Sobre muros, guerras, pérdidas y desarraigos

“Siempre nos estamos yendo” de Verónica Sukaczer es una gran novela juvenil que refleja las heridas que los enfrentamientos bélicos dejan en la sociedad en general y en las infancias y adolescencias en particular.
Una gran historia sobre el valor de la palabra y el poder de los recuerdos.

“Los muros nos fueron llevando, nunca elegimos el camino…

Los muros traen muros, los siembran y cosechan, se hacen parte de uno. Y allí, esa noche, me di cuenta de que jamás había dejado de sentirme aprisionada”.

La protagonista de esta historia es Zinnia, una adolescente a la que desde el primer momento vemos desguarnecida, llevando de la mano a su hermana pequeña. Intuimos que huyen de algo, intuimos también que buscan un  refugio. Tenemos la certeza de que están solas y vulnerables frente a un mundo que se desmorona. Ella y la pequeña Jaz llegan a una casa (o más bien a lo que ha quedado de ella). Allí yace una mujer moribunda a la que llaman Mamá Pura. Le dan un lugar maternal, un lugar simbólico que les permita sentirse menos solas en medio de ese contexto del que poco sabemos pero del que intuimos demasiado.

La casa tiene algunos elementos, los suficientes para resolver las necesidades básicas (alimento, agua). Pero también tiene algo que va más allá del valor material: hay libros, hay archivos del registro civil, hay diarios, hay objetos… Zinnia decide entonces bucear en todos eso para reconstruir historias ajenas. Algunas son reales, a otras las inventa. Al fin de cuentas, solo se trata de preservar la memoria colectiva, resguardar un poco de lo que hemos sido como humanidad antes de que el mundo quedara dividido en dos. Mientras se dedica a reconstruir supuestas vidas empieza a narrar la propia a esa mujer callada, agonizante. Está convencida de que cuando Mamá Pura despierte podrá acomodar esos retazos sueltos de sus existencias.

“¿Cuándo comienzan los recuerdos? ¿Sucede que un día algo se activa en uno, algo que estaba latente o creciendo o armándose como un juego de bloques y entonces ya es posible acumular instantes en la memoria? Un segundo, nada, lo mismo que había antes de nacer”, afirma Zinnia. Pero como ocurre cuando alguien empieza a narrar, más espectadores se acercan a la casa en ruinas: un muchacho llamado Isa y luego dos niñas más. Hasta un bebé queda al cuidado de la joven  quien de pronto se encuentra al frente de una familia que no eligió. Ella que solo quería viajar liviana de la mano con Jaz, termina liderando a un grupo de niños y a una mujer enferma, en medio de un contexto en el que solo la palabra y la memoria parecen quedar en pie.

Así a medida que ella narra, nos encontramos con la hermosa infancia de Zinnia junto a sus padres, sus tíos y su adorada prima. Nos cuenta de aquel violín que amaba tocar y que luego quedó perdido al otro lado del muro. Cuenta de ese muro que separó a sus padres de sus tíos, a ella de su prima. Cuenta también de ese andar loco, dejando cosas por el camino, de casa en casa. Cuenta del nacimiento de Jaz, de un mundo dividido donde el peligro y la persecución acechan. Cuenta sobre algunas decisiones y travesuras que las han llevado a andar trashumantes en la búsqueda de los suyos.

No es una guerra puntual, son todas las guerras del mundo. No es un muro en especial, son todos los muros que a lo largo de la historia dejaron grietas dolorosas (el final del libro lo refleja claramente).

“Finalmente decidí cargar, desde ese momento, solo con lo que mi cabeza pudiera trasladar: recuerdos, ideas, imaginación, pensamientos. Y prescindir de lo que se perdía en el camino. Entonces recuperé el sonido de las notas, me animé a sentir en la mano un arco que no existía y seguí estudiando y practicando sola y en silencio, porque dejar la música para siempre era demasiado doloroso…

Y eso fue lo que me mantuvo entera”

Una novela profunda, ágil, poética, que desde el primer momento nos transporta a ese mundo roto y en ruinas en el que sobrevivir es la principal consigna. Aunque para eso es necesario saber a qué aferrarse antes de perderlo todo.

Fernanda Pérez

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