babilonia logo

“No es fácil ser periodista en una época en la que el oficio está siendo desprestigiado por la posverdad”

“Parte del caos” se llama la nueva novela del escritor bonaerense Ariel Urquiza (también periodista y traductor), un drama contemporáneo que narra el particular presente de un fotorreportero atravesado por un mundo (y un país y una vida personal) en crisis.

Lo vemos todos los días, lo palpamos en la calle, en el trabajo, en el bar con amigos. Siempre estamos en crisis. Pareciera ser nuestro “clima de época”, parte de nuestra rutina. Aunque los mensajes marketineros pregonan existencias livianas que no se esfuercen más que en buscar la felicidad con la fórmula de comidas hechas a base de semillas, caminatas diarias y momentos de meditación, lo cierto es que esa gran parte de la población entre los 35 y los 60 arrastra algo que vaya a saber qué es y que los pone en constante descontento.

Hombres y mujeres que muchas veces trabajan a destajo y con disgusto, construyen familias a partir de vínculos que muchas veces no saben manejar y se enredan en proyectos futuros solo como un escape hacia adelante. La palabra caos se impone constante y es esa palabra la que Ariel Urquiza (periodista, traductor), toma como anclaje de su nueva novela “Parte del caos” (Cía. Naviera Ilimitada).

Luego de “Ya pueden encender las luces” (finalista del premio Cambaceres de la Biblioteca Nacional) y del libro de cuentos “No hay risas en el cielo” (Premio Casa de las Américas 2016), Urquiza pone el foco en un protagonista atravesado por el conflicto interno en una sociedad también desbordada. Narrada en primera persona, la trama va desarmando un rosario ateo de misterios dolorosos entre los que se encuentra su trabajo como fotorreportero en un diario en proceso de reducción de personal, un matrimonio que navega en el silencio y una paternidad que no logra entender. Y como si fuera poco, dos hechos que lo sacuden: el suicidio de un erudito de textos bíblicos justo después de que les sacara fotos para un artículo en el diario y las demandas de un vínculo virtual engañoso que él mismo creó con un filósofo costarricense haciéndose pasar por una exazafata que conoció años atrás.

El protagonista de esta historia camina entre la niebla y no alcanza a definir con claridad absolutamente nada. No logra hacer zoom, es más, ni siquera sabe si es mejor ampliar el ángulo o detenerse en los detalles. El escritor, con agudeza y tino, le ofrece –como en una especie de salvación- la posibilidad de que nos cuente este relato que coquetea entre el policial y el drama propiamente dicho.

Desde su lugar de residencia y vía mail, Urquiza dialoga con Babilonia y cuenta cómo fue surgiendo esta historia que es, sin dudas, una fotografía de época.

– Así se plantea la trama: un nudo de problemas. ¿Hubo una intención de visibilizar esa fotografía de época: el hombre haciendo equilibrio en un mundo caótico? ¿Una generación (+40) cruzada por el malestar existencial?

-Creo que la fotografía de época queda visibilizada como consecuencia de la temática y de la forma en que decidí componer al protagonista. Si bien no es el punto desde el que partí, sí es algo buscado. Puesto a crear el contexto, el entorno con el que el fotógrafo interactúa fue tomando varias características de la época y de su generación.

No es fácil ser periodista o fotorreportero en una época en la que el oficio está siendo desprestigiado por la posverdad, por las fake news, por pseudo noticias creadas por bots o trolls, todo eso sumado a una realidad en la que resulta difícil aferrarse a algo trascendente, especialmente para alguien escéptico como es el caso del protagonista de la novela. Estos eran temas que me interesaba abordar.

 

– Intentando desarmar la trama, ¿cuál de los conflictos creés que se hizo presente en primer lugar para desarrollar literariamente: la paternidad del protagonista, su trabajo, el hacerse pasar por otra o la irrupción de ese hecho fatal como fotógrafo? ¿Qué llamó primero tu interés para narrar?

-Desde el comienzo supe que el protagonista iba a ser fotógrafo. Simplemente se me apareció ese personaje. Alguien dijo que los escritores no escribimos sobre lo que queremos sino sobre lo que se nos impone. Luego, la subtrama en la que entabla una relación virtual con un filósofo haciéndose pasar por una azafata a la que conoció años atrás fue indispensable para el desarrollo de la novela, tanto que podría decir que cuando se me apareció esa idea fue el momento en que me largué a escribir. Otra subtrama importante es la investigación que él lleva a cabo sobre el erudito bíblico al que conoce de manera casual.

Tenía mucho interés en incluir la religión en la novela, y dar con ese personaje fue fundamental. Por último, la relación del fotógrafo con su hijo está íntimamente relacionada con su historia familiar, con la infancia que vivió y los padres que tuvo. Como dice él al comienzo de la novela, tuvo un padre que, al igual que él, no supo cómo llevar adelante la paternidad. De alguna manera él está repitiendo los mismos errores en la relación con su hijo, pero al menos se esfuerza por mejorar.

Urquiza estudió periodismo pero trabaja también como traductor.

Inteligente, la tapa del libro muestra una cámara de fotos desarmada, con sus piezas perfectamente visibles e identificables. Tuercas, tornillos, lente, obturador, y así hasta la más pequeña. Así comienza la novela: desarmando la realidad del protagonista, y en pocas páginas nos damos cuenta que cada faceta de él (como fotorreportero, como padre, esposo, haciéndose pasar x azafata virtual) tiene un tono diferente, un ritmo puntual. El drama se impone, sí, pero también una cadencia de policial cuando toma relevancia la muerte del estudioso de la biblia y el mensaje encriptado que le dejó.

– En la novela hay un coqueteo constante con el policial, no en cuanto al formato de la trama, pero sí en cuanto al ritmo: a las mentiras, contradicciones y una investigación que se abre desde el comienzo. El protagonista se pregunta en un momento si en literatura «importa la intención» ¿Qué le responderías vos?  

-La verdad es que me gusta la idea de jugar con los géneros o subgéneros, mezclar características propias de las diferentes maneras de narrar. Me atrae la idea de usar el formato del policial para componer una narrativa que no tenga ninguna relación en su trama con el policial. De hecho, dentro de la novela hay un racconto de otra novela escrita por el erudito bíblico, y que transcurre durante la cruxificción de Jesús pero que tiene rasgos del policial. Se podría decir que es un guiño, una forma de acentuar esa fascinación que siento por los géneros que se entrecruzan.

– El protagonista reflexiona sobre la vida a través del arte, de la fotografía en particular. Recuerda las fotografías de Di Cocia e intenta trasladarla a su propia existencia. ¿Hay algo de reflexividad propia ahí? ¿Cuál es la función del arte para vos?

-Que el protagonista sea un artista me da la posibilidad de reflexionar sobre temas que me interesan a través de una mirada vinculada con un arte. La mirada de un artista es una mirada diferente, porque los artistas son outsiders de la sociedad. Ya en mi novela anterior, en la que el protagonista era un actor, me había valido de su profesión para intentar ver el mundo desde los ojos de alguien para quien la interpretación está por sobre todo y, al mismo tiempo, reflexionar sobre la actuación y el teatro. En Parte del caos, la mirada del fotógrafo está presente a cada instante. El protagonista, acostumbrado a la cámara que suele mediar entre él y el mundo, termina por interponer una especie de dispositivo imaginario, que según como se mire puede ser un obstáculo o un catalizador, entre la realidad y él. Ese dispositivo imaginario tiene mucho que ver con la mirada crítica.

En cuanto a la función del arte, no sé si el arte cumple una función. El arte es justamente eso que no tiene ninguna utilidad, y por lo tanto es desestabilizador, subversivo, porque se niega a ser funcional. Pero puestos a buscarle una función, esa podría ser sacarnos de nuestro eje, desencajarnos, lo que significa que nos permite aumentar nuestra empatía con los demás, porque al sacarnos de nosotros nos libera para que podamos ver todo desde un ángulo diferente. Aunque esa es una consecuencia que solo a veces se da. Con algunas personas no funciona.

 

 – ¿Dónde creés que se adivina tu oficio de periodista en tu narrativa? ¿Qué huellas hay de eso en tu forma de pensar el drama o escribirlo?

-Yo estudié periodismo porque quería ser escritor, y consideré que el periodismo compartía mucho con la literatura. Pensé que ganarme la vida escribiendo artículos, notas, crónicas, me daba la posibilidad en última instancia de hacer lo que quería: escribir. Después pasó que me terminé dedicando a la traducción (otro trabajo relacionado con la escritura) y el periodismo quedó relegado. Ese podría ser un punto en común entre el protagonista de Parte del caos y yo: ambos somos en cierta forma periodistas frustrados.

Read Previous

Novedades editoriales (cuentos + novelas)

Read Next

Novedades editoriales (novelas)