“Mi primer encuentro con Leonardo Padura”, según Alejandro Parisi

Alejandro Parisi es un escritor que puede llevarte a descubrir biografías noveladas como “Hanka753” y “El ghetto de las 8 puertas”, o trasladarte al drama policial “Los pájaros negros” o hacerte vivir una historia de amor única de la mano de “Tu rostro en el tiempo”. Versátil y con una gran producción literaria, Parisi es nuestro invitado en el episodio 5 de “Mi primer encuentro con…”.

Este ciclo de podcast que lanzamos en enero desde Babilonia, invita a autores y autoras a contar alguna experiencia lectora. En esta oportunidad Parisi nos mete de lleno en el mundo de cubano Leonardo Padura.

“En septiembre de 2015 me regalaron un libro de un autor que nunca había leído antes. Con la desconfianza de lo desconocido, 15 días más tarde lo metí en una valija y me lo llevé de viaje a Colonia (Alemania) donde me habían invitado a hablar de las novelas que escribí sobre mujeres sobrevivientes del Holocausto. Una noche abrí el libro que tenía por título ‘Herejes’ y así descubrí el hermoso universo de Leonardo Padura y el enorme, querido y admirado Mario Conde, el protagonista de ‘Herejes’ y -por suerte para mí y para todos- de media docena de otras novelas. De regreso a Alemania, como lector obsesivo que soy, empecé a leer la saga completa de Conde en el orden cronológico en el que el autor fue publicando. La saga de Conde fue pensada como tetralogía y cada una de las primeras cuatro entregas estuvo ubicada temporalmente en una estación del año. De hecho la adaptación televisiva de la serie se llama ‘Cuatro estaciones en La Habana’ y, aunque no es mejor que los libros, es muy fiel y tiene un casting tremendo que pueden disfrutar en Netflix. Esta idea del escritor cubano de ubicar libros de una saga en una estación del año la copió después Maurizio De Giovanni para aplicarla a la saga del comisario Ricciardi que investiga crímenes en la Nápoles de los años 30. Ese es otro personaje de novela negra digno de lectura así como Wallander de Mankell y –me pongo de pie- el enorme comisario Montalbano de Andrea Camilleri”.

“Padura escribió varios libros por fuera de la saga de Conde, el más conocido es ‘El hombre que amó a los perros’. Pero no me interesa hablar de esos libros porque seguro que ya los conocen. Hablemos de novela negra que es el género que a mí más me gusta leer. Hasta llegar a Padura yo creía que el mejor personaje de novela negra en castellano era el gran Pepe Carvalho, el detective privado creado por Vázquez Montalbán que vive en la Barcelona de los años 80, llena de yonquis y recuerdos demasiados frescos del franquismo. Pero no, el tiempo le jugó en contra a Pepe. Un personaje machista que leído hoy parece pasadísimo de moda. En cambio, la saga de Mario Conde nos muestra un hombre sensible, aggiornado, atado a una isla decadente que mira cómo la gente se lanza al mar para escapar de sus carencias. Este detalle me resultó importante. Hasta Padura los comentarios que se leían y escuchaban sobre Cuba en Argentina venían de dos variantes: una era la del progresismo que alababa las carencias de Cuba como algo que los cubanos tenían que sufrir para que los porteños encumbrarán a Fidel en algún bar cheto de Palermo o en algún hotel 5 estrellas de La Habana; la otra vertiente venía de la derecha que desde el exilio despreciaba todo lo que pasaba en Cuba. Pero Padura escribe y vive en Cuba y la describe con una sagacidad sincera, mostrando el fracaso ‘de ese hombre nuevo que debíamos ser antes de estar tan jodidos’ como bien dice el autor. Así, después de renunciar a la policía, Conde se dedica a buscar libros antiguos en casas de jerarcas comunistas para venderlos a precio dólar a los turistas extranjeros. Una hermosa metáfora para contar la realidad de esa isla que se desangra desde hace más de 60 años».

“Si tuviera que recomendar un libro para conocer a Padura sería ‘Herejes’, el mismo que me sirvió a mí para conocer el mundo de Conde. ¿Por qué? Porque es maravilloso. Está compuesto por dos líneas narrativas. La primera transcurre en la nueva Nueva Jerusalén (así era como llamaban a Ámsterdam luego de que se poblara con los judíos expulsados por los Reyes Católicos de España). En esa ciudad el nieto de un rabino se convierte en ayudante del maestro Rembrandt para cumplir su sueño de ser pintor, pero tiene un dilema: ¿cómo puede pintar la belleza del mundo y de las mujeres si su religión le prohíbe retratar figuras humanas porque eso es de idólatras? En esa angustia el personaje aprende del maestro los secretos y el estilo de su obra hasta igualarlo en las sombras. Años más tarde, un descendiente de ese muchacho llega a Cuba escapando de los nazis con el tesoro que la familia guardó durante siglos: un cuadro de Rembrandt. Supuestamente ese cuadro servirá para comprar su libertad. Lo que no sabe ese pobre judío es que la avaricia del hombre será más fuerte que cualquier esperanza. Rechazado por el gobierno de Estados Unidos, el barco repleto de judíos alcanza el puerto de La Habana a la espera de un permiso para desembarcar y salvar la vida de los tripulantes. Esa alternancia de dos tiempos, sumada a la descripción de una Habana cosmopolita y la crueldad de la humanidad con mayúscula, hace que ‘Herejes’  sea una de las mejores novelas que leí en mi vida. Ojalá puedan leerla y disfrutarla como yo. Y sino arranquen por otra de Padura que es un genio”.