Las escritoras Estela Smania y Alicia Barberis se suman a la
propuesta de Babilonia en la Feria del Libro Córdoba en una mesa que propone un
debate sobre la construcción de protagonistas que son el reflejo de un mundo feroz,
injusto y violento.
Los personajes femeninos que habitan varias de las narrativas de Alicia Barberis (Santa Fe) y Estela Smania (Córdoba) son el reflejo de una sociedad injusta, que muy de a poco comienza a despertar el letargo del patriarcado imperante y que le han puesto su cuerpo a las desigualdades.
A partir de ese oficio, el de construir ficciones donde las tramas están ancladas en historias tremendas, de mujeres feroces, es que Babilonia convoca a estas autoras, para que cuenten cómo fue construirlas.
Alicia Barberis, referente de la literatura santafecina, tanto de libros para niños como adultos, autora de novelas como “Cruzar la noche”, “La casa M”, “El infierno de los vivos” o más recientemente “Pozo ciego” y “Monte de silencios”, ha sabido articular en estos textos problemáticas sociales en diferentes contextos del país, tanto durante los oscuros años de la Dictadura, como décadas después, con una marcada violencia de género.
Por su parte, la cordobesa Estela Smania, también creadora de mundos infantiles, quien se anima a desplegar historias que no tienen límite de edad, como “La sacramento” o “Clara Hiller”, desafía rótulos y denominaciones para nombrar en sus relatos y con todas las letras temas espinosos como el abandono, la pobreza, el abuso infantil.

-Ambas son autoras que trabajaron en sus tramas complejas problemáticas sociales actuales, como la violencia de género, el abandono, la pobreza, a partir de personajes femeninos que son el reflejo de una sociedad. Las mujeres que aparecen en sus libros sufren en carne propia injusticias que todavía son una deuda, ¿desde dónde construyen ustedes la ficción: como mujeres, como autoras, como críticas de un sistema, un equilibrio de las tres?
Estela Smania: A fuerza de ser reiterativa, pero resguardando algo de coherencia, diré una vez más que tal vez sepa de lo que he escrito mucho menos que vos o que cualquier otro lector. Ahora bien, creo que la elección del tema, seguramente proviene de los miedos más profundos, de sentimientos obsesivos como la injusticia, la arbitrariedad del poder, la violencia ejercida sobre los más vulnerables, entre otros muchos, en mi caso. Lo consciente es la necesidad de compartir, la pulsión de que alguien lea conmigo el mundo y conmigo lo cuestione, lo interrogue, de que iniciemos juntos un proceso de autoconocimiento. “Texto y lector viven una vida común, en la que cada uno se alimenta del otro”, dice Juan José Saer. Consciente es también, y difícil, sin duda, la búsqueda de la forma, del “cómo” decir de una manera única, original, aquello que nos mueve y conmueve y, en lo posible, construirlo como un “hecho artístico”.
Alicia Barberis: Desde muy niña observé el mundo con mirada crítica y fui consciente de que el sistema patriarcal trataba de domesticar nuestras miradas, nuestro hacer y decir. Luché de distintas maneras, aunque eso solo me sirvió, en principio, para saber que no me domesticarían. Como autora tomé decisiones. Los temas estaban ahí, dando cuenta de hechos terribles: apropiaciones de niñas y niños durante la dictadura, abuso y falta de protección a las infancias, condena social a las mujeres y variadas maneras de silenciarnos o descalificarnos. A medida que escribía fui tomando plena conciencia de que la escritura me permitía visibilizar temáticas de las que no siempre se hablaba y hacer, aunque más no fuese, justicia literaria. El tiempo me permitió comprobar que la literatura, como todo arte, nos permite repensarnos, habilitar la palabra, abrir el debate, movernos de lugar y saber que lo que no nos gusta puede modificarse.

– Tomo un libro puntual de cada una, «Pozo ciego», de Alicia y «Clara Hiller», de Estela. ¿Cómo fue construir esos personajes tan profundos, atravesados por sensibilidades, por tragedias? ¿Qué buscaron ponderar, qué dejaron en segundo plano?
E.S.: La construcción de Clara Hiller fue particularmente difícil porque, aunque siempre trabajo para darle carnadura real a los personajes, a través de sus acciones, de sus palabras, es decir para hacerlos trascender de su destino de papel, en este caso, como pocas veces, el dolor de Clara me dolía de todas las maneras posibles y, más de una vez, tuve que alejarme de ella por un tiempo. Fue una experiencia inédita. Tal vez, y solo tal vez, por mi condición de mujer. Traté de trabajar con el lenguaje para de alguna manera embellecer, si eso fuera posible, la ignominia.
A.B: Pozo ciego está inspirada en hechos reales. Para construir los personajes reviví lo ocurrido en mi pueblo de infancia cuarenta años atrás. Recordé lo que sentía entonces siendo muy jovencita, lo que se dijo durante años sobre la mujer que protagonizó estos hechos, y también mi propia lectura. Al tirar del hilo de la memoria afloró lo que nos tocó vivir a las mujeres en esos tiempos y los personajes emergieron como a través de la bruma. Eran personajes pero eran también el espejo de personas que estuvieron en mi propia vida. Busqué mostrar el poder de ciertos hombres, su violencia, el uso y condena que ejercían sobre las mujeres deseantes; los mandatos que nos imponían, la valentía de las que se atrevían a romperlos; el machismo del contexto, la sororidad de algunas mujeres y también la desprotección de las infancias. Lo que ocurrió después de la presentación de la novela en mi pueblo, quedará para otra entrevista.

-¿Creen que hay un aporte puntual de la literatura al hacer foco en personajes femeninos que desde la ficción tienen tanto para decir y mostrar? ¿Cuál sería?
E.S.: Lo decía antes, la literatura no es, no debe ser, creo, un manual de autoayuda ni un panfleto ni un sermón ni una moraleja. La literatura es, para mí, un hecho artístico y, como tal, provoca en quien lee, tal como cualquier otra manifestación del arte, a través de la armonía, de la proporción, del lenguaje, de la originalidad en la creación de una realidad otra, un movimiento del espíritu del cual se sale no siendo el mismo, enriquecido, crítico, reflexivo. La literatura, y su mejor instrumento, la palabra, muestra, devela. De ser así, no dejemos que se les robe a nuestros niños y a nuestros jóvenes la posibilidad de jugar con las palabras y con la poesía y con las metáforas, que son las formas más excelsas del lenguaje. Resguardemos la palabra y su arquitectura como arma que subvierte y amenaza lo estatuido, como un escudo poderoso que nos defiende y nos hace libres. “El lenguaje congrega y comunica, la violencia obtura y destruye”, dice Ivonne Bordelois. Y cuando la violencia se apodera del lenguaje, el resultado es ni más ni menos que el insulto.
A. B: No tengo dudas de que los personajes femeninos aportan mucho. Antes de escribir algunas de mis novelas hice entrevistas previas y corroboré lo que ya suponía: que las mujeres, que han sido tan silenciadas, recordaban los hechos con mayor precisión y riqueza. Las de La Forestal, por ejemplo, las que vivían en el pueblo: obreras sin reconocerse, empleadas domésticas o de los almacenes, evocaban hasta el polvo rojizo del tanino que cubría la ropa, la efervescencia de las luchas obreras, las marcadas diferencias sociales, el dolor que produjo la muerte durante las grandes huelgas. Las del monte hablaban del trabajo duro, pero también de la belleza del sol filtrándose entre los árboles, de saberes ancentrales, de las prostitutas que llegaban los días de paga. Muchos personajes femeninos logran mostrar en profundidad de lo que poco se habla, permiten una mayor identificación con el relato y contribuyen a repensar nuestros roles.
Cuándo y dónde
La charla tendrá lugar el próximo domingo a las 18.30 en el Domo Participativo de la Plaza Italia.