La escritora cordobesa habla de su nuevo libro «Lenguas Filosas», donde, a través de un relato que juega con la ficción y micro-relatos de vida, retrata mujeres que se preguntan sobre el machismo, el abuso, el aborto y el lugar que ocupan en el mundo. Activa en su militancia feminista, Sánchez propone una historia coral que busca mostrar las diferentes posturas de un movimiento tan universal como heterogéneo.
Sin conocerla personalmente, tan sólo de haber leído sus libros y de seguirla en redes, Mayra Sánchez se me presenta como una de esas mujeres que parece siempre tener algo para decir. Las que canta “falta envido” con 25 o “quiero retruco” con un tres. Digamos que es una mujer que va de frente, lucha sin miedo, canta verdades al viento y está dispuesta a llegar a ese lugar que cree merecer sin fijarse si el mundo piensa lo contrario.
Mayra es, como otras tantas mujeres que habitan en su nuevo libro, de lengua filosa y es justamente esa oratoria sin vergüenza la que ha puesto esta vez en papel.
Después de “Puto cáncer” y “Doña Gómez”, la escritora cordobesa se mira al espejo, pero también refleja en él a otras tantas mujeres que habitan dentro y cerca de ella, para retratar una sociedad cruzada por discursos feministas (y anti también) que es necesario visibilizar y poner en debate.
Pero las mujeres de “Lenguas filosas” no son todas como Mayra, de hecho, algunas son bastante diferentes, tanto en sus expresiones como en sus pensamientos, y es justamente esa heterogeneidad lo que hace el libro sumamente interesante.
Estructurado en forma de novela, alternando capítulos con reflexiones y microrelatos anclados en la vida de mujeres reales (como Mónica Lewinsky – Violeta Parra – Hedy Lamarr , sólo para nombrar algunas), la propuesta de Sánchez busca poner en escena una historia (y otras tantas más) donde féminas de todos los sectores, orígenes y militancias se cuestionan –no sin intensas discusiones- el lugar de ellas en un mundo patriarcal.
Lola, Mora, Clara, Eugenia y otras tantas que aparecen en la trama creada por la escritora, psicóloga y docente Mayra Sánchez son entonces arquetipos que juegan así el papel de feroces activistas feministas, novias sumisas, esposas fieles, madres protectores, hijas responsables y/o amantes liberales, creando un colorido abanico que da aire a la hora de debatir sobre temas que son centrales en la actualidad.
En diálogo con Babilonia, Mayra Sánchez habló entonces de su nueva propuesta literaria, texto que sin dudas nace de un contexto de movilización y lucha por la igualdad de géneros, donde el feminismo, según cree, es un camino de continuo aprendizaje colectivo.
– Las mujeres de “Lenguas filosas” son complejas y diferentes, con contrariedades y ambivalencias pero, sin embargo, se ayudan y respetan. Más allá de la contundencia del título y la tapa, ¿es un libro que habla de la sororidad?
– Me encanta el nombre del libro, que no fue idea mía sino decisión de la editora -igual que con Puto cáncer y Doña Gómez-, y la verdad es que la celebré muchísimo. Igual que la tapa, hecha por la diseñadora Gabriela Callado, que ha podido hacer un maravilloso trabajo de síntesis en lo que propone el libro, que es esgrima intelectual entre mujeres tan diversas y contradictorias, no sólo cada una de ellas, sino por las diferentes maneras que tienen de ver el mundo. Y sí creo también que el libro habla de la necesidad de encontrarnos con esas mujeres que piensan diferente a nosotras, que son mujeres con las que tenemos que hermanarnos de otra manera, en pos de defender nuestros derechos. Creo que en esto las posiciones más radicales del feminismo a veces desoyen o ningunean posiciones de otras mujeres, como si esas otras mujeres no fueran también víctimas del sistema más perverso. Lenguas filosas habla de esa sororidad necesaria y urgente, habla del amor entre las mujeres. que es lo que nos debemos, para construir un mundo mejor para todas.
– Al feminismo muchas veces se lo critica –desde afuera- justamente porque quienes lo militan no piensan (pensamos) lo mismo, como las mujeres de tu libro. ¿Qué pensás al respecto?
– Así como Lenguas Filosas propone la idea de que no hay posibilidades de decir “las mujeres”, porque hay tantas mujeres y formas de serlo como personas hay en el mundo, así el feminismo como movimiento puede tener premisas pero no tiene universalidades. No hay decálogos del ser feminista. Entonces me da la sensación que las posiciones más radicales del feminismo terminan siendo muy buenas para instalar discursos y ayudar a reflexionar, pero terminan haciendo daño cuando promueven la exclusión de mujeres que desde su lugar también procuran defender derechos y ganar pequeñas batallas. Que quizás sean batallas más chicas que otras grandes batallas que mujeres también feministas están librando. Pero poner a medir qué batallita, batalla o batallón es el importante, me parece un desacierto. Y está bueno que reflexionemos sobre eso.
– La historia de Clara, Lola, Mora y todas las mujeres del libro son el resultado de muchas reflexiones, y a la vez el marco para narrar pensamientos que supongo has recolectado en tu vida. ¿Dónde y cómo fueron surgiendo estos personajes y relatos?
– Algunos de los personajes del libro son resultados de la investigación. Reflexionar sobre el impacto que tuvo el ciberbullyng que tuvo en la vida de Mónica Lewisnky -que se propone como un disparador-, o algunas pinceladas menos conocidas de la vida de Violeta Parra, o muchas de las cosas que se proponen en las mujeres que aparecen en las ventanas del libro, fueron construidas desde la investigación de esos personajes en la historia. Luego, para Clara, Lola, Eugenia, Mora y los demás personajes de la trama de la novela, hice muchísimas entrevistas antes de construirlos y, además, por supuesto están teñidos por la experiencia de mi propia vida personal, empezando por mí y siguiendo por mis amigas y otras mujeres que conozco íntimamente que son mis pacientes. Tengo amigas con las que establezco vínculos de muchísima intimidad, no tengo amigas que funcionan en la esfera del “tilingaje”, sino que de verdad tenemos reflexiones profundas, debates intensos y ellas me han ayudado un poco a construir estos personajes. Y también los dilemas de mis pacientes y las cosas que veo en el consultorio. También he pasado muchas noches en bares consumiendo alcohol y eso también me ha permitido armar gran parte del escenario en un bar.
– Escribís de manera coloquial, directa y siempre con el humor como herramienta tanto para des-contracturar como para cantarnos verdades a la cara. ¿A quién le hablás en Lenguas filosas?
– Esa ha sido siempre para mí una pregunta difícil de contestar. Me parece que tengo más afán de decir y de compartir reflexiones propias que de buscar lector a quien direccionar el discurso. Para mí la literatura ha sido el poder correrme de los espacios más académicos y más solmenes y poder hablar de las mismas cosas, pero desde otro tipo de lenguaje. Vos decís en la pregunta “coloquial y directo” y yo digo “casi vulgar y chabacano”, porque eso me parece que descomprime y permite el encuentro más divertido con reflexiones profundas. Con esa intención le hablo a la gente, gente que no leería quizás estos debates, que no leyó por ejemplo o no escuchó sobre el aborto, pero sí puede leerlos en una novela que sea un pasatiempo. La intención es acercar esos debates profundos e intensos a gente que habitualmente no se acerca a ellos. Y también creo que es un libro dirigido a cualquier persona que quiera conocer un poco de la intimidad de las mujeres.
– El libro habla de soledades, desamores, violencias, ¿Hubo desafíos al escribir Lenguas filosas?
– El oficio de escritora es un oficio que estoy construyendo gradualmente, como se construye cualquier oficio. El desafío en “Puto cáncer” fue hacer una narración tipo autorreferencial, biográfica, en primera persona, tipo diario íntimo, sin cuidar gramática, ortografías ni nada. Mientras que en Doña Gómez, juego de una novela a dos voces, fue también un desafío donde sentí un pasito más en este oficio. Y en Lenguas Filosas a mí me preocupaba mucho que Mora, Clara, Eugenia y Lola sean personajes creíbles, que tengan en sí mismos una coherencia. Todos los personajes en general, pero esos en particular por ser centrales y que más pueden entrar en contradicciones. Es la primera vez que yo siento verdaderamente ficcionar, porque de alguna manera, he convivido con una gata que era muy Doña Gómez, entonces no hubo proceso de creación de personajes, pero acá, tuve que salir a hacer muchos entrevistas para construirlos: tuve que salir para ver cómo era el mundo swinger, el mundo de la prostitución, para conocer espacios de mujeres que no tengo cerca y luego construir con eso un personaje, reviste una complejidad diferente a tener una narración sobre lo que conozco más profundamente. Otro desafío fue el apremio del tiempo. Nos tocó un año muy difícil, la publicación nos llevó un año más de lo previsto. El libro estaba listo cuando en el país apareció el debate del aborto, de la ESI, entonces se fueron instalando cosas que hubieran sido súper creativas si hubieran salido un año y medio o que nadie las hubiera escuchado en la calle. Y otro desafío interesante, o por lo menos un punto de preocupación, fue -hablando del feminismo- y casi paranoico-, el cómo va a ser tomado el libro por las compañeras feministas. Porque las posiciones más extremas y fundamentalistas pueden altamente agresivas y uno termina temiendo la violencia.