La autora cordobesa acaba de publicar «Mi nombre es Lídice», una novela sobre la memoria y la identidad que recuerda el brutal ataque que tuvo lugar en esa aldea checa durante la Segunda Guerra Mundial.
A veces las historias nos encuentran. A veces hay relatos que nos cohabitan y no sabemos muy bien porqué. A veces para volver al pasado y reconstruirlo no hay mejor estrategia que la literatura. Eso fue lo que le pasó a la autora cordobesa con Lídice. Esa aldea checa que se resistió a la invasión nazi y que luego fue brutalmente destruida y masacrada, se transformó en la fuente de inspiración de una novela que atraviesa el tiempo y el espacio en torno a temas como la memoria, la identidad y el amor.
Días atrás, Beatriz Grinberg presentó «Mi nombre es Lídice» editada por El Emporio. En diálogo con Babilonia Literaria narra el largo camino que la llevó a escribir este libro.
– En varias oportunidades comentaste, en relación a esta novela, que la historia te encontró a vos. ¿Cómo fue éso?
-La historia me encontró a mí sin proponérmelo. Esta circunstancia me conmueve, ya que movilizó sentimientos muy profundos que me impulsaron a contar, con compromiso, algo poco conocido.
El día que presenté «Lazos Invisibles», mi novela anterior, sentí que había un personaje llamado Jaim que, por circunstancias de la Segunda Guerra Mundial, había quedado abandonado en los rieles del ferrocarril de la Estación Central de Praga. Yo sentía que Jaim me llamaba….
Tiempo después, en una audiencia de mediación en el Poder Judicial, una de las actoras del proceso llamó mi atención. Se trataba de una señora de unos cincuenta años, de tez muy blanca, ojos claros y apellido extraño. Una vez terminado el procedimiento, luego de unas tres o cuatro audiencias, me acerqué a ella y le pregunté por su origen. Me respondió que era de origen checo, que su abuela y sus tías eran muy hermosas, que con la ocupación nazi en Praga le habían tomado su casa y que muy frecuentemente tenían que esconderse en los bosques por temor a ser violadas. Frente a esas circunstancias, su abuelo decidió venirse con lo puesto a la Argentina y se radicaron en Roque Seanz Peña, donde ya tenían parientes.
Ese mismo día, en un intervalo de unas horas antes de retomar mi actividad, busqué por internet como habían llegado los checos a la Argentina y allí encontré un lugar: Lídice… Se me introdujo tan adentro que fue el motor que me impulsó a escribir una historia que es como si ya la hubiera tenido en el laberinto de quién sabe qué memoria.
– Lídice un pueblo que resistió, que fue destruido, que tiempo después fue reconstruido… ¿Cómo marca, a la vida de los personajes, la Segunda Guerra Mundial y en especial un lugar como Lídice?
– Lídice era un pueblito a 25 km al norte de Praga. Sus habitantes, de vida sencilla y rústica, compartían las alegrías y las desgracias de esa pequeña comunidad que tenía una escuela, una iglesia, un banco, una estafeta postal, algunos negocios, un sastre, un párroco y un sacristán. Los hombres que no eran granjeros trabajaban en las minas de Kladno, a pocos kilómetros del pueblo y en general poco o nada sabían de la Segunda Guerra y sus consecuencias. De todas maneras había algunas personas que se resistían a la invasión nazi, como Mirco, que es uno de los personajes ficticios de mi novela y que como partisano luchaba por la liberación de la ocupación alemana. El asesinato del jerarca nazi Reinhard Heydrich, dentro del marco de la operación Antropoide, marcó el fin de Lídice.
Al no encontrar responsables por el atentado que se cobró su vida, la noche entre el 9 y 10 de junio de 1942 las fuerzas alemanas entraron a Lídice y mataron a todos sus habitantes: 171 varones fueron ejecutados en filas de a 10 para ir más rápido. Las mujeres fueron trasladadas al campo de concentración de Ravansbruck y 83 niños al campo de exterminio de Kladno donde murieron en las cámaras de gas. El pueblo fue dinamitado y los escombros enterrados bajo un manto de tierra. Donde antes había un pueblo, se instaló la tragedia, el vacío.
– ¿Cómo definirías a los protagonistas de esta historia?
– «Mi nombre es Lídice» es una ficción, un relato amoroso dentro del marco histórico de la Segunda Guerra Mundial y específicamente de lo que aconteció en Lídice.
Mis personajes están atravesados por estos acontecimientos y por dos ejes fundamentales de la existencia humana: la búsqueda de la identidad y la memoria.
Rescato en el personaje central, Jaim, una búsqueda incansable por recuperar una vida que le robaron. En Mirco, a su vez, hay una lucha interna que lo aleja de los suyos pero que lo lleva a luchar por los ideales de esos hombres que quieren ser libres. Alexander Novak se destaca por la audacia ya que rescata a un niño que encuentra un día de lluvia en los rieles del ferrocarril en la estación central de Praga.
En cuanto a las mujeres, están Érika, Augustine, Domenika, y en ellas descubro generosidad y entrega.
Los personajes de esta historia se me hacen entrañables. Aún desgarrados por las secuelas de la guerra, y con una memoria siempre en fuga, intentan reconstruirse. A pesar de lo vivido, lejos del odio albergan esperanzas. Eso es lo que más me conmueve. Y también lo que me enseña. Porque al escribir y ponerme en la piel de ellos yo aprendí. Me pregunto:
¿de dónde vienen las voces que uno lleva dentro cuando construye una historia?
– El relato atraviesa diferentes ciudades, continentes… ¿cómo fue enlazar todo ese recorrido?
– El relato comienza en Tumaco, Colombia en una zona muy marginal, lugar de trabajo del médico Ivan Slavik que, en plena calle y en medio de un baile típico, se pierde en la mirada de la investigadora Érika Weber. Es una mirada antigua, de otro tiempo….De allá lejos… ¿De dónde?, se pregunta mientras su mente se traslada a Checoslovaquia, a la estación central de Praga.
Fui construyendo la trama de la historia como una tejedora que intenta dar cuenta de la búsqueda que llevan a cabo sus personajes para recomponer los vínculos amorosos, las ausencias que, implacable, dejó la persecución nazi. Por eso, en esos derroteros del destino, esas distancias y esos encuentros en las distintas ciudades acaban en Buenos Aires.
Sabía como quería que terminara la historia. Y creo que lo logré.
Estuve en Lídice y sentí lo que sintió mi personaje central.
– Hablás de esta novela desde un lugar muy profundo, personal… ¿Cuáles fueron los mayores desafíos de escribir «Mi nombre es Lídice»?
– El mayor desafío, al escribir esta historia, fue poder transmitir la angustia que se siente cuando uno no conoce su origen. Cuando no hay un registro de quién es uno, de dónde viene; no sabe quiénes fueron los padres, ni los abuelos, ni tíos, ni primos. No conoce el entramado social que lo recibió cuando nació. Todo eso que le confiere identidad.
Y otro desafío fue darme cuenta de cómo el ser humano tiene la capacidad de reconstruirse todo el tiempo, de reinventarse, de salir adelante. La vida empuja siempre hacia adelante, porque la vida gana.
Sobre la autora
Beatriz Grinberg nació y vive en Córdoba, Argentina. Licenciada en Ciencias Biológicas, Magister en Antropología por la Universidad Nacional de Córdoba. Investigadora en áreas de la Antropología Sociocultural y Organizacional. Entrenada en Mediación en Florida, EEUU, es master en (PNL) Programación Neurolinguística y Coach profesional. Se desempeña como coach ejecutivo y formadora de grupos humanos en empresas, universidades, fundaciones e instituciones en áreas de la antropología sociocultural, comunicación, desarrollo personal, negociación, abordaje y conducción de conflictos.
Publica artículos y notas de editorial en diarios y revistas. Disertante en congresos nacionales e internacionales.
Autora de los libros: ¨Situaciones familiares reveladas en mediación- Un análisis antropológico-¨ 2010, de la novela «Lazos invisibles¨ 2015 (ambos declarados de interés legislativo por la provincia de Córdoba). Integró la Antología ¨Historias que enamoran¨ 2016, todos ellos editados por El Emporio Ediciones. ¨Mi nombre es Lídice¨, su tercera novela, se presentó en el mes de mayo.