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Anuario: Miradas babilónicas sobre el 2020

Fernanda Pérez y Florencia Vercellone, coordinadoras de la plataforma Babilonia Literaria, comparten sus comentarios sobre el año que termina. Interrogantes, ejes para profundizar y algunas ideas sobre cómo imaginan la «nueva normalidad», son parte de los temas que exponen las periodistas y escritoras cordobesas.

El año de la pandemia: entre lo que dejamos atrás y los desafíos de la “nueva normalidad» 

                              Por Fernanda Pérez

El 2020 quedará como el año del clivaje. Un año en el que la cultura -con su inmensa variedad de expresiones y con la diversidad que coexiste en sus procesos de producción y de circulación- sufrió una fuerte caída pero.Pero también quedará como el año de la resistencia, la creatividad y la reinvención.

La crisis y/o precariedad que algunos de estos sectores ya traían a cuestas, se resintió aún más cuando los escenarios quedaron inhabilitados, las salas de teatro bajaron el telón, las editoriales debieron suprimir o modificar sus planes de edición, las librerías vieron restringida la atención al público, y las galerías y museos cerraron sus puertas. En Babilonia, nuestra área de gestión cultural y servicios también tuvo que suspender todo lo programado.

En la mayoría de los casos el traslado de la actividad a las redes se transformó en una alternativa, pero no fue una reconversión sencilla ni tampoco del todo redituable.

Aunque hay cambios que seguramente se sostendrán en la denominada “nueva normalidad” (tan incierta tal vez como esta normalidad que nos toca transitar), de este 2020 quedan ejes e interrogantes para analizar. 

Los desafíos de monetizar la virtualidad

Aunque los soportes digitales se consolidaron como un “escenario” fundamental para estos tiempos de pandemia, hacer redituable dichos soportes fue harina de otro costal. En las primeras semanas de cuarentena no faltaron los vivos en IG (músicos, actores, escritorxs, entre otrxs) que coparon la aplicación con charlas, recitales, etc. Algunas otras propuestas migraron hacia Youtube y de pronto nos encontramos inmersos en la virtualidad como única opción para el consumo cultural. Aunque los vivos ya existían antes de la pandemia, entre abril y junio tuvieron una enorme expansión. De pronto se podía ver a Fito Páez tocando desde su casa, o escuchar a alguna autora internacional hablando de su obra desde el otro lado del charco… La novedad generó interés y ganó nuevos adeptos, pero lo cierto es que con el correr de los meses fue perdiendo atractivo. La virtualidad en general empezó a cansar (reuniones, clases, series, lecturas, recitales, teatro, ferias, etc.) y eso se notó esencialmente en estos meses con temperaturas más cálidas y con más apertura para realizar actividades al aire libre. En Babilonia pudimos experimentar esa baja: gran parte de las propuestas que hicimos por IG y Youtube entre abril y agosto tuvieron una recepción muy superior a las dos charlas de diciembre.

Lectura

Cuando se decretó la pandemia, los artistas no  hablaban de monetizar porque entendían que era el aporte que hacían para acompañar la cuarentena y sostenerla desde las expresiones culturales. Pero a medida que los meses pasaban el tema cobró otra importancia. Empezaron a surgir los espectáculos vía streaming con entradas anticipadas. Algunos funcionaron mejor que otros, pero nadie logró la recaudación de la presencialidad. Por eso es que los referentes del sector insistieron tanto en el  protocolo nacional y en Córdoba -donde hace unos pocos días se habilitaron algunas actividades mientras que otras continúan en negociación- teatreros, músicos, artistas y productores se mantuvieron y se mantienen firmes en la postura de que deben regresar los espectáculos en vivo .

Así como la virtualidad fue la alternativa, los soportes digitales siguen estando lejos de conseguir la monetización esperada por el sector. En Babilonia acompañamos ese interrogante, las escasas actividades de las hechas en este 2020 no generaron ingresos económicos significativos. 

Seguramente en la tan mentada “nueva normalidad”, ambos formatos convivirán, pero por el momento se percibe la añoranza por ese “rito” de la presencialidad que poco a poco empieza a retornar. 

¿Audiencias ganadas o audiencias perdidas?

Para quienes trabajamos en la cultural desde un lugar emergente e independiente, conocemos muy bien el enorme esfuerzo que requiere la construcción de público. En el caso de Babilonia nos llevó casi 4 años consolidar nuestros ciclos, talleres, charlas y actividades especiales con una audiencia presencial consolidada. Sin embargo en 2020 no pudimos desarrollar nuestra grilla anual y la tuvimos que adaptar a las redes. Fue un proceso de pérdida y ganancia. Mientras que le perdimos el rastro a muchas de esas personas que eran participantes habituales de las propuestas babilónicas, sumamos en la virtualidad a lectoras y lectores de distintas partes del país y del exterior que nunca antes habían podido acompañarnos. Fue un proceso en el que perdimos y ganamos, algo que seguramente ha ocurrido a muchos otros actores del sector cultural independiente.

Sin embargo nos quedan aún interrogantes para el 2021: ¿Cuándo volvamos a la presencialidad tendremos que empezar para recuperar ese público con el que no nos vimos en todo un año? ¿La gente regresará? ¿Tendremos que volver a buscar esa fidelización que tan difícil se hace para quienes construimos desde un lugar independiente?

Sin barreras geográficas

Esta invasión (por momentos desprolija y desmedida) de transmisiones en vivo, generó una movida cultural muy interesante. Ya no había barreras geográficas, y se podía organizar un ciclo, una feria, una obra o un recital con artistas que estaban en cualquier parte del mundo. Fue sorprendente como los grupos de lectura generaron muchísimos encuentros con escritores y escritoras internacionales, por lo que la virtualidad abrió otros horizontes y perspectivas que antes se habían explotado de manera medida y que encontraron en este 2020 un camino más sólido.

En Babilonia la experiencia fue similar, de pronto en nuestra #ZonaDeEntrevista dialogamos con autores que estaban en otros países. Más aún, en los vivos, nuestra audiencia se hacía sentir desde distintos puntos de Argentina como así también del extranjero.

Las barreras geográficas se perdieron y eso generó una circulación más rica. Sin dudas, fue una de las cosas más positivas que nos dejó la pandemia y que habrá que seguir explotando en la “nueva normalidad”. 

¿Cambiaron o cambiarán los consumos culturales?

Cada expresión artístico-cultural tiene su impronta, su modo de producción, su circulación y su audiencia. Mientras hace algunos días, referentes de las artes escénicas cordobesas afirmaban que el teatro -tal como lo conocemos- no es reemplazable por la virtualidad como tampoco lo son las ferias, festivales o shows en vivo; en otros casos hay tendencias que muestran algunos cambios, tal como ha ocurrido en el ecosistema del libro. Si bien, este tiempo de pandemia hizo que en Argentina creciera la venta de títulos en digital (que sigue siendo baja en relación al formato físico), sí fue notorio cómo funcionó muy bien la venta on line de libros en papel. Es por eso que las editoriales y librerías que tenían mejor armada sus tiendas nube lograron una recuperación más rápida en materia de venta que aquellas otras que venían más retrasada en materia tecnológica. Aunque las librerías tal como la conocemos seguirán funcionando, sin dudas el hecho de desarrollar mejor sus páginas o difusión en redes les permitirá -o más bien ya les permitió- ampliar sus canales de venta.

En esa línea, desde Babilonia pusimos en marcha nuestra propia tienda online con una experiencia piloto realizada con EDUVIM. Hasta ahora los resultados son muy buenos por lo que queremos seguir expandiéndonos y sumando títulos de editoriales cordobeses.

Lo que dejamos atrás y lo que viene

Sin dudas el 2020 fue un año de incertidumbre, de cambios y de reconversión. No hay certezas de cómo será el 2021, seguramente muchos de estos conocimientos adquiridos se aprovecharán y es probable que la nueva normalidad se parezca bastante a aquella vieja normalidad. Pero, en cualquier circunstancia, habrá que repensar, reconstruir, barajar y dar de nuevo. En nuestro caso nos preparamos para celebrar los 5 años de Babilonia, y la verdad es que queremos que sea un año de fiesta porque con pandemia y con muchos años difíciles en materia económica, hemos sobrevivido, hemos resistido y no hemos perdido la ilusión de seguir construyendo una comunidad reunida en torno a lo que amamos: el arte y los libros.

Un 2020 que fue bisagra para pensar nuevas formas de crear, producir y consumir bienes culturales

Por Florencia Vercellone

Lo primero que me vienen a la cabeza cuando pienso en este año de pandemia son interrogantes. Interrogantes que tienen que ver con la cultura, pero no desde su aspecto creativo, su origen o producción, sino desde el consumo y la circulación.

¿De qué hemos sido testigos durante el 2020 que aún no nos damos cuenta? ¿Qué engranaje se ha modificado que tendrá sus consecuencias en los próximos meses o años?

Pienso en la figura del escritor, por ejemplo. Quienes escriben han podido, un poco más o un poco menos, seguir escribiendo a pesar de la pandemia. Sin embargo, ese escrito, este texto, esa obra, cuando se convierta en libro dudo que siga el mismo camino que hizo con anterioridad. Primero porque el freno que se vivió en la industria editorial fue tal en los últimos meses, que los títulos que quedaron en la cola se han pospuesto para próximas temporadas retardando así presentación, lanzamientos, etc, y segundo porque la crisis del sector fue (es) tan tremenda y puntual que cada vez más se piensa en literatura no sólo en términos virtuales, sino en producciones que manejen variables diferentes desde lo comercial e industrial.

De allí parto para hacerme la primera pregnta:

Libros ¿a demanda?

Desde hace años, por ejemplo, se vienen sucediendo dos cosas que ponen sobre la mesa algunas debilidades en la industria editorial, que llevaron a soluciones modernas para revertirlas. Una de ellas es el altísimo costo de los insumos materiales para una publicación por parte de un sello cualquier que, además de editar, tiene que cumplir con muchas otras exigencias como sueldos, fletes, alquiler, etc y –por supuesto- el derecho de autor al escritor.

Por eso ya no es raro escuchar que muchas editoriales optan por la impresión a demanda. ¿Y qué es esto? Simplemente una novedad tecnológica que permite imprimir uno, diez o cien libros en el día sin necesidad de stock previo. La idea fue (es) explotada al máximo por el gigante Amazon, que ofrece ejemplares en papel de un día para el otro, aunque aquí fue adoptada por algunos (pequeños) sellos que vieron en esta modalidad una baja importante de precios a la hora de publicar.

El periodista Guillermo Schavelzon, en una columna de su blog hace un par de semanas, señala: “No estamos preparados, en el mundo del libro, para un cambio tan grande como el que viene”, haciendo referencia justamente a esta industria literaria que va camino a modificarse. Y continúa desarrollando: “Esto producirá una gran modificación en el concepto de publicación, tal como lo entendimos en los últimos cien años, porque no implicará poner el libro “a disposición del público” en las librerías. Alcanzará con que la editorial realice los procesos de pre-impresión: elección, contratación, traducción, ilustración, edición, diseño, y marketing. Lo esencial,  lo que define una línea editorial, no cambiará. El cambio será en todo lo que viene después”.

Volviendo a los interrogantes disparados por la pandemia, y sobre todo a las dinámicas de consumo registradas en los últimos meses, donde la compra y venta de libros se activó gracias a los canales virtuales –ya sea por redes sociales o por un sitio web de las librerías-, se me ocurre pensar lo siguiente: ¿cómo se irá construyendo el panorama en este sentido cuando ya no sea necesario un stock voluminoso sino, simplemente, una excelente sinergia entre quien imprima, distribuye y vende?

Por supuesto que los cambios no serán de un día para el otro, pero si hay algo evidente, es el urgente cambio en el paradigma dentro del consumo cultural, que se corrió de la disyuntiva  «libros papel sí libros papel no», para plantear realmente cómo esos libros se imprimen, a qué costo y cómo llegan al público.

Y de aquí me planto para hacer otra reflexión; una que viene justamente del lado de aquella vieja pelea entre libros físicos y libros digitales. Si hubo un año que podía marcar la diferencia del consumo entre las diferentes formas de leer un libro (en papel o por pantalla) fue justamente esta temporada pandémica, donde no solo nos pasamos gran parte de la cuarentena encerrados en nuestras casas sin poder conseguir ejemplares en librerías o bibliotecas, sino que gran parte del tiempo pudimos acceder, como nunca antes e incluso de manera gratuita, a un universo de literatura virtual.

 

Sin precedentes, bibliotecas, librerías on line y editoriales, permitieron durante muchos meses el acceso libre o la descarga gratuita de determinados títulos para acumular historias en nuestra PC, Tablet o celular. Sin embargo, ¿hubo una explosión de ventas y lecturas de e-books?

 A pesar de que a nivel mundial durante los meses de abril y mayo subieron las cifras de ventas de libros digitales, lo cierto es que los sellos no pueden subrayar una gran diferencia en este sentido, porque plantean que la gente, ni bien pudo comprar el libro papel, lo hizo sin pensarlo.  

“Pasó lo que venía pasando: muy poca gente compra y lee e-book. Sí hay gente que puede leer virtual, pero solo aquello que no puede comprar, aquello que no es una elección en papel. Es cierto que se puso en circulación mucho material; de repente tenías 20 mil libros virtuales, pero lo cierto es que tus días siguen siendo de 24 horas. No es que la gente leerá 20 mil porque hay 20 mil. La gente va a seguir leyendo su libro semanal, mensual o anual de la misma manera. Y no sé si alguna vez acá realmente va a despegar el libro virtual”. Las palabras pertenecen a Alejo Carbonell de Caballo Negro e ilustran la situación.

Pero tampoco creo que lo mejor sea quedarse en quién gana la partida, si los libros digitales o los de papel, sino –justamente-, en entender cómo lo digital se puede articular con las tradicionales formas de producir, leer o vender un libro.

 

Virtualidad vs. Experiencia

Por último, quería detenerme en otro de los interrogantes que me surgió durante la pandemia, que tiene que ver con la idea de la experiencia como lectora, espectadora o, en otras palabras, ciudadana cultural.

Durante meses nos hemos acostumbrado a consumir arte a través de las pantallas. Agradecemos y valoramos lo que la virtualidad ha permitido, conectando cantantes con seguidores, escritores con lectores y actores con público. Sin embargo, ¿es posible pensar que lo digital puede reemplazar la experiencia?

En este sentido, el escritor y periodista Jorge Carrión plantea una idea muy interesante que tiene que ver no sólo con no poner en tensión lo digital vs. lo analógico sino justamente aprender a valorar las bondades de cada propuesta. 

 “Me cuesta distinguir —en el recuerdo— lo que dije en un lugar o en otro: todo ocurrió en la misma pantalla de mi casa», dice Carrión en una de sus últimas columnas para el New York Time, y continúa: «Las grandes plataformas tecnológicas ponen a nuestra disposición catálogos y herramientas asombrosas, fascinantes. Lo hacen a través de una misma superficie plana, cuyo tamaño cambia según el dispositivo, pero cuyas propiedades se mantienen. Mientras que la pantalla del ordenador, del libro electrónico o del teléfono uniformizan, el aula, el libro en papel o la sala de proyección distinguen. Eso es crucial en un momento en que están cambiando nuestras formas de atender y de recordar”.

mes del libro

En conclusión

Al abrir esta columna no prometí afirmaciones sino preguntas. Interrogantes que me (nos) permitan ubicarnos en tiempo y espacio. Creo que hemos entrado, a fuerza de pandemias y virus, en una época donde será crucial encontrar el equilibrio entre nuestra memoria corporal y simbólica para ser sujetos culturales, valorar aquello irremplazable que ofrecen las artes que tienen que ver con la experiencia, y -al mismo tiempo- aceptar y descubrir sin prejuicios los nuevos caminos de circulación que comienzan a emerger en el mercado.

Creo que es tiempo de dejar de lado la eterna pelea entre lo digital o lo analógico, saltearnos las culpas y los remordimientos y pensar múltiples formas, canales, accesos, plataformas y alternativas de abrir el juego de hacer y disfrutar el arte en todas sus dimensiones.

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