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La memoria, cruzada por la literatura

 

Hoy es un día abierto hacia la memoria. Y digo abierto porque durante muchos años aún se ponía en duda si valía la pena o no recordar, si la memoria se justificaba. Hoy sabemos que sí, que es una obligación volver cada años a aquel 24 de marzo en que se instaló el Proceso de Reorganización Nacional porque ese ejercicio nos obliga a pensar en aquello que aún tratamos de comprender. Aquel episodio del pasado que quedó fragmentado por mentiras, crímenes y miserias.

Se cumplen hoy 41 años del golpe de estado más cruento de nuestra historia como país y al mismo tiempo 40 años del día en que el escritor y periodista Rodolfo Walsh elegía morir haciendo lo que se había comprometido a hacer  en su vida: “dar testimonio en tiempos difíciles”. Consciente de lo que significaba, el 24 de marzo de 1977, Walsh prologaba a su final enviando una “Carta Abierta a la Junta Militar”, narrando las equivocaciones políticas llevadas a cabo, los derechos cercenados y las atrocidades cometidas en el primer año de gobierno. Un día después, fue secuestrado y asesinado por la dictadura.

 

Como expresión viva de lo que somos, la palabra escrita siempre atraviesa el presente, llega desde el pasado y se proyecta en el futuro. Pero la forma que toma esa palabra no es una, sino miles, como una arcilla que se moldea en manos de su creador. Y es justamente en una figura como la de Rodolfo Walsh, que se encarnan varias de esos modos en que la palabra se convierte en herramienta para narrar, dando forma a los géneros literarios. Fue Walsh quien en los `50, `60 y `70 interpelaba desde su presente o pasado reciente, ya sea desde el  texto periodístico como desde los relatos breves, o  creando una personal forma de narrar que combinaba lo real y ficcional.

 

Desde Babilonia también queremos conmemorar el Día de la Memoria, y por eso generamos un espacio de debate, dialogando con tres autores que en sus libros han trabajado con la memoria, como aquello vedado que era necesario sacar a la luz. Así como Walsh daba en su momento apuntes para entender lo que estaba ocurriendo, ellos hoy trabajan con lo ocurrido, como un terreno sagrado al que se va para seguir buscando respuestas. Para entender cómo es hacer literatura desde la memoria, hablamos con  Griselda Gómez, poeta, autora de diferentes libros como “Flores del Bien” (Narvaja Editor), homenaje a Madres y Abuelas de Plaza de Mayo; Ana Mariani, periodista e investigadora, quien publicó “La vida por delante” y “La Perla. Historia y Testimonio de un campo de concentración” junto a Alejo Gómez Jacobo (Aguilar) y Fernando López, abogado y escritor, autor de cuentos y novelas, entre las cuales se encuentra “El mejor enemigo”, publicada en la década del ´80.

 

“Sin esperanza de ser escuchado, con la certeza de ser perseguido”

 

 

Walsh no tiene publicados poemas, sin embargo sus palabras son muchas veces leídas como tal, sobre todo cuando las rescatamos del olvido. Griselda Gómez sí es poeta, y en todo su camino recorrido ha logrado que la poesía se convierta en los ojos con los que mira el mundo, ofreciendo, por tanto, una nueva perspectiva para quienes la leemos. Con ella charlamos para saber cómo es trabajar con la memoria desde este género.

 

“La memoria goza de ciertas y buenas intenciones: construcción, preservación, relevamiento y en el peor de los casos su pérdida parcial o absoluta. La memoria es humana y en esa condición: buena y mala o ambas cosas. Deslumbra y decepciona. En el poema se asoma con su luz o se oculta en su sombra. Puede ser también un eclipse. Como es libre va y viene”, define Gómez sin tantos cuestionamientos, y  asegura que a la hora de crear nunca busca permanecer en el mismo sitio: “No sé si tuve un eje, no sé de anclajes. La poesía habla por sí misma y nos atraviesa a partir de ficciones y realidades. En mi oficio tengo por costumbre dar cuenta, no hablo por poesía… ella deja que yo escriba. Si la pienso como un espacio de ética, estética y sobre todo como residencia creo que en mis textos se instala como memoriosa”.  

Para la escritora cordobesa, haber militado en la convicción que era necesario poner luz con palabras sobre lo que había sucedido fue fundamental en su poesía,  y así lo cuenta: “Vivo en un país donde ha costado mucho reconocer el horror, por lo tanto también escribo para sanarme del olvido. En mi país y en mi lengua también se hizo justicia `por lo que se dan la conmemoración y la celebración. Por mi parte creo que milité desde la escritura para dar lugar al grito y los silencios de los otros. Lo hice en primera, segunda y tercera persona, pero esencialmente desde un colectivo con voces por las que aún apuesto. Con ejes y sin ellos anclo en el poema que no cesa porque hasta donde sé me ha sido permitido”.

 

Gómez también habló de “Flores del bien”, libro dedicado a Madres y Abuelas: “Ese libro fue el resultado de más de dos décadas de investigaciones en el ámbito de los derechos humanos. Un trabajo que me llevó la juventud por visibilizar a la generación que me antecedía y fue desaparecida por ocurrencia de un estado perverso. «Flores del bien» marca un punto de inflexión, por poesía y por memoria. Tanto es así que no tengo ni un ejemplar para dar cuenta de lo que escribí. Madres y las Abuelas fueron poéticamente retratadas en aquellas páginas con sus nombres propios, por memoria y homenaje”.

Por último, Gómez apuntó qué es para ella lo más valioso que deja la poesía para hacer memoria: “En este instante memorizo a Juan Gelman y como es inmortal, en el sentido poético, creo que fue, es y será la memoria infinita del pueblo. Cuando camino por la ciudad y caigo en la cuenta de un verso escrito con aerosol en un muro tengo una certeza: la poesía está en todas partes”.

 

 

“Reproduzca esta información, hágala circular (…) Rompa el aislamiento”

 

 

Ana Mariani es periodista con vasta trayectoria  en el periodismo de Córdoba, y a la vez autora de dos libros que marcan el camino de la investigación en derechos humanos en la ciudad: “La vida por delante”, sobre alumnos desaparecidos del Colegio Manuel Belgrano y “La Perla. Historia y Testimonio de un centro clandestino”.

Su labor como antropóloga de aquello que escarba para conseguir sacar a la luz lo que fue vilmente ocultado, ha sido una tarea por demás difícil, ya que –como ella lo señaló-, debía descender a los infiernos a partir de testimonios de terceros, y luego volcarlos en papel para dar cuenta del horror.

 

¿Cómo es entonces, en la literatura más cruda, sin metáforas ni belleza poética, construir memoria? “Cuando se escuchan los diferentes testimonios de los sobrevivientes uno se da cuenta de que allí están todas las memorias. Y sin duda, si escribimos sobre estos dolorosos temas es porque creemos en la importancia de la memoria colectiva. La que no puede faltar nunca. La que tenemos la obligación de alimentar y mantener. La que no podemos dejar que nos roben”, apunta Mariani.

Cuando se publicó el libro “La Perla”, la periodista contó que la idea surgió por la poca investigación periodística realizada en Córdoba durante la última dictadura militar, donde sólo se destacaba el libro “La Perla” de Roberto Reyna, por lo que “era imprescindible que la sociedad se enterara de que a 12 kilómetros de nuestra ciudad existió un centro de exterminio de los más feroces del país y el más grande en cantidad de víctimas del interior del país. Claro que se hacía imprescindible rescatar la memoria por medio de los testimonios de quienes vivieron el infierno”, sostuvo.

Al igual que Walsh, Mariani asegura que su libro es sin duda una forma “romper el aislamiento”, porque sólo recordando es posible que no reine otra vez el infierno. “Pienso que el aporte central de nuestro libro es rescatar lo que nos pasó como sociedad y que se comprenda cómo funcionó la maquinaria represiva de la dictadura. Aunque hoy, siglo XXI, parezca increíble, hay gente que se sigue preguntado si eso fue posible. La respuesta del libro es sí, eso fue posible, y tenemos que ser conscientes de que es nuestra tarea dar a conocer los horrores para que el nunca más sea una realidad”.

 

“Hay un fusilado que vive”

 

MLXLS

 

Al escuchar esta frase, Rodolfo Walsh comenzó a pensar en “Operación Masacre”, la novela más importante de su carrera como escritor, que marca en Argentina, y también en el mundo, el inicio del género “no ficción”, que luego se replicó en diferentes países teniendo a Truman Capote como mayor exponente.  En la novela sobre los fusilamientos de José León Suárez, Walsh combina con excelente pluma su oficio de periodista con su mirada de escritor, y rescata de la memoria de ese testigo del horror datos que luego se convierten en un relato inolvidable.

 

En la década del `80, el abogado y escritor cordobés Fernando López también se animaba a relatar desde su doble profesión aquello que sentía debía decirse con todas las letras, poniendo en ficción una verdad que luchaba por salir a la luz sobre cómo funcionaba la maquinaria de persecución y crimen entre las Fuerzas Armadas y la Policía un año antes que se instalara la Dictadura de 1976. Así surgía “El mejor enemigo”, novela publicada en 1986, donde el comisario Vasini descubre por erorr algo que no debía, en la investigación por la muerte de un anciano, y decide saber un poco más, aunque esto le cueste la vida.

 

¿Cómo es fusionar ficción y realidad?  Así responde López: “La memoria en la ficción es un ingrediente más para construir el relato. Un escritor, sin duda, sin ser un antropólogo con título, es un investigador de la naturaleza humana, de sus virtudes, defectos, secretos, deseos y defecciones. Mi anclaje, por decirlo de alguna manera, es mi propia experiencia, mis propios recuerdos y la decisión política de escribir sobre lo vivido, para que se conozca y no sea olvidado y perdonado”.

Y como un investigador, el escritor va y vuelve en su memoria, para seguir encontrando cosas para decir:  “Todo lo que se ha escrito sobre nuestra Historia reciente parece no ser suficiente para dar por terminada esa etapa. Lo prueban, por otra parte, los juicios a los asesinos de la última dictadura. En esos expedientes está la cruda realidad que supera largamente a la literatura. Pero además nos encontramos con ficciones que se apartan de una supuesta crónica de los hechos para aventurarse en géneros diversos: la novela negra, la ci fi, el cómic o el relato inquietante o tenebroso”

 

Escrito en plena dictadura, “El mejor enemigo” fue producto del horror de la época, de ser habitante en medio del caos y la desesperación, por eso le preguntamos a López qué situaciones, personajes o conflictos llaman su atención hoy que podrían ser puestos en valor a través de una narrativa. “Me preocupa la impunidad de los delincuentes de guante blanco que se esconden en los grandes grupos económicos, que obtienen grandes ganancias de la mano del poder político, de las mafias organizadas como un Estado paralelo. Una mañana volvía a mi departamento, caminando, y al fijarme si el semáforo me daba paso para cruzar la calle descubrí un dron, suspendido en el aire, con una cámara que justo apuntaba hacia donde yo estaba. Unos segundos después salió volando sobre el río a toda velocidad. Averigüé con un alto funcionario de la policía judicial quién controlaba esas máquinas y la respuesta no dejó de sorprenderme: nadie lo sabe. Hay cientos de drones volando en los cielos de Córdoba y su uso no está reglamentado. Entran por las ventanas, son silenciosos, pero además, los servicios de inteligencia nos vigilan por el ojo de la computadora, por el televisor, y escuchan nuestras conversaciones en los celulares. Ya no hay privacidad y eso me preocupa mucho”.

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