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“Para mí la literatura es memoria”

La escritora María Teresa Andruetto acaba de publicar “Aldao”, una novela que ahonda sobre la memoria, la violencia, la maternidad, el abandono y la clandestinidad a través de diferentes voces, personajes y estrategias narrativas. 
En Babilonia dialogamos con la querida y admirada «Tere” para sumergirnos en este libro profundo y conmovedor. 

Un hotel de mala muerte. Un universo pequeño en el que conviven aquellos que, por alguna razón,  deben ocultarse o que simplemente han quedado al margen. Un hombre alcohólico, un tipo solidario, un hombre correcto obsesionado con los gatos, dos hermanos… La galería se despliega y rodea a los personajes centrales de esta historia. Ella es una joven que está embarazada, él un muchacho que un día sale a comprar unas cosas y ya no vuelve. Todo ese submundo sobrevive en un contexto político oscuro, atravesado por la dictadura y por cierta represión que se respira en el aire.

La narrativa de María Teresa Andruetto nos lleva allí. Nos hace espectadores y testigos. Nos moviliza, nos conmueve, nos interpela. Esta es una novela coral, conviven distintos estilos, modos narrativos, miradas. Hay relatos en primera y tercera persona. Hay voces, muchas voces que van hilando la trama desde la memoria, los recuerdos y el olvido.

“Aldao” es el título del nuevo libro de  la reconocida y premiada autora cordobesa, editado recientemente por Random House. En diálogo con Babilonia Literaria, Andruetto nos cuenta cómo surgió este proyecto literario como así también algunos detalles de su escritura.

-¿Qué te impulsó a escribir un libro como «Aldao»? 

-Reapareció ese territorio que ya estaba en “Lengua Madre” y había estado en la novela juvenil “La niña, el corazón y la casa”. También aparece en un cuento llamado Gina del libro “No a mucha gente le gusta esta tranquilidad”… Reapareció ese territorio y sobre todo una frase de la que fui tirando. Me imaginé que esta narradora estaría en un lugar donde empezó a aparecer gente que tenía alguna relación con Aldao.

Nunca sabe uno cómo empiezan las cosas. O mejor dicho: uno sabe cómo empiezan pero no sabe por qué. No hay una decisión previa de escribir una novela sobre Aldao sino que es algo que va surgiendo a partir de los procesos de escritura… Hay un proceso de autoescritura, de autoconstrucción de una obra a partir de lo que uno va siendo. La obra también escribe por uno.  

– El libro tiene distintos estilos narrativos (algunos capítulos en primera persona y otros en tercera) e incluso algunos con una narrativa más cercana a la poesía (como aquellos que se concentran en la figura de Diana). ¿Qué te llevó a trabajar en esos registros tan diferentes y qué creés que le aportan al relato?  

El libro tiene distintos estilos narrativos, distintas formas de contar. Eso es algo que suele aparecer en mi escritura: el uso de diversas formas, de diversos registros, de diversos géneros. Siempre a partir de las mismas necesidades que la escritura me va planteando, los mismos desvíos que me va planteando el proceso en sí.

En la escritura se produce como un intercambio entre lo que uno va escribiendo y lo que la misma escritura le pide a uno. De apoco se va armando una arquitectura, hay como un cierto equilibrio entre un tipo de narrador y otro, un asunto y otro, un personaje y otro. Todo eso requiere tal vez distintos puntos de vista narrativos. Algunos en primera persona, coloquiales, otros en registro de tercera persona en una búsqueda bastante poética. Incluso hay un texto que es más un informe, una investigación… Pero el relato coloquial en primera persona es el que sostiene casi toda la novela.

 En tus obras siempre está muy presente la memoria. De hecho marqué una seguidilla de oraciones sobre el tema: “La memoria embellece la derrota”, “..es de madre el olor que arrastra su memoria”, “Pobre memoria la suya que permite que se vaya lo que falta”. ¿Cómo funciona en este libro, en esta historia y en sus personajes principales este dispositivo de la memoria?

– La memoria es central para mí. Para mí la literatura es memoria, es una forma de memoria, es una recreación de lo pasado pensando en lo futuro.

La memoria es búsqueda de identidad. La búsqueda de una identidad individual de los personajes y la búsqueda de una identidad social. La memoria tiene muchas formas y también incluye el olvido, el olvido fecundo. Hay ciertas cosas que se olvidan para que otras tengan relevancia. Hay un juego ahí de claros oscuros entre lo que olvidamos y recordamos del pasado, lo que elegimos o lo que intuitivamente recordamos u olvidamos. Y eso se ve en los personajes, en lo que ellos recuerdan u olvidan. Además el recuerdo no es un recuerdo quieto sino que se va transformando a lo largo de la vida tanto de las personas como de los personajes.  

-Aldao siempre sobrevuela la historia. A veces como un escenario real y en otros como una especie de geografía que, de alguna manera, contiene a los personajes de la novela. ¿Cómo funciona en tu literatura esta presencia de Aldao?

– Aldao parece por primera vez en “Lengua Madre”, porque es el lugar del que provienen las mujeres de esa novela. Después reaparece en “La niña, el corazón y la casa”, porque la niña vive con el padre en una ciudad próxima a Aldao y van los fines de semana allí a ver a la madre, y en Gina –que está en el libro de cuentos “No a mucha gente le gusta esta tranquilidad”-, donde la protagonista es de Aldao.

Aldao es como un “alter locus” digamos, como un lugar alternativo del lugar donde yo me formé. Un lugar parecido, porque no es tampoco literal, pero sí ficcionalizado. Es un pueblo de la llanura cordobesa, con sus cualidades y sus miserias, con sus logros y sus problemas. Es también un lugar de clase media baja, modesta clase media pueblerina. Y acá en esta novela se vuelve central. Tanto que finalmente el libro lleva ese título.

Primero la iba a llamar “La pequeña Aldao” pensando en esa pensión de mala muerte por donde pasan los personajes. Y después decidí que se llamara “Aldao” que es ese territorio de donde viene esa gente. Porque la novela no está situada en Aldao sino que los protagonistas son personas de Aldao que están en la ciudad.

– Más allá de las protagonistas hay una galería de personajes que, por distintas razones, viven en las “orillas” de la sociedad, en la marginalidad (tomando al término como “al margen de…”). ¿Cómo trabajás la construcción de los personajes?

– Con respecto a los personajes y la marginalidad yo no coloco a los personajes en esa escena. Yo miro algo, o mejor dicho, encarno en ese narrador o narradora -que no tiene nombre y cuenta en primera persona- y de ahí miró la escena y lo que aparece va ingresando en el relato. No es que yo establezco un escenario y digo “aquí va a haber uno que pasa hambre, otro que se emborracha…”. Se trata más bien de mirar hasta que ese lugar nos diga su verdad. Entonces así es más fácil construirlo, porque no están construidos con la cabeza sino que yo los veo. Si los veo doy cuenta de lo que veo: los veo pasando necesidades, solidarizándose entre ellos… El secreto está en poder ver.

-En “Aldao”, al igual que en muchas de tus obras”, hay voces femeninas muy fuertes. Una especie de linaje de mujeres que sostienen la trama familiar. ¿Cómo fue construir esas voces, ese hilo que va uniendo unas a otras?

-Eso aparece mucho en mis libros, siempre la mirada va ahí, a las mujeres. Quizá porque en esos contextos de marginalidad, de precariedad, de necesidad, todos se ven afectados pero de un modo especial las mujeres y sobre todo las que son madres.

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