Fernanda Pérez nos invita nuevamente a descubrir una historia coral y moderna, con personajes profundos en su sencillez atravesados por la vida misma. Una novela reflexiva, donde los duelos y las ausencias están en el centro pero son al mismo tiempo quienes convocan a sentir el amor.
Posicionada en el género contemporáneo luego de “Una mujer con alas”, Fernanda Pérez despliega otra vez una novela actual, donde los personajes hablan acerca de aquello que les ocurre con un lenguaje coloquial, de calle, que los hace sentir absolutamente cerca.
La protagonista de «Nunca te olvidé» (El Ateneo) es Isa, aunque –a título personal- creo que Teo se merece también ese rótulo-, quien abre el relato narrando la única manera que tiene de atravesar un tremendo duelo familiar. Isa tiene casi cuarenta años, es independiente y sólida en su profesión, sin embargo, ese dolor no le permite seguir. Por eso anda a tientas y sin rumbo y lo único que se permite es dar un paso por vez.
Pero lo que podría ser planteado como un drama oscuro y cerrado, se presenta en manos de Pérez como una oportunidad para tocar fondo y salir a la superficie. Y por eso, con un tono que equilibra cuidadosamente la soledad con el encuentro, el sufrimiento con la felicidad y la culpa con el deseo, nos regala una historia que se anima de hablar de equivocaciones y tropiezos sin olvidar aquello que nos permite respirar: el amor, la amistad y los sueños.
Aquí, cinco razones para no dejar de leerla:
1. Zigzag entre pasado y presente.
“Nunca te olvidé” es un relato narrado en tiempos cruzados, o sea, que va y viene en el tiempo, recurso que le da un gran dinamismo a la lectura. El libro comienza en el presente de Isa, también de Matilde –su amiga de toda la vida-, los hermanos Vito y Teo y Mariana, un grupo que fue muy unido en la adolescencia y que, con el tiempo, se fue alejando. Pisan (algunos más otros menos) los 40 y está cada uno en lo suyo, pero un hecho lo reunirá y aquellos vínculos que construyeron esa amistad retoma el cauce, por eso la autora se toma el trabajo de ir a ese pasado para retratarnos a nosotros como lectores todo lo que ellos vivieron. Intercalando el ayer y el hoy, la historia se vuelve activa, dinámica, se mueve con las dudas y los aciertos de cada uno de los personajes, y por lo tanto, hacen también desencadenar subtramas tan interesantes como la principal.
2.Somos lo que fuimos.
En el punto anterior apunté el dinamismo de ir y volver en el tiempo, y en esta segunda razón, en el plus de poder conocer a los personajes en todos sus costados. Isa, Vito, Teo –por tomar algunos de los nombres- no fueron siempre lo que son en la adultez. Crecieron y se fueron moldeando a medida que la vida y sus conflictos los fueron atravesando. Cuando tenemos la posibilidad de ver a los personajes en dos tiempos, pasado y presente, podemos anticiparnos a sus acciones o, al contrario, nos podemos sorprender por sus decisiones. Ese espiar lo que fueron nos permite mirarlos con otros ojos. Y hay otro plus: hay muchísima potencia en la escritura de Pérez en la época adolescente de los personajes, hay un anclaje tan real de sus reflexiones, de sus modos de decir, de sus ocurrencias, que le da una frescura única al relato. El tiempo adolescente de la trama, el que sostiene de principio a fin la novela (sin que sea una novela teen) es uno de los puntos fuertes y el que termina escondiendo las claves para entender los personajes siendo adultos. Otra excelente estrategia de la novela.
3.Hablar de duelos sin caer en sensiblerías.
Es difícil hablar del dolor. Y es muy difícil plantear una historia que tiene como base un duelo pero sin caer en clichés ni tampoco en agujeros negros. La autora no tiene intención de que nos quedemos allí, en la negrura del vacío, sin embargo sí quiere que hablemos de eso: de las ausencias, de la soledad, de las tragedias. Y lo hace de la mano de lo que más le gusta, personajes sencillos, con trabajos y hogares comunes, con familias más o menos como todos conocemos que les toca vivir situaciones complejas. Personajes que tropiezan día tras día con la angustia y se levantan porque recuerdan que hay otros que creen en ellos y un Dios que acompaña. Lo dijimos al comenzar, en esta novela se narra un duelo, paso a paso, página tras página, pero la voz narradora se ubica a un costado, sabiendo que se puede salir de él.
4.Los personajes hablan como uno.
Este punto es uno de los fuertes de la autora en su forma de abordar el género contemporáneo. El lenguaje que elige la autora para hacernos sentir cerca de aquellos que narra es tan coloquial que incluso podría ser un riesgo sino se supiera manejar. Pero Fernanda Pérez sí lo moldea a cada circunstancia, logrando que el lenguaje siempre sume. Los hombres y mujeres de sus novelas dicen cariñosamente y también putean, se equivocan y eligen las palabras equivocadas. Pero la autora lo sabe, lo maneja muy bien, y entiende que cada expresión termina de definirlos, de mostrar quiénes son. Y esto ocurre tanto en escenas livianas como en otras trascendentales, de dolor y de amor.
5.Siempre el amor es protagonista.
Como no puede ser de otra manera, el romance sigue intacto en cada libro de Fer Pérez y nunca pierde su lugar de preponderancia. Pero no sólo el romance; porque cuando Fer Pérez habla de dolor, o de despedidas, o de separaciones, también está hablando de amor: de amor de familia, de hermanos y sobre todo de amigos. Podríamos decir que la autora siempre salva a sus personajes desde el amor, siempre encuentra el modo de que su vida de ilumine. “Hay personas que iluminan nuestra vida”, dice el subtítulo de la novela, y lejos de frases de autoayuda, lo que plantea aquí es descubrir que muy cerca nuestro, siempre alguien nos hace prender nuevas luces para renovados caminos.