerlo. Hoy en día, son pocos los escritores que sólo se dedican a escribir. Muchos tenemos otras profesiones, otros trabajos, y vivimos nuestros días divididos entre obligaciones y las ganas de sentarnos a escribir. También, estoy convencida de que es clave prepararse, avanzar, crecer, estudiar, investigar; un continuo proceso de aprendizaje.

 

– Tu primer manuscrito terminado, tu primer libro editado/publicado, premios, distinciones de colegas, ¿cuándo te sentiste plenamente escritora?

– Nunca termino de sentirme plenamente “escritora”. Si me preguntan qué soy, voy a decir docente. Quizás agregue; y también escribo. Soy lectora primero. Y citando a Florencia Bonelli, soy una lectora que escribe. Confieso que la primera vez que vi mi nombre en la página de un libro, me sorprendí tanto que no podía creerlo. Es indescriptible lo que se siente ver esas palabras, que nacieron en la intimidad de tu casa, de tu espacio, publicadas en un libro. ¡Es mágico!

 

– Hay escritores que pertenecen a cierto canon establecido de literatura, y otros que no, ¿cómo crees que se lleva (o debería llevarse) el escritor con los círculos literarios académicos?

– Primero que nada, todos nos deberíamos llevar con todos y valorar el trabajo que hace otro escritor. No importa si pertenece al canon o no. No dejamos de ser personas que se han pasado horas frente a la computadora, dando lo mejor de cada uno. Creo que también existe un “pensamiento colectivo” de que quizás ciertos escritores no se relacionan con otros, o que hay una especie de brecha entre aquellos grandes autores que escriben sobre ciertas cosas con otros que cuentan otro tipo de historias. En mi caso, que escribo romántica, noto que a veces se menosprecia el género y hasta a veces a quienes lo escriben. Por eso digo, primero que nada y antes de ser escritores somos personas.

 

– ¿Cuál crees que es la función de un escritor hoy?

– Hoy en día estamos rodeados de escritores. Creo que hay un boom de gente que se ha descubierto a través de la escritura. ¡Y lo celebro! Nos callamos demasiadas cosas y está buenísimo sacar afuera tantas otras. No sé si el escritor tuvo o tiene una función en particular. A menos que sea un texto de ensayo con un propósito en particular, creo que el escritor escribe porque tiene algo que contar. Quizás a modo de queja, de llamado de atención o mera catarsis.

 

– ¿Cuál/es son los aspectos más difíciles que tiene que enfrentar un escritor?

– Primero, el reconocimiento como tal. Como dije, la mayoría vivimos de otra cosa porque es muy difícil mantenernos con los libros que escribimos. Sí o sí necesitamos otro trabajo, otro ingreso. Desde el Estado tampoco se reconoce la profesión y obvio que como país no contamos con una estructura que lo permita. Segundo: las críticas. Y no hablo de aquellas constructivas que señalan puntos débiles que permiten mejorar, sino de aquellas despiadadas que sólo se hacen por hacer. Las redes y la comunicación nos permiten estar al alcance de comentarios hirientes que destruyen autoestimas, trabajos y personas.

 

– Imaginemos una distopía donde el mundo se ha quedado sin escritores, ¿cómo sería?

– Completamente aburrido.

 

– Se ha presentado, y está en proyecto de armado, la Ley del Instituto Nacional del Libro, desde tu lugar, ¿qué crees que sería necesario cambiar sobre el oficio (como trabajo rentado) del escritor?

– Creo que es un gran avance que se esté tratando este proyecto de Ley. Necesitamos que el Estado valore, fomente y apoye a editoriales, proyectos y autores. Que se le de a esta profesión el lugar que se merece, como comunicador cultural y que se empleen ciertas estrategias para la comercialización y difusión de todas las obras; tanto aquellas bajo sellos editoriales importantes como las independientes.

 

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