A partir de la muerte de su madre, una joven comenzará a desandar el camino para entender por qué el amor es algo que tanto molesta dentro de su vida. Volver a su ciudad será retroceder y enfrentarse cara a cara con su infancia violenta donde su madre era la que aguantaba en carne propia las agresiones de su entorno. Una novela necesaria que atraviesa una problemática urgente en nuestra sociedad.
La tapa de “El amor molesto”, de Elena Ferrante (Lumen) muestra el rostro de una joven y bella mujer en la oscuridad, como si ésta estuviera detrás de una ventana y apenas un hilo de luz pasa por su rostro, iluminando uno de sus ojos, parte del pómulo y frente. Debajo, al costado derecho dice “La primera novela de la enigmática autora italiana”.
La frase, usada bajo claros objetivos marketineras -para que el lector pueda vincular directamente este relato con la saga éxito de su creadora, Elena Ferrante- funciona en primera instancia, pero ya al comenzar a leer las primeras páginas, uno se percata que la frase debería haberse escrito intercalado el adjetivo. Sería mucho más interesante si dijera: “La primera enigmática novela de la autora italiana”. Sobre todo porque ya sabemos quién es Ferrante, y porque aún nos falta mucho por aprender de sus misteriosos personajes.
Todo es enigma en la prosa de Ferrante. Los sentimientos de la protagonista, sus recuerdos, sus vivencias y reacciones. Y así como se lee la imagen de tapa, también leeremos la historia trastabillando en la oscuridad de un relato duro y angustiante, como avanzamos en una habitación en plena noche, acompañando de cerca a la autora y sus creaciones, sabiendo que aunque por momentos no logremos entender cuál y cómo será el final, llegaremos a buen puerto.
Considerada la primera novela escrita por Ferrante, “El amor molesto” se presenta entonces como el inicio de la carrera literaria de una autora que aborda una narrativa que retrata mujeres de este siglo, que un buen día se encuentran girando en falso y en el ojo de la tormenta, pero se animan a mirar(se) al espejo, a barajar y dar de nuevo.
Tanto en el inicio de la saga “Dos amigas” como aquí, la historia parte del relato ¿testimonio? de una hija que se enfrenta a la desaparición de su madre. La diferencia es que en «El amor molesto» la madre en cuestión ha muerto, mientras que en la otra nada se sabe.
En esta novela, entonces, Delia una joven de mediana edad recibe el tremendo mensaje sobre su madre y en ese impulso que sólo generan las fatalidades de la vida, toma sus cosas y viaja de Roma hacia Nápoles, donde antes vivía. Amalia, su madre, no ha muerto de cualquier forma, incluso no sabe si murió o la mataron. Sólo sabe que el hecho ocurrió cuando estaba dispuesta a viajar a visitarla a Roma como era costumbre. Sin embargo, algo pasó en su decisión de tomar el tren, de alejarse de la estación para luego aparecer ahogada en la costa. Delia ni siquiera sospecha qué puede haber pasado, y desde el primer instante inicia un viaje en el tiempo y en su propio cuerpo para tratar de descubrir qué ha ocurrido.
Presiente, intuye, anhela, poder encontrar en esa respuesta, la respuesta a su desdichada vida. Porque Delia, con 40 años, todavía no puede descubrir cuál es el espacio que ocupa en el mundo. Parece como si ella misma no pudiera tener entidad ni nombre frente a los otros. Duda de lo que siente y lo que piensa, y tras la muerte de su madre, comenzará incluso a dudar de lo que ve, porque la verá a Amalia viva aunque no esté, como si necesitara esa continuidad en su presente.
Por momentos se siente desdoblada, habla de Amalia y de Delia sin sentir pertenencia. Lo único real, claro está, es su pasado. Ese pasado que la arrastra a escenas de una infancia violenta, de un padre golpeador, de un entorno oscuro.
En un contexto actual marcado por la violencia de género, Ferrante nos invita (bien digo nos invita porque la belleza de sus palabras puede con la agresividad de lo que narra) a desovillar ese nudo que queda hecho en el mismo momento en que se desata la violencia puertas adentro, y se tensa cada vez más a medida que los cuadros se repiten diariamente y con los mismos protagonistas. A indagar sobre las consecuencias de quien es testigo obligado de repetidas secuencias que nada tienen que ver con la inocencia de los primeros años. De los agujeros negros que quedan en el alma de quien percibe gestos engañosos a la distancia.
Una vez en Nápoles (dichosos quienes conozcan la bella ciudad de la Italia sureña porque las descripciones urbanas son otro deleite en la lectura), Delia cumplirá con los ritos de muerte de su madre, y recién después iniciará un encuentro cara a cara con ella misma en ese espacio que antes ocupaba siendo niña. En ese rol del que se había corrido para salvarse. Volvió a ser la hermana menor, la hija de una mujer humillada y de un padre abusador, la sobrina de un tío testigo y cómplice. A todos, incluso su propia madre, deberá enfrentar para espantar los fantasmas que aún la atan a la miseria.
Los hechos en la novela se suceden en un tiempo acelerado que sólo se calma cuando Delia se anima a ver corazón adentro. Todo ocurre en tan sólo algunos días, pero las horas sirven, como capítulos, para ir visibilizando el aparente y débil hilo que une el pasado con el presente, el ida y vuelta que le encanta hacer a su autora para contarnos la totalidad de la historia.
Aunque varios son los sentimientos que se nombran en la novela, el amor es el que toma lugar protagónico en la obra de Ferrante. Pero, ¿de qué amor nos habla? El amor, en la vida de Delia molesta. El amor de su madre molesta, el de su madre con el amante también, el del padre con su madre, el de sus hermanas, el de su tío con ella, el del vecino de la infancia que la inició sexualmente. Molesta, y ella no sabe por qué. Y sus respuestas tan sólo las encontraremos al final del viaje.
Para leer a conciencia, dejándose interpelar por cada reflexión que hace su protagonista, la primera novela de Ferrante no hace más que re-asegurar, a la distancia, la importancia de su autora en la actualidad como una de las referentes italianas en las letras. Con destreza y una gran habilidad de plantear temas sumamente difíciles, Ferrante se anima a hablar de eso que recién ahora pasa parece estar en el debate mundial, de eso que ahora tiene nombre y comienza a tener justicia. Se anima hablar de la violencia de género que desde hace siglos está naturalizada en nuestra sociedad.