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“Perderle el respeto a todo, Shakespeare incluido, es la mecánica del Teatro Minúsculo”

Comandando el Teatro Minúsculo, Jorge Monteagudo acaba de estrenar “Othilio, el mozo del Venecia”, una versión atravesada por el humor del clásico de Shakespeare. Una comedia “oscura extra large”, por demás original, con el sello inconfundible de este elenco cordobés.

El estreno de "Othilio" fue en julio y continúa en agosto.

En literatura, muchas veces (o la mayoría) no importa qué se cuenta, sino cómo. La forma, el modo que encuentra un autor para relatar una historia. De hecho, lo narrado suele ser lo mismo: el amor, la soledad, el dolor, la gloria, la muerte, sin embargo, las maneras de mostrarlo nunca dejan de nacer. Y están ahí, a la vista de algunos pocos que se animan a descubrirlas.

Un autor: Shakespeare. Una obra: Otelo. Cientos de años sobre ellos. Páginas, tablas y pantallas reproduciendo igual o parecida esa historia de celos y pasión entre un moro de Venecia, la bella y altiva Desdémona y el ambicioso Yago. Y sin embargo, cuando creíamos que se había agotado su esencia por repetirla hasta el cansancio, nos topamos en la cartelera del circuito independiente del teatro local con un nombre que nos habla de ellos y no, al mismo tiempo. No es Otelo, es Othilio. Y no es un renombrado caballero, sino un mozo del bar Venecia, y no lo atraviesa la tragedia sino el humor, un humor negro y corrosivo.  

“Es una comedia oscura extra large”, subraya para que no se olvide Jorge Monteagudo cuando se le pregunta sobre la naturaleza de esta obra, estrenada hace pocas semanas en Sindicato de Maravilla –SDM- (Libertad 326). Pero para entender el chiste (como siempre), tenemos que saber leer ciertos códigos, saber primero que el elenco detrás de Othilio no es más ni menos que el del Teatro Minúsculo, que desde hace décadas viene ofreciendo puestas breves llamadas “Piezas teatrales de combustión espontánea”, y que ahora apuestan por un desafío mayor. “Siempre sentimos que nos debíamos una obra para sala, lejos de la dinámica de la improvisación y que nos permitiera abordar nuestras temáticas recurrentes y así profundizar en el desarrollo de personajes y situaciones”, señala entonces el actor y dramaturgo a cargo del proyecto, la puesta y el espacio.

Por eso cuando uno lee en la marquesina Othilio, el mozo del Venecia, con tipografía clásica, y pegado, ahí nomás, el sello del Minúsculo, no puede más que pensar: sí, lo lograron otra vez, este elenco que se ha ganado el respeto de colegas y críticos (recordemos que esta obra fue ganadora del premio del Fondo Estímulo a la Actividad Teatral Cordobesa) por sus geniales ocurrencias en escena y su irreverencia a todo lo establecido, trae del estante de próceres a Shakespeare para sacudirle el polvo frente al público y mostrarles que esta historia puede volver a contarse cuatro siglos después con una sonrisa en la boca.  

“Othilio, el mozo del Venecia” se presenta en agosto (del 17 al 21) en el Sindicato de Maravilla y en esta nota Jorge Monteagudo, su dramaturgo y director, nos cuenta cómo surgió la idea y qué desafíos surgieron en el proceso de puesta junto al Minúsculo. También, como referente del humor teatral en Córdoba, habla acerca de la potencia que siempre tiene la comicidad y, al mismo tiempo los riesgos, cuando no es utilizada con un objetivo específico. “El humor siempre ataca, ofende, es una herramienta poderosa: tenemos que elegir bien a qué o quién”.

– ¿Por qué Shakespeare y por qué Otelo? 

-Este proyecto nace de la confluencia de diversos elementos. Por un lado, el contexto de la pandemia me permitió enfocarme en el estudio y realicé la Maestría en Dramaturgia de la UNA donde uno de los seminarios consistía en escribir una versión dramática de Otelo. Por otra parte, con Teatro Minúsculo siempre sentimos que nos debíamos una obra para sala, lejos de la dinámica de la improvisación y que nos permitiera abordar nuestras temáticas recurrentes y así profundizar en el desarrollo de personajes y situaciones. El otro factor fue la apertura del Sindicato de Maravillas que nos permitió pensar la puesta para ser montada en ese espacio.

Perderle el respeto a todo, Shakespeare incluido, es de algún modo la mecánica del Teatro Minúsculo así que no significó un gran problema (jajaja). Si hablamos de historias, de algún modo seguimos su tradición: encontrar una historia que contar y contarla a nuestro modo. Así como Shakespeare se inspiró en una historia de Giovanni Battista Giraldi, nosotros buscamos inspiración en él.

Otelo nos permitió abordar múltiples temáticas y analizar como, trágicamente, permanecen vigentes en nuestra actualidad. Habitualmente se piensa que es una pieza que trata sobre los celos, pero no son sólo “celos amorosos” y hay múltiples temas que se desprenden como la lucha por el poder, la ambición, la envidia, el amor, la lealtad, la discriminación en sus diversas formas, la violencia de género; todo eso en un combo de fake news muy atractivo que nos permitía ese abordaje que buscábamos. A esto se sumó la trama acumulativa de sucesos y encontrar los contextos y equivalencias, que fue una tarea creativa desafiante.

También resultó atractivo que funcionara como vehículo para poder trasladar reflexiones y puntos de vista acerca del rol de la comedia.

La obra se ubica en la actualidad en el Venecia Pub, en tiempo de cambios. Thiago, su comediante residente, compite por el puesto de encargado con Othilio, el jefe de mozos, que luchará por regular sus emociones mientras mantiene en secreto su romance con Desdémona, la cantante de jazz. Thiago empleará todos sus recursos dramatúrgicos para lograrlo, aunque tenga que sembrar desconfianza, discordia, celos y lleve a Othilio a un desenlace sin retorno.

La mirada de Shakespeare sobre nuestros comportamientos nos interpela desde 1622 hasta la actualidad y parece ser inherente a nuestra condición de seres humanos. Si nos preguntamos ¿qué vuelve clásico a un clásico? podríamos llegar a la conclusión que es nuestra propia miseria que se repite en un eco que rebota sin desvanecerse

Monteagudo, en plena representación.

– Como dramaturgo, ¿qué proceso disfrutás más en el armado de la obra? ¿el texto, la puesta, el trabajo con los actores?

-Cada parte tiene su encanto. La parte más laboriosa es definir la estructura dramática. Trabajo mucho en eso, en el mapa de tramas y en la distribución de elementos a modo de rompecabezas. Ubico las piecitas y las voy manipulando hasta que encajan del modo que me gusta. El texto es algo que se lleva adelante en solitario. La puesta, en este caso, va en paralelo porque voy imaginando cómo será – y que luego se dialoga y ajusta con el resto del equipo -. Y en el trabajo con el equipo de actores es donde aparece el cuerpo que dará sostén a esas ideas, que incluso pueden llegar a modificarse. En este proceso fui compartiendo cada etapa de escritura con el equipo, íbamos leyendo fragmentos como si fueran episodios. Allí chequeaba cómo iba avanzando la trama y qué generaba en los lectores.

– El humor es parte fundamental de tu trabajo actoral y vivimos tiempos donde muchas veces hay que explicar lo que nos da gracia. ¿Creés que hay límites para el humor?

-Creo que no hay límites para el humor; sí hay contextos. También todo depende de qué mirada se tenga sobre determinado tema, qué se quiera decir y cuál es el objetivo de eso. Muchas veces se confunde el tema con ese objetivo, por eso hay que tener muy en claro esos detalles que son fundamentales.

El humor siempre ataca, ofende, es una herramienta poderosa: tenemos que elegir bien a qué o quién.

Hitler vio dos veces El Gran Dictador de Chaplin: qué sintió no lo podemos saber pero sí podemos especular. Con Teatro Minúsculo, a lo largo de estos 23 años, hemos llevado eso hasta los extremos, incluso hasta avanzar en el territorio del post-humor. Lo importante es tener una posición clara y herramientas como para defender esos puntos de vista. Que eso que hago o digo no sólo sea una “avivada”. Por otra parte, el humor no siempre tiene que causar risa o gracia: también puede incomodar. En el caso de Othilio, en algunos momentos sucede eso. La risa no sólo es señal de que algo que gracioso, sino que opera como un mecanismo de liberación de tensiones.

– Para alguien que todavía no conoce Teatro Minúsculo, ¿podrías contar brevemente cómo surgió y por qué se sostiene como espacio creativo después de tantos años? 

-El Teatro Minúsculo surge en 2001 como un ciclo de obras de pequeño formato del mítico espacio Zora Arte Bar, ubicado en la zona del ex abasto. Para entrar  tenías que tocar timbre. Allí participábamos diversos elencos: Bacalao, Organización Q, La Negra Teatro, entre otras agrupaciones. La premisa era clara: crear pequeñas piezas teatrales que se presentaran sólo una vez y fueran creadas específicamente para el espacio. De a poco comenzamos a cruzar los equipos y se conformó una especie de “elenco estable”, que mencionábamos como chiste. Siempre fue un equipo con una formación rotativa. Gente que se va, otra que llega, otra que permanece. Esa multiplicidad de miradas lo vuelve creativo y singular. Siempre se lo contempló como un espacio de investigación actoral a puertas abiertas, de ahí el trabajo sobre la improvisación. Pero nos interesa más las poéticas que surgen desde allí que la exhibición de la técnica. La particularidad fue generando en esa extravagancia compositiva, en esa mezcla y busca de lo insólito donde lo disparatado y lo incorrecto funciona como motor.

Además de “Othilio” otras obras se presentan en Sindicato de Maravillas, un lugar que vuelve a apostar (como lo fue Alta Gracia) por el teatro independiente y en particular a la comedia. ¿Por qué otra vez prender las luces de un espacio cultural con todos los desafíos que eso implica?

-Este espacio surge como extensión de Alta Gracia. Ese fue el experimento, El Sindicato es la concreción. La posibilidad que nos ofrece es que convivan dos espacios de diferentes estéticas pero complementarios: un bar de shows y una sala teatral donde el apoyo del Instituto Nacional del Teatro fue fundamental para que eso sucediera. Creemos que como hacedores culturales tenemos la responsabilidad de generar espacios de encuentro. Cuando debimos cerrar Alta Gracia, el objetivo inmediato fue apostar por otro. Cuando cerró La Nave Escénica nuestra responsabilidad fue proponer una sociedad. Creemos en eso: en el encuentro, en el dínamo de la crisis y en que el mundo termina siendo lo que creamos.

 

Dónde y cuándo

“Othilio, el mozo del Venecia”, cuenta con las actuaciones de: Liliana Angelini, Ana Balliano, Xavier del Barco, Lorena Cavicchia,
Valentina Calvimonte, Gonzalo Dreizik, Carlos Lima y Jorge Monteagudo. Música de Enrico Barbizi. Asistencia y operación técnica: Claudia Caminos. Diseño de iluminación: Rafael Rodríguez. Vestuarios: Miriam Lesin y Yanina Pastor. Realización escenográfica: Aníbal Arce.  Fotografía: Daniel Santos
Diseño gráfico: Santiago Guerrero

Las funciones son el jueves 17, viernes 18, sábado 19 y domingo 20 a las 20.30, localidades anticipadas $2500 en https://antesala.com.ar/evento/1189.

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