Las flores del mal y el poeta maldito

 

 

Charles Baudelaire fue un poeta, novelista y crítico de arte francés. Nació en París en 1821. Al terminar sus estudios en esa ciudad fue enviado a las Antillas por su padrastro, quien quiso alejarlo de la vida bohemia y licenciosa que el joven llevaba. A su regreso comenzó a incursionar en el ambiente literario entablando amistad con prominentes figuras del arte. Fue en ese momento cuando empezó a producir textos sobre crítica de arte y poesía.

Baudelaire es considerado como modelo y padre de la poesía moderna, y como uno de los precursores del Simbolismo. Su máxima obra, «Las flores del mal», fue publicada en el año 1857 desatando una gran polémica, ya que fue considerada por muchos como una ofensa contra la moral pública. De hecho, la censura que recayó sobre algunos de sus poemas no fue levantada en Francia hasta 1949.

La poesía de «Las flores del mal» muestra al hombre como un ser miserable y perverso. Es una obra de concepción clásica en su estilo y de un romanticismo oscuro en su contenido. En esta obra Baudelaire plasma su concepción del poeta moderno como un ser maldito, rechazado por la sociedad burguesa, a cuyos valores se opone. El poeta se entrega al vicio al mismo tiempo que anhela la belleza y nuevos espacios.

Durante toda su vida Baudelaire siguió escribiendo poemas para «Las flores del mal», cuya tercera y definitiva edición apareció en diciembre de 1868, un año después de la muerte de su autor. Compartimos uno de los poemas de la obra:

 

 

LA FUENTE DE SANGRE

A veces siento mi sangre correr en oleadas,
lo mismo que una fuente de rítmicos sollozos;
la oigo correr en largos murmullos,
pero en vano me palpo para encontrar la herida.

A través de la ciudad, como un campo cerrado,
va transformando las piedras en islotes,
saciando la sed de cada criatura,
y coloreando en rojo toda la natura.

A menudo he pedido a estos vinos
aplacar por un solo día el terror que me roe;
el vino torna el mirar más claro y más fino el oído.

He buscado en el amor un sueño de olvido;
mas para mí el amor es un lecho punzante,
hecho para dar de beber a esas putas crueles.

 

 

 

 

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