El autor, poeta y compositor cordobés radicado en México desde hace décadas, nos cuenta en esta entrevista sobre “Lucas y Naíta” (V&R), una hermosa novela infantil sobre dos hermanos y un tío viajero que cuenta historias. Además, habla del dolor que le da ver el país siendo otra vez “casa del dolor”.
Jorge Luján es escritor (Salando el río con una cucharita, Esteban y el escarabajo, etc), también poeta (Un ángel todavía, Ser y parecer, palabras manzana, etc) y compositor (integrante del dúo Baúl de Luna y solista). Suponemos, por sus tres (principales) oficios, que le gusta narrar, contemplar y cantar.
Jorge Luján es cordobés, pero también ya un poco mexicano y una mezcla de los tantos lugares que ha recorrido -como España y EEUU e Italia y Suecia, solo para nombrar algunos- con sus historias (sus libros son traducidos a varios idiomas) y premios recibidos.
Cuando uno llama a Jorge Luján, nunca se sabe dónde puede estar o lo que estará haciendo. ¿Estará narrando, cantando, rimando? Es que Jorge Luján narra cantando, canta rimando y rima narrando. Y siempre, siempre, siempre está embarcado en algún proyecto especial.

Desde esta parte del mundo, sentada en un sillón mirando el sol de la tarde y luego de terminar “Lucas y Naíta”, le escribo a Jorge Luján para saber si podemos charlar sobre su nueva novela infantil. Del otro lado, siempre en movimiento y con muchas horas de diferencia, me dice que “sí” con su dulce voz, que “con mucho gusto” me contará cómo surgió su nueva historia, pero que justo está en Berlín haciendo un recital poético y que por favor espere a que viaje a Argentina; pero que le vaya mandando las preguntas, así las va elaborando en su cabeza. Le digo que sí, que por supuesto, y pienso qué fácil es ver la juventud aun cuando se tienen 80 años.
Una semana después, con la señal de arribo en Buenos Aires, en una madrugada de pronóstico de lluvia, comienzan a llegar las respuestas. Generosas, profundas, deliciosas respuestas que hablan de esta nueva novela, publicada por V&R e ilustrada por Sole Otero, que cuenta de dos hermanos inquietos que se encuentran de vez en cuando con un tío viajero e inventor de historias mientras la vida atraviesa la escuela, el barrio y la familia.
-En “Lucas y Naíta” hay dos niños protagonistas, pero también un tío que cuenta historias. ¿Qué imaginaste primero: los niños o el tío? O en otras palabras, ¿los que oyen historias o el que las cuenta?
– Ese narrador tan especial llegó sin que lo buscáramos, se sentó entre nosotros, comenzó en envolvernos con sus misterios, y no se fue. Traía un tono de leyenda que esparció en la novela de principio a fin, pasando del humor a la ternura, y del suspenso a la magia.
-Lucas y Naíta viven en una casa que les ofrece muchos estímulos de lectura, mucho amor, y sobre todo mucho diálogo, algo que es tan cotidiano, pero que lamentablemente se fue perdiendo en el trajín del día a día, ¿era para vos un núcleo importante a destacar, poner en el centro la familia que habla todo el tiempo de lo cotidiano que le pasa?
-El “Tío de los caminos”, que así lo nombran Lucas y Naíta, reparte cartas a lo que sucede y al lenguaje, al descubrimiento y al azar, a la risa y la poesía. Cada capítulo inicia con una leve promesa, con un punto de riesgo. En lo alto de un tobogán, tomamos aire y el vértigo no nos abandona hasta el final. Inicié la novela como haciendo un paseo, pero una y otra vez los caminos se bifurcaban y me dejaban atónito. Llegaba a ámbitos que requerían una pausa para disfrutarlos, para soportarlos, para saber cómo volver a ellos si los extrañaba.

-Otra cosa que está en primer plano es el vínculo fraternal entre Lucas y Naíta, un niño y una niña que van descubriendo el mundo de la mano. ¿Por qué hacer foco ahí?
-Se trata, me parece, de un viaje hacia el otro, un pacto que se renueva cada día, una partida entre el Yin y el Yang. Lucas y Naíta son un alma que abriga y una mente que explota. En compañía de dos, la vida está al alcance de la mano.
-De México viajan a Córdoba y de Córdoba a Traslasierras. Argentina de alguna manera, presente en tus relatos, ¿Qué se coló en tu memoria al momento de escribir que quisiste que estuviera en esta novela?
-Mis pasos han sido siempre trashumantes, desde que estaba en el vientre de mi madre y, tal vez por ello, hay lugares que se resignifican en cada viaje, como las sierras de Córdoba, los alrededores de la ciudad de México, una playa de Oaxaca… En esos espacios de corazón acelerado, Lucas y Naíta se mueven felices como si recogieran piedritas en la playa.
-Toda una vida dedicada a la literatura infantil y sobre todo al encuentro con los niños y jóvenes, ¿qué te sigue asombrando de las infancias para que sigas imaginando historias para ellos?
-Sigo escribiendo para aprender de las niñas y los niños, para no olvidar al niño que fui y aún respira. Para serle fiel.
-Si tuvieras que contar brevemente a los lectores con qué se van a encontrar en “Lucas y Naíta”, ¿qué dirías?
-Me gustaría que al leerla encuentren la risa, el asombro y la poesía; que en plena búsqueda del tesoro, descubran que las esmeraldas y las turquesas están regadas en el sendero como las migajas de Hansel y de Gretel.

-Hace mucho que te fuiste de Argentina, pero siempre estás atento a lo que ocurre aquí: ¿cómo se ve Argentina desde México? ¿Cómo estás viviendo este cambio político de los últimos meses?
-Siento que otra vez Argentina es la casa del dolor y que sería importante entender, descubrir cómo llegamos ahí. ¿Quiénes y cómo le abrieron la puerta? En realidad siento que a los adultos el mundo se nos está escapando de las manos. Demos paso a los deseos de las niñas y los niños. Escuchemos su voz.
Les dejo este poema de Paul Klee para reflexionar.
LA ETERNIDAD PARA LOS PEQUEÑOS
La eternidad llega con el tiempo,
déjalos danzar,
son gente pequeña,
no pequeña gente.